El día perfecto

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Clara se estiró. Bostezó y tanteó en busca de su teléfono móvil. Entonces se dio cuenta que el suelo era mucho más mullido de lo que recordaba... Abrió los ojos, no sin dificultad, y descubrió que estaba en la cama de Oliver. Miró al suelo y se encontró al susodicho todavía durmiendo con una almohada y una manta. Clara suspiró. Siempre tan caballeroso... ¿Cómo podía ser siempre tan amable con ella? Clara se bajó de la cama y se sentó a su lado. Eran cerca de las nueve de la mañana, muy pronto para estar despierta un domingo. Pero necesitaba ver a Nora, estaba segura de que su familia iría esa tarde por lo cuál era su oportunidad para poder verla. Miraba a Oliver, indecisa ¿Debía despertarlo? La última vez que se intentó escabullir acabó mal, además Oliver seguro que quería ir con ella. Clara se acercó a Oliver y sacudió su hombro ligeramente. Oliver solo gruñó y se movió en el suelo. Clara hizo una mueca. Sacudió su hombro todavía más vehementemente. Oliver gruñó y se estiró. Se frotó los ojos y los abrió. La miró con una sonrisa somnolienta. Se incorporó, tenía todo el pelo revuelto.

-Buenos días, milady.- dijo bostezando.

Clara no pudo evitar reír La estampa era demasiado graciosa. Oliver la miró confundido, pero sonrió de todas maneras. Clara respiró profundamente y paró de reír

-Buenos días, Oli.- dijo Clara sonriendo.- ¿Te apetece ir a un lugar que huele a medicinas y a ancianitos dónde sólo escucharás historia antigua?- le preguntó a Oliver.

-No podría haber previsto un mejor plan para un domingo por la mañana.- dijo Oliver sacudiendo su pelo.

-Perfecto, entonces me voy a mi cuarto a cambiarme.- dijo Clara levantándose.- ¿Abajo en media hora?

Oliver asintió y Clara salió del cuarto. A la media hora ambos se encontraban en el salón, dispuestos a salir. April le obligó a comer algo antes de salir y les deseó un buen día. Oliver y Clara se pusieron en marcha y llegaron a la residencia antes de lo previsto. Sigilosamente, se aseguraron que la recepcionista no estuviera y entraron.

-¿Vamos a su habitación?- preguntó Oliver.

-Estoy segura de que está en la biblioteca.- dijo Clara arrugando la nariz.

-Confío en tu intuición, milady.- dijo Oliver siguiéndola hacia la biblioteca.

Y cómo pronosticaba Clara, Nora estaba mirando por el ventanal de la biblioteca. Clara se acercó sonriente a ella y puso la mano en su hombro. Ella se volvió, confusa. Pero, en cuanto la vio sonrió.

-Tú estuviste aquí ayer, ¿verdad?- dijo Nora.- ¿Vienes a leerme más?

-No del todo...- dijo Clara dirigiéndose a los sillones.- ¿Te importa que lea sin libro?

Nora sonrió y se sentó enfrente de Clara. Clara empezó a contar, como si de un cuento inventado se tratara, lo que no había podido contarle del diario. Nora escuchaba totalmente absorbida por las palabras de Clara. Recordaba varias cosas de las que Clara le hablaba, como si ya hubiera oído ese cuento antes. Pero no le importaba que se lo contara tantas veces como quisiera. Clara parecía notar como si todas las palabras que emanaban de ella se estuvieran imprimiendo en Nora. Su piel se estaba rellenando de palabras que se movían por todo su cuerpo. Clara no dejaba de sonreír, le era imposible. Pero no era la única que no dejaba de sonreír, Oliver tenía una sonrisa bobalicona plasmada en sus labios. Así, todo lo escrito en el diario de Nora le fue contado a su dueña como un cuento infinito.

-¿Qué paso con esa chica?- preguntó Nora ansiosa.- ¿Sobrevivió a los bombardeos?

Clara sonrió de forma cálida. Miró a Oliver, y este asintió.

-Claro que sobrevivió.- dijo Clara para alivio de Nora.- Es más la he conocido en persona.

-¿Cómo es eso?- preguntó Nora.- ¿Encontraste a esa Nora que buscabas? Háblame de ella.

Una vida de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora