18. ¿Los últimos?

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El sonido del motor, era lo único que se escuchaba en el interior del vehículo. Algunos solo se limitaban a llorar, el caos había traído consigo un oleaje de muerte que asesinó a más de la mitad del grupo.
Sam miraba sus manos, estaban cubiertas de sangre y algunos rasguños, dirigió su vista hacia los sobrevivientes, los únicos y verdaderos sobrevivientes...

Noah, Lizz, Ann, Diana, Lily, Mariana, Verónica, y a duras penas... Peter. La bala no había alcanzado a perforar su cráneo, sino que terminó alojada en su cuenca, pero aún así seguía perdiendo sangre.

—Y... ¿cuál es el plan ahora? —preguntó Noah mandando al olvido el silencio espectral.

—Hay que ir a la ciudad, tal vez ahí, no nos encuentren —respondió Mariana carente de toda emoción.

—¿Qué dices Sam? —volvió a dudar su amigo. Era curioso, las cosas se habían ido el demonio por su culpa y aún seguían escuchándolo.

—A la ciudad... —respondió bajando la cabeza. Noah asintió y tomó el rumbo directo a la ciudad.
El camino no fue largo, pues Noah ya había considerado ir ahí.

Había pasado tiempo desde la última vez que estuvieron en la ciudad, pero no era muy distinta, la maleza había incrementado y todo seguía siendo silencioso y oscuro. Los muertos que vagaban por las calles comenzaron a seguirlos, pero rápidamente Noah logró dejarlos atrás.
Recorrieron durante unos minutos las desoladas y oscuras calles hasta que finalmente Noah encontró un sitio adecuado en el cual podían descansar, era o alguna vez fue un edifico administrativo, tal vez de alguna empresa famosa, pero el tiempo había borrado todo vestigio de esta.

Salieron del anfibio e inmediatamente entraron al edificio, igual que todos este estaba oscuro, lleno de maleza y con agua cubriendo los suelos. Subieron sigilosamente hasta llegar a un tercer piso, no sin antes haber revisado que no hubiera inquilinos indeseables en el lugar. Entraron en un gran cuarto lleno de cubículos y computadoras destrozados y regados por el suelo, fue el lugar más seco que encontraron.

—Yo montaré guardia, ustedes descansen —pronunció Noah a la par que una fuerte tormenta comenzaba.

—No lo hagas Noah, debes descansar—reprochó Sam elevando su tono de voz por encima de la tormenta.

—Yo estoy bien, tú eres el que debe
descansar —respondió tomandolo del hombro—. Anda, no pasa nada.

—Muy bien, pero yo te relevo.

—Seguro.

La mayoría de las mujeres eran quienes ayudaban a los heridos, en especial a Peter, con un botiquín médico que encontraron lograron extirparle la bala. Agradecieron profundamente que Verónica fuera enfermera, lograron salvarlo, pero seguía inconsistente. Comieron alimentos enlatados que lograron salvarse del fuego, y filtraron algo de agua de lluvia, sabía bastante repugnante, pero era eso o terminar deshidratados a un mediano o corto plazo.
El día había sido por demás intenso, así que todos terminaron sucumbiendo ante el sueño, Sam se recostó sobre unos cartones viejos y usó un viejo cojín mohoso como almohada, Lizz acabó durmiendo en los restos de un cubículo, y de Ann no sabía nada.

Horas después, despertó, pues la humedad, el frío y un mal sueño lo hicieron volver a la realidad. Volteó a ver y Noah ya se encontraba roncando, se rió levemente para no despertar a nadie.
Tomó una linterna y comenzó a caminar por los pasillos.

El lugar era tenebroso, desolado y abandonado, y los rayos de aquella tormenta lo empeoraba todo. Como si fuera una película de terror, volvió a reír por lo bajo, Sam llegó a recordar el pánico que le producían las películas, pero se dio cuenta que la vida acabó por ser lo más terrorífico que jamás experimentó.

Un sonido lejano captó toda su atención, era alguien o algo masticando, desenfundó su cuchillo y lentamente se aproximó mientras los rayos de la tormenta lo iluminaban, llegó frente a la puerta semi-destruida de lo que alguna vez fue una bodega, aproximó su mano y respiró profundamente, abrió la puerta de golpe alzando su cuchillo.

—Sabes... creo que nuestros encuentros nocturnos ya son más recurrentes —exclamó cerrando la puerta con un rostro de alivio.

—Me espantaste —le respondió Ann mientras comía algo de una lata.

—¿Qué haces? ¿Estás robando
comida? —se acercó a ella.

—Sí, lo siento —admitió apenada—.
Pero... ultimamente he tenido más hambre de lo normal —se tocó el estómago extrañada—, les conseguiré a los demás más comida.

—No te preocupes, no le dire a nadie. —Dijo mientras mostró una sonrisa.

—Sam... quiero saber qué ocurre entre tú y yo —su rostro pasó a ser uno completamente serio e inexpresivo.

—Pues...

—Se honesto conmigo... ¿Aún tienes algo con Lizz? —Sam se acercó hasta estar con ella frente a frente.

—Yo... yo pienso que en estos momentos, nuestra relación está temporalmente pausada, tú sabes, por lo de la revolución.

—¿Significa qué? —él sonrió con algo de malicia y ella también—. Significa que puedo hacer esto...

Tomó a Sam del rostro, y lo besó cómo nunca. Pero el momento romántico fue cesado por varios sonidos provenientes del pasillo. Unas figuras humanas se reflejaron en el cristal de la puerta.

Ann sacó de sus bolsillos, un par de pistolas, y le entregó una a Sam.

Ambos comenzaron a seguir a las personas, hasta el lugar donde los demás estaban durmiendo. Llegaron hasta ellos.

—¡No intenten nada! —gritó una voz masculina hacia el grupo que dormía.
Todos se levantaron de golpe, y apuntando sus armas.

—¡Suelten sus armas! —gritó Noah.

—¡Háganlo ustedes! ¡No queremos problemas! —respondió el hombre oculto en las sombras.

—Más te vale hacerle caso... —dijo Sam recargado el arma.
Algunas de esas personas voltearon a ver a Sam y Ann, pero todos estaban ocultos en la oscuridad.
Solo era cosa, de quién disparaba primero, o quién soltaba las armas primero.

Un estruendoso rayo iluminó a todos en aquel lugar, mostrando sus rostros durante algunos segundos, Diana abrió los ojos como nunca.

—¿Joseph?... ¿eres tú...?








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LA CEPA: DOMINACIÓN (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora