Capítulo 15. Dormir es para débiles.

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Puffff, ¿Quién necesita dormir? Nadie lo necesita porque las personas fuertes pueden pasar más de veinticuatro horas sin dormir tras estar de guardia para luego tener que estudiar para un examen. Porque la vida de personas como yo son así, recibirte para seguir estudiando hasta el día que te mueras y permanezcas pudriéndote en el cementerio. Pero ahí, aún podridos, horrorosos y malolientes, vamos a ser felices porque vamos al fin poder dejar de estudiar.

Y las personas luego se preguntan por qué no tengo vida social...

Choco mi cara contra la pila de libros sobre la gran mesa y quedó ahí. Yaciendo moribunda por el colapso mental. Cierro los ojos solo unos minutos para soñar que sueño, porque lo que quiero realmente no es ser millonaria o tener una clínica con mi nombre o encontrar mi verdadero amor porque ya sé quién es el dueño de mi alma, cuerpo, mente y corazón: la cama.

Oí pasos ingresando a la sala de médicos pero no me moví. Luego el sonido de la silla arrastrarse fue seguido por el peso desplomarse sobre ella.

— ¿Larga noche? —me preguntaron. Si hubiese estado más despierta y con el ánimo más arriba, quizás reaccionaria de otro modo a la voz de Aiden, sin embargo solo emití un extraño sonido que salió de mí.

— Alguna vez te ha pasado —comencé a hablar sin abrir mis ojos y abrazada a mí misma—, ¿qué quieres algo pero se ve tan lejano que lo crees imposible? —pregunté, aunque me resultaba poco creíble que hubiese algo imposible para él.

— Si —respondió él sin dudarlo, y abrí uno de mis ojos para asegurarme que no estaba bromeando.

Él se veía serio y no había ninguna mueca sonriente. Lo miré de arriba hacia abajo y noté su limpio aspecto. El pelo con el desorden habitual, afeitado, sin manchas de suciedad en el uniforme rojo oscuro.

— ¿Acabas de llegar? —pregunté, y él negó.

— Estoy aquí desde las ocho, y tuve dos cirugías —respondió.

— ¿Cómo demonios puedes verte como si acabaras de levantarte tras dormir 100 años? —pregunté irguiéndome. Él sonrió suavemente y meneó la cabeza mientras extendía su brazo hacia mí.

— Toma, bebe un poco —me dijo y le sonreí a la taza de café como una nena a quien le regalan una muñeca.

Bebí un buen sorbo para despertar, y luego suspiré apoyándome en el respaldar.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté cediéndole la taza. Él encogió los hombros y se sentó desgarbadamente en la silla observando los libros.

— Estaba aburrido, y Matt está operando a un chico con un craneofaringioma —comentó jugando con los bolígrafos sobre la mesa y apoyando su cara sobre su mano.

Torcí el gesto, apoyándome sobre la silla y quedando con la mirada perdida en un punto lejano. Él me devolvió la taza y disfruté la sensación del café intentar despertarme mientras oía el ensordecedor silencio del hospital ser corroído por el suave sonido de la música que salía de la radio.

— ¿Y tú a quién tuviste que operar? —pregunté, devolviendo la taza. Él bebió café y suspiró.

— A una mujer que llegó de un accidente y un hombre con abdomen agudo —respondió, y yo lo miré con desilusión.

— Nunca vi una operación de abdomen agudo —murmuré haciendo un mohín con mis labios. Los ojos de Aiden se volvieron turbulentos y esbozó una pequeña sonrisa.

— Intentaré avisarte la próxima vez y así podrás presenciar —dijo, y yo di pequeños aplausos. Aiden meneó la cabeza manteniendo el reservado humor, y cediéndome la taza, me miró con análisis.

Sin Anestesia (SA #1) [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora