XXXII

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No sé, estabas extraño. Tu cuerpo a mi lado, tu mente a kilómetros de distancia. Esos ojos brillantes estaban apagados, como esperando que una chispa los prendiera de nuevo. Me acerqué y me encajaste entre tus piernas. Tus dedos de guitarrista se aferraron a mi ropa, calientes y corrosivos, al mismo tiempo desesperados.

Eras una bomba explosiva de emociones.

Bajaste la mirada a mis ojos y deslizaste tu mano por mi majilla. Mi estómago se revolvió, mis mejillas se sonrojaron. Sonreíste por fin y ladeaste la cabeza con un movimiento rápido de pajarillo.

Recuerdos de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora