Algo que se llama vacaciones

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Unos meses antes del final...

Según he oído, las vacaciones son un tiempo que te dan en el trabajo para distraerte del mismo, en el cual te puedes hundir en las profundidades de tu vida. Claro, estaría bueno que tuvieses una vida. Y por supuesto que lo digo en sentido figurado, porque sino tienes vida es que estás muerto pero mi punto es otro.

— ¿Cual es tu punto? —inquirió Aiden mirándome con una sonrisa sarcástica y la mirada oscurecida por la diversión.

— ¿Pensé en voz alta? —pregunté, y él asintió. ¡Demonios!— ¿Qué mierda voy a hacer en las vacaciones? Ya que no tengo "vida" —dije moviendo mis dedos para dramatizar las comillas.

Él se acomodó en el sillón para acercarse a mí, y rodearme aún más con su brazos. Y no perdió tiempo en poner los ojos en blanco. Lo miré momentáneamente ofendida y con expresión irónica, porque seamos sincero, él no es precisamente el señor "tengo una genial vida más allá del hospital". Era el primer día de vacaciones de ambos, y él llevaba viendo su móvil alrededor de cien veces por si acaso, el hospital requería su urgente presencia.

— Me tienes a mí, eso es suficiente cariño —comentó con todo ese aire de grandeza y soberbia que siempre lo caracterizó. Sonreí con diversión y lo despeiné burlonamente.

— Lo mismo digo para ti, tonto. Deja de ver el móvil, hay otros cirujanos que también pueden cortar y coser —me quejé. Él elevó sus cejas, con una perpetua inexpresividad.

— ¿Perdón? —preguntó lentamente- Hay miles de cirujanos pero ninguno tan genial como yo -dijo porque claro, lo pinché donde más le duele: el orgullo. Meneé la cabeza, sin poner evitar sonreirle; solo él podía ser tierno y desquiciante al mismo tiempo.

— Si tienes tantas ganas de coser, hay un par de guardapolvos con los que podrías entretenerte —canturreé maliciosamente. Él rió, suave y profundamente haciendo que mi cuerpo vibrara.

No había nada que despertara más cada parte de mi que su risa. Quizás también sus ojos o su sonrisa, pero no con la misma intensidad. Con un rápido movimiento, Aiden me obligó a recostarme sobre el sillón, cubriéndome con su cuerpo firme. Sus manos juguetearon en mis brazos descendiendo hasta mis muslos, mientras sus ojos se mantenían firmes en mi rostro.

— Creo que eres malvada conmigo porque me amas demasiado -susurró con la mirada puesta en mi boca. Mordí mis labios, para no sonreír y para provocarlo. Y él se removió contra mi cuerpo solo para contraatacar.

— En verdad, te amo bastante —comenté. Su expresión se contorsionó, sintiéndose insultado pero manteniendo la diversión.

— ¿Solo bastante? —inquirió. Su mirada se oscureció, y me dedicó una media sonrisa antes de dejar un beso en mi mejilla— ¿Segura que solo bastante? —volvió a preguntar creando un camino de besos hasta mi cuello. Lento y profundo, sus besos comenzaban a hacer el efecto deseado. Asentí sin palabras, con los ojos cerrados y agarrando su remera que deseaba arrancar.

Sus labios llegaron hasta el lóbulo de mi oreja y jugueteó por un infernal instante. ¿Podía simplemente sacarse la ropa y arrancar la mía para comenzar con lo bueno?

— ¿Sigues creyendo que me amas solo bastante? —preguntó.

— No —susurré con voz inestable, y me obligué a oírme firme—. En este momento, estoy segura que te odio —agregué. Él rió suavemente, haciéndome erizar y ya ni siquiera recordaba de que me estaba quejando antes.

Cuando estaba con él, todo lo demás dejaba de existir y se volvía insignificante. Nunca me había percatado cuan ordinaria era mi vida sin él, hasta que lo volví a encontrar. Aiden me hizo cosquillas mientras me daba pequeños besos. La risa brotó de mí y me esforcé para detenerlo.

— ¡Detente, detente! —grité entre risas, sosteniendo sus manos—. Lo admito: te amo mucho muchisimo. Te amo y te necesito. Así como el infarto necesita de los factores de riesgos —dije.

Aiden levantó su rostro y me miró con horror.

— ¿En serio? ¿Era necesaria la analogía? —inquirió con sus cejas elevadas, y yo me encogí de hombros.

— No puedo pensar cuando me estas besando de ese modo, y creo que es bastante romántico —me defendí simulando verme inocentemente.

— ¿Romántico compararme con un factor de riesgo? —preguntó; parecía un niño con tantas preguntas. Suspiré, acomodándome bajo su cuerpo y elevé mi mano para peinar su pelo.

— Eres el factor de riesgo más atractivo que he visto en mi vida, y al cual nunca renunciaría —respondí. Toda la molestia y la diversión se evaporó. Su rostro se suavizó y se llenó de luz con su sonrisa. Aún sentía sus manos sobre mi, acariciándome suavemente, y mi corazón se volvía más frenético en cada instante en que él continuaba con su juego.

Lo amaba, de eso estaba más que segura. Todas las cosas que nos sucedieron, los momentos compartidos, la distancia, la felicidad y la tristeza. Todo eso nos unió, volviéndonos fuertes. Él me hacía sentir hermosa, divertida y poderosa, y no porque dependencia de él, sino porque me inspiraba la confianza suficiente para creer en mi misma.

— También te amo mucho, muchisimo —susurró y me dio lo que más deseaba en ese momento. Un beso profundo y salvaje que quitaba la respiración. Sus manos se hundieron en mi cuerpo, y me deshice a su voluntad. No eran necesarias recetas ni farmacias, porque él era la droga que me anestesiaba de todo, haciéndome olvidar los pesares de la vida y recordándome sobre los mejores placeres.

Continuará...

Aclaración: esta mini historia ocurre entre el capítulo 31 y el epílogo, antes de la boda.

Besos

Sin Anestesia (SA #1) [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora