Capítulo 2: Vacaciones

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Era sábado en la mañana, obvio, fin de semana, donde se duerme hasta tarde y quieres estar tranquilo, pero para mis padres es un día ajetreado en los que te levantas a las 06:00 a. m. y despiertas a tu hija de su sueño reparador a las 08:30 a. m. Estaba sentada en el mesón de la cocina comiendo tostadas con batida de fresa, me encuentro aburrida y con obvia molestia:

— Amber, querida— escuché a papá bajar las escaleras buscandome—. ¿Dónde estás? Necesito hablarte.

— Sí, papá ¿Qué me quieres decirme?

— Tu madre y yo nos daremos unas vacaciones sólo para descansar de tanto trabajo.

— ¿Y eso qué? Por mi no hay ningún problema. No trabajen, pueden quedarse acá un tiempo, mientras el dinero este llegando- sonreí coqueta mordiendo una tostada.

— Creo que no me estas entendiendo, hija.

— Claro que te estoy entendiendo perfectam...

— Tu madre y yo nos iremos a Rio De Janeiro— la interrumpió.

— ¡¿Que?! ¡No me pueden hacer esto, papá! Entonces me quedaré aquí, ¡¿Sola?!

— De eso te quiero hablar exactamente. Hija, ¿Te puedo dejar sola?

Solo tuvo que hacerme esa sencilla pregunta que dependia de un “Sí” o un “No” y ya en mi mente toda se enfocó en ¿Qué cosa haría si estuviera sola en casa? Solo se me ocurrió un party, sí, un party con todos mis amigos del insti. Así le podía decir a Adam que después de la fiesta podiamos tener sexo. Fue maravilloso imaginar todo eso, hasta que mi padre interrumpió mis pensamientos:

— Amber, ¿estás bien?

— ¡Sí, claro, papá! Sabes que sí, me quedaré sola y si quieres les puedo ayudar con sus maletas para que puedan irse esta misma noche.

— Ya están hechas, hija. Pero gracias.

Desde que mi padre se dio la vuelta empecé a enviarle invitaciones a todos mis amigos para que a las 07:00 u 08:00 de la noche estuvieran en mi casa. También le avisé a Adam de lo que podíamos hacer sin interrupciones.

Dos horas después mamá y papá ya estaban subiendo las maletas a la limosina para ir al aeropuerto.

— Hija, ya nos vamos.

— Adiós, mamá. Adiós, papá— besé sus mejillas a modo de despedida.

— Espero encontrar la casa entera cuando regresemos, Amber— dijo mamá autoritaria—. Y también espero que no estes planeando lo que creo que estás planeando.

— ¿Qué crees que estoy planeando, mamá?

— Esas cosas que te gustan a ti. Como las fiestas, por ejemplo—  contestó papá.

— No, papá. No tengo deceos de hacer una party, quiero estudiar para los finales.

— Pero falta mucho, hija.

— Ahh, es que....

— Es que quieres pasarlos con buena nota.

— ¡Sí! Eso mismo, papá.

— Bueno, adiós.

— Bye.

No hacer fiestas, eso es lo que ellos esperan.

La Hija de un Millonario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora