16. Verdades que matan

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Horas mas tarde, Sam despertó, acostado en el piso de acrílico, con una bella mujer a su lado, ella estaba envuelta en ropajes para protegerla del frío.

Tomó su ropa y salió de la tienda. Había mucha paz, no se escuchaba nada, nada a demás de los lamentos y gruñidos de los muertos, recorría los enormes pasillos, intentando pensar.

Pensar en algo que no sea "Ann o Lizz" su mente daba vueltas, cuando sin darse cuenta, apareció Ann frente a él.

—Hola... —dijo él rascándose la nuca.

—Hola...

—¿Estás bien? —sentía la presión aplastando todo su ser, pero intentaba disimular.

—Supongo... Un poco alterada por el asunto de que nos tienen rodeados.

—Ann yo... lo siento, no quise lastimarte...

—Déjalo así... te perdono.

—¿En serio? —aquello nunca se lo esperó, ella asintió y suspiró.

—No puedo enojarme contigo, te amo, ¿recuerdas? —se sonrojó como una niña.

—Eres fantástica...

Sam caminó hacia ella lentamente, la tomó de las manos, Ann mostró una sonrisa y se comenzó a acercar sus labios.
Cuando de pronto un penetrante aroma a putrefacción llenó el lugar, ambos miraron en todas direcciones buscando el origen del olor.

—Sam... —Ann se quedó helada al ver como una horda de silentes cadáveres emergían de una sección del centro comercial. Eran cientos.

—Mierda —la tomó de la mano y ambos corrieron hacia el grupo-¡Todos, despierten! —recibió a un muerto con una patada directa al pecho, una vez que lo derribó le aplastó la cabeza a patadas.

Noah, Peter, Lizz, todos, salieron al escuchar los gritos.

—¡Corran! —Noah apuntó su ametralladora y barrió a todos los que vio mas cercanos.
El pequeño grupo de sobrevivientes entró en pánico, nadie sabía que hacer.

—¡A la entrada principal! —Sam entró a la tienda donde estaba Lizz, pero no la encontró. Llegó a su mochila y sacó una pistola. Algo salió de entre los maniquíes a toda velocidad, Sam apuntó, era Lizz, estaba cubierta de sangre.
Se acercó a ella con rapidez y observó un pedazo de vidrio cubierto de sangre en su mano, al igual que un cadáver putrefacto en el suelo.

—Hay que irnos —ambos salieron de la tienda a toda velocidad evadiendo a todos los muertos que perseguían al grupo.
Llegaron solo para ver a el grupo peleando contra los muertos que los tenían acorralados, apuntó nuevamente y ayudó a sus compañeros.

—¡¿Ahora qué?! —Peter le destrozó la cabeza de un golpe a un podrido tras decir eso.

—Debemos salir de aquí... —Sam se acercó a la cadena que dejaba caer la cortina metálica sobre la entrada principal, comenzó a levantarla.

—¡¿Estás loco?! ¡No tenemos un plan! —exclamó Noah lleno de frustración.

—Entonces tendremos que improvisar —levantó finalmente la cortina metálica y dejó al descubierto la entrada. Estaba atardeciendo afuera, pero aún así se podía ver en la lejanía el vehículo anfibio que la Hermandad debió haber dejado cunado los muertos emergieron.

—¡Vámonos de aquí! —Noah ayudó a Mariana y junto al grupo emprendieron una carrera hacia el vehículo anfibio.
El lugar estaba lleno, tanto los que salían del centro comercial como los de las ruinas del pueblo plagaban el lugar. Michel fue el primero en llegar al vehículo, intentó abrirlos con desesperación, cuando un muerto emergió de un lado y lo mordió en el antebrazo. Peter llegó y le propinó un culatazo al podrido, se agachó para ver solamente como Michel se retorcía de dolor, hasta que murió. Abrió la puerta del vehículo y entró, después llegaron algunos sobrevivientes, los cuales instantáneamente se resguardaron en el vehículo.

Sam terminó por ayudar a Noah, ambos ayudaron a Mariana a llegar al vehículo mientras Lizz les abría el paso con su ametralladora.
Finalmente todos entraron, justo cuando el ejército de muertos cubría las calles. Peter logró arrancar el vehículo y tras un poco de trabajo finalmente logró hacerlo avanzar. El vehículo rugió con fuerza y avanzó aplastando un par de zombies en su andar, hasta que finalmente llegó a la autopista y se perdió en la noche.

Era de madrugada, habían logrado llegar al campamento sanos y salvos, al menos la mayoría...
Peter dejó estacionado el vehículo y se reunió con los demás, la hoguera estaba encendida, pero no había rastro de Diana o Lily, que fueron las únicas que se quedaron. Sam se acercó a la cueva temeroso.

—¿Hola? —fue lo único que dijo, se agachó y miró esperando que cualquier cosa pasara. Cuando Lily descubrió su rostro, al verlos fue corriendo directamente hacia Sam y le dio un abrazo.

—Están vivos, están bien —Sam le devolvió el abrazo con todo el cariño del mundo, si algo le preocupaba era no volver a ver a la niñita. Lily siguió saludando a todos, cuando Diana salió de la cueva también.

—Cielos, están a salvo —se acercó feliz a ellos y buscó a su hijo entre la multitud—. ¿En dónde está Jonathan?

Aquellas palabras fueron fulminantes, Sam se quedó helado, al igual que todo el grupo. Noah se acercó un poco a ella.

—Diana, escucha, Jonathan... no vendrá...

—¿De qué hablas? ¿Qué no iba con ustedes? —en su rostro ya se veía la preocupación.

—Jonathan...

—Jonathan murió —soltó Sam sin despegar su mirada del suelo.

—¿Qué? —unas lágrimas ya se asomaban por sus ojos.

—Murió en la misión... no pudimos hacer nada... —Diana se acercó a él, y le asestó una bofetada, después cubrió con golpes a Sam, mientras todos miraban.

—¡Mi hijo, mi pequeño, está muerto!—golpeaba sin parar, pero eso no era lo que le dolía.

—Lo siento...

—¡Mi niño, murió, y todo es tu culpa!

Sam se quedó congelado, incluso después de que algunos se llevaran a Diana para que pudiera desahogarse, él se quedó ahí, mirando a la nada, mientras las palabras de Diana le hacían recordar que todo hubiera sido mejor si él hubiera muerto...











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LA CEPA: DOMINACIÓN (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora