XLVII

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Tiraste de un extremo de la tela y ésta se deslizó con delicadeza sobre mi rostro. La vista me dejó sin aliento. A nuestros pies se extendía un campo de amapolas que se extendía hasta donde mi vista ya no me permitía ver. El sol se burlaba de mi boca bien abierta, ¿cómo? Tiñendo el cielo de más colores.

—No encontré un ramo del tamaño que quería —empezaste a decir rodeándome por la cintura.

Te vi de reojo, eras una estrella en la oscuridad. Opacabas los últimos rayos de sol, Brad. Creo que siempre lo hiciste, incluso antes de conocernos. En tu mirada encontré una gota de paz líquida y una de amor...

A lo que veían tus ojos.

Al futuro que tu mente creaba.

—Pero luego pensé que no era necesario un ramo de flores cuando tienes una alfombra de flores a quince minutos del pueblo.

Recuerdos de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora