Capítulo 21. Simplemente.

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A veces uno se siente optimista, y ese es mi caso.

Estoy llena de energía, con buen humor y entusiasmada. Y el optimismo es tan alto que puedo estar rodeada de mis compañeros de residencia y no quejarme ni sentirme extenuada.

Sentados en uno de los vacíos consultorios, el grupo de alrededor diez personas estaban prestando atención a lo que dice el doctor Silverman que nos da la clase, excepto yo. Pese a que mis ojos están puestos en su gran figura y en aquel molesto bigote que tiene bajo su nariz, no dejo de pensar en la vida. Cuando digo vida, a lo que me refiero es a Aiden. Cuando me refiero a Aiden, vuelvo a aquella noche de la cita y en lo genial que fue todo.

Mis pensamientos se cortan cuando oigo la molesta voz de Argent. Suspiré irritablemente y traté de esforzarme para verme interesada en lo que va a decir pero la verdad era que no lo estaba. Todo lo que Argent tuviese para hacer o decir, constituía grandes dosis de soberbia, un poco de sobrevaloración propia, y unas piscas de sadismos para el resto de los mortales que no somos tan perfectos y egocentristas como ella.

Vi que sus labios dejaron de moverse sin tener idea acerca de lo que habló, y me giré hacia Silverman que la contemplaba con confusión, o quizás preocupado por el delirio que haya dicho. Le di un paneo rápido a los demás rostros, y reconocí el mismo enojo y recelo de siempre. Silverman sacudió la cabeza, descartando el comentario de Argent y obligándonos a prestar atención por un milisegundo más.

— Para la próxima quiero que profundicen sobre patologías abdominales más frecuentes —sentenció, dándonos paso a retirarnos.

Respiré hondo y me apresuré a agarrar mis cosas para correr a mis primeras rondas en el consultorio. Nairi salió conmigo de allí, con tantos deseos de libertad como yo.

— ¿Puede ser tan insoportable? —Preguntó ella, con respecto a la Argent, y yo no respondí, porque la respuesta era bien clara—. Debieron maltratarla cuando era una niña, o quizás la abandonaron, o quizás... la crió una manada de lobos hambrientos —opinó.

Yo reí ante sus ocurrencias, y lo extrañamente lógico que me estaba resultando la última teoría. Nairi se caracterizaba por ser un tanto energética y vital; muy diferente a las tendencias vegetativas que poseemos Loreley y yo.

— Y bien, ¿Qué hiciste el fin de semana? —inquirió, y estuve a punto de ahogarme con mi saliva para luego necesitar reanimación cardiopulmonar.

— Eh... solo descansé —respondí, cuando en mi mente solo escuchaba: sexo, sexo, sexo, sexo, sexo. Maldita mente ninfómana.

— ¿Mente ninfómana? —la expresión de Nairi se llenó de confusión. Sus ojos negros brillaron con diversión y sentí mi cara enrojecer— ¿Hay algo que no me estés contando Moore? —me dijo, con una inquietante sonrisa que me hizo poner nerviosa.

Odiaba cuando hacía eso. Ella muchas veces parecía débil, pero no, había un mercenario sanguinario dentro de su cuerpo mediano de tez morena.

— Absolutamente nada que sea medianamente importante —dije en voz alta, mientras que mentalmente agregué: para ti.

— Ajá —susurró ella, volviendo la vista a los alrededores y haciéndose la que todo había pasado, simulando regodearse de todo aquel con buen aspecto—. ¿Dalley te dijo que el próximo fin de semana se va a dar una fiesta en casa de Lange? —preguntó, volviendo a mirarme.

Yo negué, la última vez que había conversando con Loreley había sido ayer a la tarde, y solo había hablado de Matthew y se había quejado del casamiento de su madre.

— Al parecer, también van a estar un par de nuestros ex compañeros —comentó. Tanto Loreley, como Nairi y yo, habíamos concurrido al Imperial College London, así que eso ocasionaba que conociéramos a tantas personas en común.

Sin Anestesia (SA #1) [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora