XXXVI

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Hice lo que nunca creí hacer, lo fui a visitar al cementerio. Limpié su espacio y le dejé flores. Me senté frente a su tumba, leí el nombre grabado en la lápida, luego la fecha y la pequeña frase que decía "un hijo siempre feliz".

Sentí una necesidad desesperada de hablar con él, lo único que se me ocurrió fue dar rienda suelta a mis palabras allí. Y le conté todo desde la llamada que recibí de su padre hasta el hecho de que soñé contigo la noche anterior. Poco a poco me fui quedando sin palabras, el peso sobre mis hombros se levantó de poquito a poquito. Cuando me di cuenta sonreía.

Casi pude escuchar su voz diciéndome que sería una estúpida si continuaba huyendo de ti, de lo que podíamos llegar a formar...

-Nos vemos pronto, L -me despedí.

Recuerdos de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora