Capítulo 11. Vientos de cambios.

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La canción del grupo Scorpions. He estado escuchándola durante los últimos días como si eso hiciese algún cambio en mi vida. Pero nada de eso ocurre. Solo estoy trabajando como de costumbre, viviendo mi patética vida, y ahora no puedo dejar de tararear aquella canción mientras intento ocultar el golpe en mi frente con mi flequillo.

— ¿Puedes dejar de mirarte al espejo, y ayudarme? —oí una voz llena de urgencia y salté ante la sorpresa de la cercanía de Aiden. Lo miré con recelo mientras seguía acomodando mi flequillo. Él miró hacia atrás y volvió sus ojos a mí—. La señora no para de hablar ni un segundo, y tú tienes que ayudarme en esto.

Suspiré, frenando el deseo de golpearlo y me miré por última vez en el espejo del baño antes de dirigirme a él. Lo di vuelta y comencé a empujarlo nuevamente al interior del consultorio.

— Así que, señora Green, ¿Por qué no me cuenta un poco acerca de sus nietos mientras el doctor la revisa? —le pregunté a la señora mayor sentada tras el escritorio.

Su pelo gris estaba recogido con una hebilla, y sus brillantes ojos grises brillaron con alegría antes de que comenzase a hablar. Aiden me sonrió con complicidad antes de señalarle a la señora Green que se sentara en la camilla.

Él tenía razón. Esa mujer no dejaba de hablar ni un minuto, y el trabajo de dejar oír sus pulmones y corazón se hacía más difícil, por lo que me ubiqué delante de ella, y le hablaba un poco de mí para que ella no hablara.

— Tras dos horas de trabajo de parto, por fin nació el hijo de mi amiga, y todos nos alegramos. En ese momento estaba en el hospital, así que corrí para acompañarla porque estaba aterrorizada, y cerca de las 2 de la mañana nació el hermoso Lionel. Un precioso bebé de 2 kilos y 600 gramos —le contaba en voz baja. La señora Green emitió esos sonidos de ternura y cariño, y yo asentí—. Es precioso, aunque nació azul y con la cabeza deforme —comenté, y vi tras la espalda de la mujer a Aiden poner los ojos en blanco ante mi comentario.

— Los niños son milagros de la vida, y es todo un acontecimiento que ustedes logren traer esas vidas —comentó ella con exclamaciones que obligaron a Aiden a apartar el estetoscopio de ella y me miró molesto. Suspiré y la silencié rápidamente.

— En verdad sí, aunque no es fácil —comenté—. Una vez asistí un nacimiento, e intentando ayudar a la madre casi me rompe un dedo con la fuerza que le hacía a mi mano. Ahora hay ciertas cosas que son más naturales pero al principio son terroríficas. No poder controlar el dolor de la madre y sentirlo como propio. Y después, la fuerza, los gritos, las inyecciones y la episiotomía. Y en el momento que sale, es alucinante pero al mismo tiempo me daba terror porque siempre pensaba que no iba a poder respirar y que necesitaban sacarlo rápido...

— Pero tiene el cordón sin cortar —comentó Aiden ubicándose a mi lado, para inspeccionar el pecho de la mujer. Yo me moví unos pasos, manteniéndome en los ojos de la señora Green.

— Lo sé, si tiene el cordón sigue manteniendo la conexión con la madre, pero no era algo que pudiese pensar en ese momento —expliqué. Aiden me miró meneando la cabeza, con una inquietante sonrisa.

Casi milagrosamente, la señora Green se mantuvo en silencio esperando a que Aiden terminara de escucharla, y cuando él me aseguró que todo se oía bien, me dejó escuchar a mí para confirmar su teoría.

— Ustedes hacen una adorable pareja —murmuró la señora una vez me alejé de ella y la ayudé a bajarse de la camilla. Reí sin saber cómo sentirme al respecto, y busqué a Aiden con la mirada. Él reía divertido mientras anotada en la historia clínica, y no decía nada.

— Nosotros... —intenté decir, pero no sabía que decir.

— Estamos a puntos de casarnos. No vemos la hora de tener un hijo, así se lo dejamos a las abuelas para que los críen y así dedicarnos a viajar por el mundo —comentó él firmando la hoja y cerrando la historia clínica. Me miró con malicia, y esa sonrisa encantadora, que tanto me recordaba al viejo Aiden. Me guiñó un ojo para luego posarse sobre la señora Green—. Creo que eso es todo, señora, se encuentra perfectamente. Eso sí, me gustaría ver pronto a su esposo —dijo él poniéndose de pie.

Sin Anestesia (SA #1) [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora