Un Watson para su Sherlock

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Todavía estática, Clara empezó a preocuparse por el daño que se pudiera haber hecho Oliver. Abandonando toda precaución, Clara se arrodilló junto al agujero por el que había desaparecido hacía apenas unos segundos su compañero de intercambio. Miró hacia adentro pero no consiguió vislumbrar a Oliver. Sintiéndose tonta, susurró al vacío:

-Oliver... ¿Estás bien?

No obtuvo respuesta, así que volvió a repetir, esta vez un poco más alto:

-Oliver...¿Estás bien?

Esperó unos segundos, ansiosa. Agudizó su oído y distinguió un, apenas audible, quejido.

-¿Oliver?- gritó Clara.- ¡Contéstame de una vez!

-Estoy bien, estoy bien...- su voz sonaba como salida de ultratumba.- Clara tienes que ver esto, puede que sea lo que buscas.- exclamó.

La cara de Clara se contorsionó en una mueca mientras intentaba recordar si Nora alguna vez había mencionado algún lugar bajo la escalera. En principio no debería haber nada más que madera allí abajo ¿Qué sería eso que había ahí abajo?

-¿Pasa algo?- dijo Oliver sacándola de sus ensoñaciones.

-No, nada.- dijo Clara.

-Descuélgate.- dijo Oliver.

Clara puso una mueca.

-No pongas caras.- dijo Oliver. "¿Cómo sabía que ponía muecas?" pensó Clara.- Solo descuélgate, te cogeré. No está tan alto como parece.- dijo Oliver.

Clara se sentó al borde del agujero con los pies colgando. Movió los pies cuál niña pequeña.

-Ya me estoy arrepintiendo de esto.- dijo Clara.- Allá voy.

Contuvo la respiración, cerró los ojos como si se fuera a sumergir en una piscina y saltó. El aire nauseabundo la sostuvo y suavizó su caída hasta aterrizar en los brazos de Oliver. Agradeció haberse dejado la linterna arriba, así Oliver no notaría lo ruborizada que estaba. No veía absolutamente nada, solo notaba los brazos de Oliver alrededor de su cintura. Y por mucho que quisiera que fuera así, no le desagradaba.

-Oliver...- susurró Clara.

Él emitió un sonido inteligible.

-Ya me puedes bajar.- dijo Clara notando sus mejillas calientes.

-Oh, claro, claro.- dijo apresuradamente dejándola en el suelo.

-Gracias.- dijo Clara con ironía.

Achinó los ojos, esperando así ver algo en aquella inmensa oscuridad. De repente, una luz la cegó. Oliver alzó su móvil por encima de su cabeza mostrándole una sonrisa ladeada. Entonces, Clara miró a su alrededor y lo que vio la dejó maravillada.

Era un tesoro enterrado. Y lo había encontrado de la misma manera en la que los piratas encontraban sus botines, por casualidad. Había estanterías improvisadas con tablas de madera llenas de libros, papeles por el suelo, juguetes rotos, etc. Con un gesto Clara indicó a Oliver que iluminara los libros de unas de las "estanterías". Él así lo hizo y Clara cogió uno de los libros. Le sacudió el polvo y miró la primera página dónde figuraba el nombre de Nora. Clara cerró el libro y lo abrazó con felicidad. Aquí estaba todo el tesoro de Nora, y ella que por un momento había pensado que habían vuelto a recoger todo después de la guerra... Estaba tan feliz que se pondría a saltar y a cantar. Cogió la muñeca de Oliver y la acercó a los libros para poder leer mejor los títulos. Eran los mejores libros del mundo, y solo por ser de ella eran todavía más maravillosos. Temblaba de la emoción. No sabía a dónde mirar pues todo le llamaba la atención y todo la hacía querer gritar y reír de la emoción. Lo malo era que en esa noche no le daría tiempo a leer todo lo que había allí. Además, su mochila no era lo suficientemente grande como para llevarse todo lo que había allí. Estaba decidida a volver otro día y es que no podía dejar a todos esos pequeños recuerdos. Notando que todavía tenía la muñeca de Oliver entre sus dedos la soltó. Al girarse vio su cara interrogante y que la miraba como un extraterrestre. Se sentó en el suelo como los indios y con una sonrisa infantil palmeó el suelo a su lado. Clara levantó una ceja y se sentó a su lado.

Una vida de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora