BECKY STARK

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Estoy sentada frente al enorme ventanal que me regala una vista helada y blanca. La nieve de Amsterdam me hace recordar mis días en Suiza. Tengo casi tres horas esperando entender qué es lo que hago aquí.

Suiza. Tal vez nunca debí haber salido de ahí, eso hubiera evitado muchas muertes y sucesos desafortunados que hoy no me dejan dormir. Los ojos de las personas que lastimé y maté me persiguen en oscuros sueños donde no hay escapatoria alguna.

Hace dos meses me fui de Nueva York sin dejar rastro de mi destino, tampoco me despedí de nadie. Sólo de Tony, mi excéntrico y ególatra hermano. Mi única familia ahora. Él mejor que nadie entendió que a pesar de que todo había terminado, no podía quedarme.

La triste muerte de mi nana no terminaba de cubrirme cuando vi frente a mis ojos cómo cada una de las personas que me habían defendido con su vida caían envueltos en llamas. Y yo era la causante de todo eso, yo y sólo yo era quien con su simple llegada había lastimado a tantas personas. Y ahora también con mi partida los había lastimado, a algunos a puntos impensables.

Siento que me han partido en miles de pedazos, y que cada uno está tan lejos del otro que es imposible que algo o alguien pueda unirlos de nuevo. Alguien. Ése alguien a quien aún no me es fácil pronunciar. Toda la vida que creí que era mía resultó ser una obra de teatro mal montada; aunque pienso que tal vez fue muy buena. Me creí todo y lo único tangible fue que tenía un hermano.

Aún y con todo eso, soy capaz de vivir aceptando esa realidad torcida en la que hay partes de mis recuerdos que no son como pensé que eran. En cambio, lo que me carcome por dentro a cada segundo, quemando hasta la última fibra de cordura dentro de mí es el hecho de que fui el instrumento de un plan de mayor magnitud. Fui el arma que disparó todas las balas...fui la asesina.

No debería haber sido rescatada, mucho menos protegida. Pero el amor, la amistad y todos los buenos valores me rodeaban a donde quiera que fuera. Ellos cuidaron de mí, me sanaron y me amaron cada quien a su manera tan única y especial. Realmente lo hicieron.

Y yo también los amé.

Amé a la agente pelirroja cuyas palabras podían ser una navaja y un bálsamo al mismo tiempo. Amé al arquero perfecto que siempre dio lo mejor por su equipo y quienes ama. Natasha y Clint son claramente el tipo de personas que dan la vida por los suyos y que continuamente redimen sus cuentas rojas con acciones dignas de honores.

Amé al gran dios Asgardiano que siempre muestra nobleza y bondad a aquellos que ama y protege. Thor, que aunque no confiaba en mí, nunca titubeó a la hora de hacer lo que fuera correcto. Supongo por eso es digno de Mjolnir. Por eso y mucho más.

Amé al genio científico que vive con una enorme bestia dentro de él. Todo lo que siento por el Dr. Banner es gratitud, ya que nunca hizo menos que ayudarme con el veneno que llevo en la sangre. Él me sanó y nunca dejó de buscar una solución para mí. Nunca.

Amé a mi loco e impredecible hermano. La viva imagen de mi padre y el claro ejemplo que la inteligencia puede heredarse, aunque de eso no me haya tocado ni la mitad. Tony, detrás de esa fachada de millonario engreído existe una persona noble y cariñosa. Algunas veces muy en el fondo, creo yo. Pero existe. Antes de irme le pidió a Jarvis que siempre lo mantuviera al tanto de mi paradero y prometió no intervenir. No me quedó de otra mas que aceptar mientras yo le pedía que no le informara a nadie en donde estaba. Ni siquiera a él.

Él, mi separación más dolorosa. Estoy consciente de que lo perdí por no saber lidiar conmigo misma y con él al mismo tiempo. Pero también estoy consciente de que perdí aquello que le daba calor e intensidad a mi vida. Hoy sé que amé al hombre detrás del soldado desde el primer día que lo vi, lo amé con cada célula de mi cuerpo alterado e inestable. Él era el mar en calma para mi alocado corazón.

Dejé a Steve, lo hice hiriendo algo muy profundo en su corazón. Algo que sé que no me va a perdonar nunca. Lo perdí sin darle tiempo a intentar recuperarme, me fui sin siquiera decirle adiós. No hubiera podido, sé que en cuanto él me hubiera abrazado habría caído en su tranquilidad. Me amó, lo amé, lo perdí. Y lo sigo amando y perdiendo a la vez. Cada segundo.

Algún día tendré que volver y aceptar el juicio de cada uno de ellos, pero no podía quedarme sin entender quien soy. Sin entender qué es lo que hago aquí. Sin saber lo que implica evolucionar y esperar que Tony pueda quitarme el Extremis de la sangre.

Necesito comenzar a evolucionar de una u otra forma.


El legado Stark © #premiossugar2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora