Capítulo 9. Ser o no ser.

24K 1.3K 33
                                    

Un muerto viviente, ese es el quid de la cuestión.

Han pasado minutos, horas, días y meses. Bueno, en verdad eso es lo que me gustaría decir pero no es así. Mi mente reproduce todo constantemente mientras mi corazón va muriendo cada vez un poquito más.

De repente, el sonido del timbre suena y miró la puerta con la perspectiva de quedarme sentada allí a la espera de que quien sea que estuviese tras la puerta, se canse y se vaya. Pero el timbre otra vez suena, ahora con más urgencia y tuerzo el gesto con desagrado.

Aún me encuentro tirada en el sillón de la sala, en pijamas y rodeada de cientos de frazadas. Hace tanto tiempo que estoy allí que ya no recuerdo cuando fue que llegué.

El timbre suena otra vez y miró con todo el odio del mundo a la puerta.

— ¿Puedes abrirme Piper? —se escucha del otro lado, pero no respondo—. Sé que estás ahí, puedo escuchar el televisor y te estoy viendo por la cerradura —agregaron. ¡Maldito acechador!

— Vete, no quiero ver a nadie —respondo con un grito de guerra.

— Piper, ábreme ya porque llamo a mamá —me desafía desde el otro lado Robert, mi hermano. Gruño y me levanto a regañadientes. Abro la puerta y dejo a mi hermano a la deriva mientras vuelvo a tirarme en el sillón, omitiendo el desastre que es mi casa que es la muestra fiel de mi estado emocional— ¿Qué demonios...? —pregunta él abriendo sus brazos con asombro, sin poder omitir lo que yo si pude.

Puse los ojos en blanco y me acurruqué aún más. Mi hermano meneó la cabeza, y su cabello tan negro como el mío se movió danzarinamente.

Robb dio unos pasos hacia el interior, cerrando la puerta y sin poder quitar aquella expresión en blanco que lo acechaba. Sus ojos de color café me atravesaron como dagas llenas de juicio.

— ¿Puedes decirme que mierda sucede? Mamá me dijo que ibas a ir a comer y me pidió que te buscara. Te llamé pero... —murmuró mirando el teléfono dentro de un vaso de agua.

— Se me cayó accidentalmente —mentí. Sus ojos se afinaron sobre mí, advirtiéndome que intentara actuar como una persona acorde a mi edad. Pero, ¿Acaso hay alguien que actúe acorde a su edad? No lo sé, pero precisamente Robert no es uno de ellos.

Tras el minuto de silencio donde nuestras miradas intentaron ser más imponentes que la del otro, él resopló frustrado por mi comportamiento y se desplomó en el sillón junto a mí. Pero así era nuestra relación: a él le frustraba mi manera de ser, y a mí me frustrada su manera de actuar.

— Dime que es lo que te sucedió —dijo y yo negué. Él puso los ojos en blanco y tomó el control de la televisión de mis manos y la apagó— No fue una pregunta...

Me crucé de brazos y miré la pantalla en blanco. No era tan fácil decir lo que sucedía, porque solo me recordaba cuan patética era.

— Dylan —decir su nombre hizo que mis ojos ardieran por las lágrimas que amenazaban con volver. Robb se giró hacia mí. Su mirada era tenue y llena de empatía—. Él... —dije, y mi hermano asintió esperando.

Pero no podía. No quería. Las palabras se acumularon en mi garganta y las lágrimas salieron fácilmente de mis ojos. Aún no podía entender como mi vida había dado un giro tan abismal.

— ¿Él te hizo algo? —preguntó Robb preocupado. Sus rasgos clásicos se contrajeron de tensión a la espera de mi respuesta. Yo asentí para luego negar— ¿El bastardo te engañó? —preguntó irguiendo su postura, listo para cruzar la puerta para buscarlo y golpearlo.

Sonreí entre lágrimas al imaginarme a mi hermano intentando golpear a Dylan. Robb era alto y tenía un cuerpo bien formado, pero no se comparaba en nada con Dylan. Un golpe de Robert no haría ni la mitad de daño que podría hacer una cachetada de Dylan.

Sin Anestesia (SA #1) [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora