1. Una nueva vida

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Los rayos de un sol naciente iluminaban los cristales de aquella tienda de auto servicio, lástima que los sobrevivientes no le prestaban atención al sol, más bien, intentan ayudar a Sam, pues un podrido se le abalanzó.
La bocanada de aire putrefacto que se filtraba a través de la boca del muerto era tan fuerte y pestilente que Sam no buscaba otra cosa más quitárselo de encima.

De repente, un golpe contundente logró que la cabeza del muerto estallara en pedazos, manchando con sangre pútrida las ventanas, ocultando por completo el sol. Inmediatamente el cadáver fue removido de encima suyo.

—Pareces novato —le dijo Noah en un tono amigable extendiéndole su mano.

—Me tomó por sorpresa —contestó con una ligera risa—. No volverá a suceder.

—Eso espero —Noah tomó un par de cajas que habían llenado con comida-, no me gustaría darle la mala noticia.

Sam sonrió ligeramente, y al igual que sus compañeros empezó a llenar las cajas con la comida.

El pequeño grupo de sobrevivientes logró saquear lo que quedaba en la tienda, salieron del lugar y entraron en la camioneta, Sam se subió en la parte trasera de la camioneta, necesitaba respirar algo de aire fresco después del asco que se llevó en la tienda. La camioneta arrancó y finalmente se fueron de ahí.
Recorrieron las selváticas y desérticas autopistas hasta llegar a su destino, las puertas de Fort Hope se alzaron en el horizonte como un oasis en un desierto.

Noah detuvo la camioneta e hizo sonar el claxon un par de veces, después de eso las puertas se abrieron, y un grupo de hombres armados salieron a recibirlos.

—¿Cómo nos fue? —preguntó alegremente Trevor, líder de todo Fort Hope.

—Tenemos agua, comida enlatada, medicamentos, y mucha comida chatarra —respondió Noah agarrando su largo cabello castaño mientras se hacía una coleta improvisada.

Sam bajó del vehículo y se estiró un poco, el viaje lo había cansado mucho. Trevor se acercó, ese hombre, a diferencia de otros líderes de distrito, siempre parecía estar de buen humor.

—¿Te gusta tu nuevo trabajo, eh Sam?—estrechó firmemente su mano, Sam recordó, el mismo día que llegaron al Fort Hope, Trevor los recibió sin ningún problema, de igual forma con un apretón de manos.

—Seguro, pero esto no es nuevo para mí. Mi padre y yo éramos recolectores en el distrito cinco, así que no es nada que no hubiera hecho antes —respondió con cierta modestia.

—Pues parecía ser nuevo para ti —intervino Noah riéndose un poco, seguía bajando el cargamento

—¿A qué se refiere? —los miró a ambos sin entender del todo la situación.

—Casi se lo come un apestoso. Por suerte tenía mi bate —tomó su arma y la movió de atrás hacia adelante como si fuera a batear nuevamente.

—¿Es verdad? No te preocupes, uno se arriesga a todo saliendo de aquí —lo tomó del hombro y luego caminó directo hacia los otros exploradores.

Sam tomó la ración que le correspondía del cargamento y sin más, caminó hasta su casa. Ya tenían varios meses viviendo ahí, ya incluso se habían acostumbrado a las rutinas y procedimientos del lugar. No eran muy distintos a los de su anterior distrito, pero al ser una comunidad más grande, todos debían de aportar algo para así subsistir por igual.

—Hey Sam, ¿nos vemos mañana en práctica de tiro?

—Seguro Noah.

—Me debes una —dijo y se metió en la casa de a lado. Sam entró a su casa, el lugar olía a té y algo de madera, era un sitio acogedor, lleno con algunos muebles, no estaba muy descuidado, fácilmente cualquiera hubiera vivido cómodo ahí.

Lizz salió de la cocina con un par de tazas que dejó en la mesa de centro.

—¿Cómo te fue? —preguntó besando rápidamente sus labios.

—Mira. —Respondió mostrándole una bolsa con frituras.

—Y yo que pensé que ya nunca las volvería a ver —ambos se sentaron en el sofá que tenían en frente.

—¿Y, cuál es el plan? —Sam abrió la bolsa de frituras y comenzó a comer, el sabor le inundaba la boca estaban algo duras pero era mejor que nada.

—Acabar el té, tomar un baño, irnos a la cama y listo, me parece suficiente emoción por hoy.

—¿Tomar un baño, juntos? —le sonrió de manera juguetona. Lizz le dió un golpe con un pequeño cojín.

—Tranquilo niño, tendrás que esmerarte para conseguir algo así —le devolvió la sonrisa y comenzó a subir las escaleras.

Llegó la noche, Sam acabó por tomar aquel baño, por su cuenta obvio, tras eso se acostó junto a ella, ya estaba más que dormida.
Una vez que llegaron a Fort Hope, Sam y Lizz finalmente decidieron tener una relación, al ver eso Ann tuvo que mudarse, pues no quería incomodar, Noah la recibió sin quejarse, él se había logrado convertir en un gran amigo y compañero para los tres.

Sam se levantó de la cama, no podía dormir, a pesar del frío otoñal que ya merodeaba en la comunidad decidió salir, a su pequeño balcón y contemplar las calles de la comunidad. No se veía nadie, a excepción de la guardia en los muros, pero nada más.
Miró hacia la casa de a lado, la luz del cuarto de arriba estaba encendida, y parecía que había movimiento, un oscuro pensamiento le llegó a la cabeza, ¿a caso ellos? Desistió de eso, preferible no pensar, pero no podía, de igual forma, Ann no era en lo absoluto fea.

Entró nuevamente en la habitación y se recostó nuevamente en la cama, mirando el techo, pensando en todo, pero sobre todo aceptando que esa era su nueva vida.







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LA CEPA: DOMINACIÓN (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora