Capítulo 5. Una piedra en el zapato

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Es molesta, te pone de mal humor, y muchas veces no sabes cómo deshacerte de ella. Todos tenemos una piedra en el zapato. A veces, es literal, pero la mayor parte del tiempo es metafórica. Tengo muchas piedras en el zapato en mi vida, y una de ellas, es Aiden. Porque él no solo es molesto, sino que además se encarga de hacerte saber que eres un inservible, bueno para nada, y que lo mejor que puedes hacer es retirarte con la frente en alto, en vez de seguir dando pena. ¿Qué cómo fue mi práctica con él? Una simple palabra: bochornoso.

Y como no es suficiente ponerme en ridículo, regañarme como si fuese una niña, exponer frente a pacientes que mis conocimientos no son bastos, y hacerme realizar maniobras horribles y asquerosas por un día... se encargó de hacer eso conmigo durante una semana.

¿Conclusión? Una. Semana. Con. Aiden. Es. El. Infierno. Mismo.

En realidad, extrañaba aquel tiempo que no sabía quién era él, y él no me registraba. Extrañaba la ilusión que había creado de un ser humano que era una mezcla de Adonis con Apolo. Ahora, solo podía verlo como Hades, el Dios griego del inframundo.

— Odio mi vida —murmuró Loreley dándole una profunda pitada a su cigarrillo, asomándose a través de la ventana. La miré desde mi posición, recostada en el sillón de mi casa y estirada ocupándolo todo, con las manos cruzadas tras mi cabeza.

— No eres la única —comenté. Con Loreley siempre sucedían cosas extrañas como esas, donde teníamos pensamientos similares. Ella me miró por un segundo, volviendo a fumar, e hizo un gesto de desafío.

— ¿El perro de tu ex novio, el cual te engaño, cagó tu casa? —me preguntó.

— No —respondí.

— ¿Tu madre te dijo que se va a casar con un tipo que acaba de conocer hace menos de un año, y tiene mejor vida amorosa que tú? —preguntó.

— Eh... no —respondí, teniendo la seguridad que hasta la fecha, mis padres seguían casados como de costumbre.

— ¿Los estudiantes a tu cargo casi provocaron un caos con un paciente? —preguntó.

— Definitivamente no —respondí... el caos casi lo había provocado yo.

— Entonces no te hagas la dramática, mi vida es peor —murmuró volviendo a dar otra pitada.

Yo dudé y suspiré resignada volviendo a rememorar cada escena en la que Aiden había hecho mi vida un infierno. Y si me remontaba a mi infancia, mi corazón simplemente latía de deseos de venganza.

— Aiden es un cretino —comenté frustrada. Ir a trabajar se estaba convirtiendo en una odisea, y si seguía así, iba a necesitar un psicólogo o un psiquiatra. «¿Vincent se habrá convertido en un psiquiatra eficiente?»

— ¿Para qué quieres al demente de Vincent? —preguntó Loreley. Volví mi cara hacia ella, temerosa de que parte de mis pensamientos escuchó.

— Estoy analizando la posibilidad de ser su paciente —admití. Su risa quebró el solemne ambiente, retumbando cantarinamente. Vestía un jean negro y una blusa color azul cielo. Su pelo negro y lacio estaba atado en una impecable coleta, muy diferente a mi revoltoso y ondulado pelo que muy pocas veces peino.

— Creo que le das demasiada importancia al doctor ardiente. Si, está bueno, pero vamos cariño, te he visto enfrentarte con el mismísimo doctor Brock —dijo, y deseé poder tener tanta confianza en mí como la que ella me tenía. No era fácil lo que me pedía. Yo no tenía con el doctor Brock la misma historia que tengo con Aiden—. A ver dime, ¿Qué te ha hecho para que le tengas tanto miedo y enojo? —me peguntó.

Sin Anestesia (SA #1) [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora