Enya.

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El otoño había terminado abriéndole paso al frío del invierno y Hiccup no había contestado la última carta que Elsa había enviado, poniéndola de un humor bastante inestable; la preocupación le llenaba el corazón de miedos y ansiedad mientras recorría una y otra vez los espacios del castillo. Durante las celebraciones siguientes en Berk disfrutaba de bailar, cantar y las actividades acostumbradas, había conversado mejor con Flynn en el par de visitas que había hecho en todos esos meses.
De alguna manera aún sin explicación para la albina, cuando la gente quería tratar asuntos referentes a Hiccup se dirigían a ella, eso no la incomodaba en absoluto, al contrario, la alegraba un poco. Sin embargo, la relación con su hermana cada vez iba de mal en peor, la comunicación entre ambas en realidad era mas diplomática que familiar. No hace falta decir que sintió un gran peso de encima esfumarse cuando su hermana viajó a Arendelle en compañía de Kristoff para un asunto "privado", pero aún quedaba la presencia de Ralph aquel hombre que se había convertido en su verdugo de emociones. Rapunzel por su parte había sido escoltada al reino del Nortes por ordenes de Jack hace cuatro meses atrás, eso la había dejado sin una amiga con quién hablar con tanta libertad como quisiera sobre Hiccup.

Una tarde Elsa caminaba en compañía de Astrid, hablando sobre el bebé que parecía estar a nada de nacer; la barriga de la rubia era bastante redonda y grande, pero imposible de predecir sobre que sería.
Ambas chicas se paseaban entre el piso y techos cubiertos de nieve por la primera helada, cada una luciendo los colores de sus prendas que resaltaban ente tanto color blanco; la capa azul marino y vestido marrón de Astrid contrastaba perfectamente con el azul cielo del vestido que Elsa llevaba puesto con aquella gran capa roja. Mirarlas caminar era un deleite para los guardias que cuidaban que nada malo les ocurriera.

-¿Haz pensado en un nombre ya?- preguntó Elsa con delicadeza mientras caminaba enganchada del brazo de Astrid.
-Bueno, si es niño no se llamará Eret- rió la rubia llevando una de sus manos a su barriga -Hay que romper tradiciones, creo que ya han habido Erets suficientes-
-No creo que te lo perdone- rió también la albina.
-Pienso que si es niña la llamaré Arya...- sonrió Astrid -Y si es niño... No sé, tal vez lo llame Roran-
-Roran... Es un nombre fuerte. Seguro que a Eret le gustara- sonrió Elsa y después se detuvo al sentir como Astrid se quedaba atrás -¿Todo en orden?- preguntó temorosa al ver a la chica sostener la parte baja de su barriga totalmente anonadada.
Astrid levantó la mirada y sonrió de una manera inexplicable; parecía estar feliz, a la vez que se notaba cierto dolor en ella y otra parte de nervios.
-No... No te muevas, Astrid...- dijo la albina nerviosa contagiandose de aquella sonrisa mientras caminaba hacia ella para intentar auxiliarla -¡Necesitamos ayuda aquí!- gritó con fuerza a un guardia que en seguida entendió lo que ocurría y corrió por el tipo de ayuda requerida en esos casos.

Tan solo había pasado una hora y en una habitación del castillo resonaban los gritos de Astrid mientras que Elsa y Valka esperaban en una sala continua intentando calmar sus nervios bebiendo té. Sus rostros cambiaron cuando tras unos segundos de silencio se escuchó a un bebé llorar, y vaya que lloraba con fuerza.
Elsa se levantó de su silla esperando a que Valka lo hiciera pero la mujer tan solo sonrió y dijo que sería mejor que primero entrara ella a lo que la albina accedió caminando de prisa al interior de la habitación.

-Elsa...- habló Astrid con voz débil cuando miró a la chica en el marco de la puerta -Acércate, anda- sonrió la rubia.
-¿Estás bien?- preguntó Elsa sonriendo mientras se acercaba.
-Si...Te presento a Arya, Elsa- sonrió Astrid descubriendo el pequeño rostro de su bebé.
-Es hermosa, definitivamente es por que se parece a ti- bromeó Elsa con una gran sonrisa mirando a la pequeña.
-Es tan pequeña- dijo Astrid con lagrimas en los ojos mientras tomaba la pequeña mano de su hija.

Elsa miró la escena con gran ternura y amor, el amor de una madre era el mas puro desde los primeros segundos de vida de una persona, sin embargo ella no lograba recordar haber tenido algo así con la suya. Sonrió quitando ese pensamiento de su cabeza, y mientras mas veía a Arya mas se movía algo en su interior, era una extraña sensación dentro de tanto gozo que parecía ser melancolía, no se explicaba por que o si eso era lo que realmente le hacía sentir pero sin dudas la hacia sentir bastante extraña.

Kings and Queens.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora