4.

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Mi cabeza daba vueltas, mi cuerpo estaba acalambrado, mis brazos estaban sujetos de una soga que me mantenía quieta. Sentí el frio recorrer medio cuerpo, me dí cuenta de que solo tenía mis pantalones cremas, mis botas y mi sostén, ne quitaron el abrigo. Mal-nacidos.

Mi cabeza estaba hacia delante, pero fue recuperando el aquilibrio, percatandome de donde estaba. Se oían voces gruesas, hablando entre si, escuchaba como hablaban del gran movimiento que habían protagonizado los caza-vampiros. Raptarnos.

Me da vergüenza de que fui raptada de una manera tan estúpida. Aunque no debo de culparme tanto, quise portarme como la heroina del dia y salió todo mal, miren donde me encuentro ahora. Escuchaba murmullos de alegría, otro de solo asco hacia nosotros y otros elogiando mi hermoso cuerpo bien esculpido. Asquerosos.

Levanté la cabeza en alto, abriendo los ojos, mirando a mi alrededor, era una clase de sala extraña. Tenían butacas alrededor de la sala y en el medio, un espacio con varios artículos de tortura contra vampiros, aunque parece que nunca lo han utilizado... es como si lo estuvieran guardando exclusivamente para nosotros y era como si esos asientos los pusieran ahí para ver nuestro sufrimiento en primera plana.

—¡la chica ha despertado!—una voz gruesa había avisado a todos, me espanté un poco, pero después me puse rigida. No debía de mostrar miedo alguno.

Todos los habitantes de la sala, corrieron a sus lugares como si dijeran, "¡el show va a comenzar!", se veían felices de que Sam y yo estuvieramos ahí, para vernos sufrir. Eso pensaba, talvez estaba siendo exagerada pero no había que descartar nada.

Sentí como quitaron las sogas, caí hacia delante como una estúpida, me dí en el pecho con el sucio piso. Tosí fuertemente, reían como si esto fuera el mejor programa de televisión que habían visto en la vida. Levanté la cabeza observando detenidamente.

Cuando me vean así, asustense, estoy planeando algo.

Me levanté, me puse rigida al percatarme de algo. Sam estaba frente a mi, la imagen mas terrorífica que había visto en la vida. Estaba golpeado, rasguñado, desnudo de la cintura para arriba.

Lo habían drenado, tenía estacas en las muñecas, tenía sus ojos azules cerrados y parecía que no respiraba. Reían al ver mi expresión. Malditos.

Caminé hacia él sin pensarlo, quería quitarle las cadenas que tenía alrededor de sus brazos, pero quemaron mi piel desde que la toqué. ¡¿Qué carajos?!, miré mis manos como se reconstruyen, pero, ¿y Sam?. Estará sufriendo mucho más, lo observe y decidí hacerme un moño con mi propio cabello, amarrandolo con las mismas hebras, todos miraban atentos a mis movimientos y otros sentía como se comían mi cuerpo bien formado. Que bueno que no me quitaron el pantalon también.

Me acerqué a Sam una vez más, acaricié su mejilla. Sam desde que era una chiquitina de 1 año, ha estado ahí, conmigo. Su inmadurez ha logrado que seamos mejores amigos, nos queremos como hermanos, ninguno de los dos dejaría al otro solo y esa relación de herma-amigos, es demasiado bonita para mi.

—te sacaré de aqui—le susurro, no sé si me escuchó o qué, pero se lo dije muy en serio, me levanté de nuevo. Agarré las cadenas firmemente, me quemaban, me dolían, pero era más importante Sam que mi dolor. La sujeté, ni siquiera me quejé. La rodeé en mi brazo para cuando la arrancara, fuera más rapido el proceso. Sentía como mi carne se quemaba a sangre viva y no importaba. De un solo halón, ya tenía las cadenas, fuera de las paredes y de los brazos de Sam.

Las arrojé a un lado. La gente se asombraba al ver mis quemaduras, que lentamente sanaban, pero lo hacían. El vaso de sangre de mamá, aún esta en mi cuerpo usándose. Gracias mamá. Gracias Dios.

Me acerqué a Sam y lo quité de la silla, cargué su cuerpo por un momento, poniendolo encima del mío, pero no por mucho tiempo, lo dejé caer lentamente junto a mi, lo removí un poco, estaba angustiada. ¿Qué le habran hecho?.

Se me ha ocurrido una idea.

Puse mis dos palmas encima de sus heridas, que no sanaban y eso me preocupa. Por un poco más y se seca. Lo comencé a curar, las venas de mis manos se volvían negras, el mal se iba transportando hasta el corazón. No sé si algún día, esto me pasará factura y pueda terminar muerta, pero ahora mismo eso no me interesa en lo más mínimo.

Todos miraban asombrado lo que podía hacer, las heridas de Sam cicatrizaban con una velocidad increíble. Al terminar, saque mis colmillos, me mordi la muñeca, desgarrandola, levanté la cabeza de Sam, si no bebe sangre, lo que he echo no valdra la pena y se secará como un fruto seco. Lo acerqué a su boca, al percibir el olor, sus colmillos salieron a flote. Comenzó a beber de mi.

Una mordida de vampiro tiene varias cualidades.

√puede curarte.
√y puede generar sensaciones de placer un poco pecaminosas.

A mi no me podían hacer sentir aquello, tengo mis otras técnicas para sentir placer. Sam quería seguir bebiendo, pero no. Parte él, parte yo. Quité mi muñeca de sus labios, los tenía teñido de rojo.

Abrió los ojos y me miró, me abrazó, percatandose que estaba con sostén, miró mis senos encima del sostén.

—no entiendo— murmuró.

—nos encueraron idiota— murmuré, miró su cuerpo semi-desnudo y bufó.

—estos caza-vampiros, son unos idiotas— murmuró.

—si no me lo dices, no me doy cuenta—murmuré sarcastica. Nos miramos y sonreímos graciosamente, me paré y lo ayudé a parar. Unos aplausos estruendosos se oyeron, me volteé.

—que par de gemelas tan bonitas— dijo un chico de más o menos veinti-tantos años viendo mis tetas, asqueroso.

—no son dignas de tocar con tan asquerosas manos—murmuré, todo el mundo se quedaron sorprendidos ante mi respuesta.

—tus palabras no me hieren— murmuró con cierta gracia.

—que pena—mascullo con un tono burlon bastante peculiar.

No me caía bien aquel tipo, era un caza-vampiro de sangre pura, lo huelo.

—basta de hablar con los fríos, Elian— entró un señor mayor de mediana edad. Sus ojos eran azules, al igual que los de su hijo, eran rubios los dos. Elian bajó la mirada y asintió mientras se iba. El señor me miró y con una velocidad impresionante ya me tenía alzada con la pared detrás de mi. Me agarraba por el cuello fuertemente.

Agarré su brazo fuertemente, casi no podía respirar, junté mis dos piernas y sujetando sus brazos dí una patada en su pecho. Llegó hasta la pared de la otra esquina, me iba a caer, pero Sam me atrapó entre sus grandes brazos. El murmullo que se había formado porque querían que el señor aquél me matara, era grande. Pero luego de que respondí, se quedaron mudos. Miré a Sam.

—¿estás bien?— me preguntó, asentí no muy segura. Me bajé y agarré su brazo como si ese fuese mi vida entera. No tenía miedo, estaba asustada y esas son dos cosas muy diferentes.

Miedo es tenerle pavor a algo. Estar asustado es de susto, de varios minutos de sudores fríos y palpitaciones rápidas, eso es susto. Estoy asustada de que yo no vuelva a ver la luz del día, de que muera aquí.

El señor iba a caminar hacia nosotros. Pero alguien se le puso en frente, impidiendole el paso. El tipo con que me topé en el bosque cuando iba de caza con Sam.

—ya no es necesario  que los golpee jefe— murmuró su grave voz. Espera, nos... ¿nos está protegiendo?.

EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora