20. Asedio (Parte 1)

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—Tenemos granadas de gas, rifles de asalto, escopetas, pistolas, dos automóviles y el vehículo anfibio —soltó Joseph colocando la última bala en su cargador.

El grupo había pasado casi una semana ocultos en la ciudad, con lo cual aprovecharon para idear un plan para liberar a los rehenes de la Hermandad, al igual para conseguir suministros y armas suficientes. El ambiente había estado por demás tenso, la presión de un ataque era demasiada, y el nerviosismo por lo que harían se incrementaba con cada respirar, además de que el lamento de los muertos por las noches no lo hacía más ameno.

Sam recorrió un largo pasillo hasta entrar en un cubículo donde una chica del grupo de Joseph cuidaba a Peter. Estaba postrado en una cama, con un enorme vendaje cubriendo la mitad derecha de su rostro. Afortunadamente, Lidia era enfermera, y supo como mantenerlo estable, claro que a falta de una anestesia más fuerte que el Whisky que Joseph le daba de vez en cuando no era lo suficiente como para evitar que despertara gritando repentinamente.

—¿Cómo está? —dejó una botella de agua sobre una mesa llena de moho y lo miró con tristeza.

—Pues —bebió agua—. Aún respira, creo que eso es lo más importante —lo miró y de alguna manera sintió su pena—, es muy fuerte, estoy segura que lo logrará.

Asintió sin mucho ánimo y salió de la habitación, miró por los orificios donde alguna vez hubo ventanas y miró hacia las calles, ya estaba anocheciendo. Siguió con su camino hasta que unas cuantas risas lo hicieron cambiar de rumbo, atravesó otra puerta y se topó con Noah y Mariana, ambos conversaban mientras jugaban con Lily.

—Hola chicos —saludó con una ligera sonrisa. La niña agitó enérgica su mano y siguió saltando.

—Hey, que bueno que llegas, cuida a las chicas un poco, tengo que ir al baño —Noah se levantó, palmeó el hombro de Sam.

—Seguro.

—Gracias, amigo —salió finalmente del lugar. Se sentó a lado de Mariana y vio jugar a la niña, sonrió con nostalgia, a pesar de todo seguía sumergida en su mundo, donde las risas abundaban en lugar de el dolor que el mundo real tenía.

—¿Qué hacen? —le preguntó con una voz suave y en cierto punto paternal.

—¡Cazando mapaches! —le respondió mostrando una sonrisa y unas mejillas rojas.

—Cazando mapaches, vaya... ¿y ya atraparon alguno?

—No... pero Noah dijo que vio a uno correr hasta acá.

—Bien, sigue revisando, si tienes suerte tal vez atrapes la cena.

—¿Nos comeremos al mapache si lo encuentro? —abrió los ojos sorprendida.

—No-no, solo... sigue jugando —tras eso Mariana se rió.

—Te quiere mucho —soltó ella—. Creo que el que la encontraras fue lo mejor que le pudo haber pasado, eres un héroe.

—No... definitivamente un héroe no —aquellas palabras se sintieron como un trago amargo.

—Me salvaste a mí, dos veces.

—No solo fui yo, Noah y Peter ayudaron.

—Sobre eso, ¿puedo pedirte un favor?

—¿Otro? En serio estas muy en deuda conmigo —exclamó riéndose un poco.

—Quiero que me ayudes... con alguien— dijo colocando su mano encima de la de Sam.

—¿A qué te refieres? —preguntó algo nervioso.

—Me gusta alguien... —lo miró fijamente—. Y quería preguntarte si también cabía la posibilidad de que yo le gustara.

—Oh, Mariana, no yo, yo ya tengo a alguien especial, lo siento...

—¿Qué? No hablo de ti, tonto —soltó entre carcajadas.

—¿Entonces de quién? —inquirió nuevamente, más apenado.

—Hablo de Noah. Veo que tú y él se conocen muy bien así que por eso te lo quería pedir a ti.

—Oh, claro, yo-yo te ayudo con él —respondió aliviado— ¿Entonces no te referías a mí? —soltó en broma y ella rió un poco nuevamente.

—No. Eres guapo y eso, pero Noah es más de mi tipo.

—Ya volví —entró repentinamente, Sam se apartó para que pudiera sentarse nuevamente a lado de ella—. ¿Hablaban de mí a caso? Mis oídos zumban.

—Ya es hora de irme, las chicas haremos la cena, los dejo para que hablen tranquilamente, adiós Noah —ella se levantó y comenzó a caminar a la salida.

—Oh, ¿te vas tan rápido? Bueno... nos vemos en la cena -ambos se sonrieron y ella salió—. Genial, la espantaste —ambos rieron y conversaron un rato más.

Luego de un par de horas todo el grupo comenzó a descansar, el turno de vigilancia lo había pedido Sam, desde hacía días que lo pedía, era de los pocos momentos donde podía estar solo.
Y fue justo en ese momento que una serie de pensamientos lo llenaron hasta el tope, como si de agua se tratase, al cabo de unos instantes no pudo pensar en otra cosa. Se levantó y caminó sigilosamente hasta donde estaba Noah, se agachó frente a él, y tapó su boca con su mano.
Él despertó al instante pero Sam evitó que hiciera un alboroto, colocó su dedo índice en sus labios y le rogó silencio, Noah asistió confundido y con ambos ojos bien abiertos, Sam retiró su mano y le pidió que lo acompañara, lo hizo.

Ambos terminaron en un pasillo, Noah se acercó a él y levantó los hombros.

—¿Qué diablos te pasa?

—Baja la voz —le pidió en un susurro.

—¿Bromeas? Casi me matas de un susto, ¿qué ocurre, hay algún problema?

—Noah, ¿eres mi amigo, cierto?

—¿Me despertaste a la mitad de la noche para preguntarme si soy tu amigo? ¿Estás drogado o algo así? —ciertamente sus palabras no sonaban con mucha coherencia.

—¿Lo eres o no? —en su lugar, Sam se notaba muy serio.

—Creo que eso queda claro, sí, lo soy.

—Bien, entonces ya que eres mi amigo ¿puedo pedirte un favor, un gran favor?

—Que quede claro que no soy gay —lo miró dudoso y Sam negó repetidas veces.

—No, es otro tipo de favor, uno muy grande.

—E-está bien... supongo.

—Pero debes prometer que no preguntarás y no le dirás a nadie.

—Quieres decirlo ya, maldita sea.

—Necesito que me ayudes a tomar un par de armas y las llaves de un auto, daremos un paseo —Noah intentó hablar pero Sam lo detuvo a tiempo—. Me dijiste que sin preguntas.

Tras ver directamente a los ojos de Sam supo que todo iba más que en serio, finalmente suspiró resignado y levantó los hombros.

—¿Quieres la escopeta o la metralleta?








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LA CEPA: DOMINACIÓN (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora