XXVII

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Se convirtieron en costumbre las fotos sin aviso.

Pasando tanto tiempo contigo fue imposible no percatarme de la gran cantidad de fotos que tomabas. Llenabas memoria tras memoria, como si se tratara de la tuya. A veces perdías el hilo de lo que hacías, pero lo atribuía a la distracción, a lo mucho que te metías en tu mundo donde solo existías tú, tu cámara y el objeto a fotografiar.

Me encantaba verte fotografiar tú alrededor, me llamaba la atención lo observador que eras y el tiempo que le dabas a cada cosa. A veces me hacías señas para que me acercara, que si la flor, que si la ardilla... que si la luz de los vitrales era de tales colores y caían sobre ciertas esculturas de mármol, bañándolas de colores.

Recuerdos de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora