14. Conflictos

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Sam recorría y acariciaba con delicadeza el cuerpo de Lizz. Mientras ambos se mantenían completamente unidos por sus labios, ella emitió un breve gemido y sonriente se le acercó al oído.

—Estoy lista —Sam se despegó un poco de ella y cuando estaba a punto de comenzar sintió algo: una presencia, como si alguien los observabara.
Miró a través de los cristales rotos del aparador de aquella tienda, y tras ellos, estaba Ann, quién lo miraba con los ojos tan abiertos y enrojecidos cono nunca antes.

—Maldición —exclamó en voz baja mientras ella se alejaba a paso rápido.

—¿Qué sucede? —dijo con la voz agitada.

—Espera aquí —se levantó con rapidez, se subió por completo los pantalones y tomó una playera.

—¿Sam qué pasa? —confundida se levantó un poco, tomó su playera y cubrió sus pechos.

—Volveré rapido, no te preocupes — salió de la tienda a toda prisa.

—Está bien, yo buscaré un condón —se dijo a si misma entre la oscuridad.

Sam la alcanzó, ella lloraba desconsoladamente sin mirarlo.

—Ann espera... —intentó tomarla de la mano pero ella se apartó como si el simple hecho de ser tocada por él le quemara.

—¡No me toques! —estaba roja, y con sus ojos como cataratas.
Sam se acercó un poco a ella, pero lo empujó.

—Ann escucha... puedo explicarlo —el estrés lo había consumido completamente, aquello era mentira, no sabía que pasaba y no sabía como reaccionar—. Fue un error —lo único que atinó a decir.

—¿Un error? —sobre reaccionó—. ¿Lo nuestro, o lo que vi allá? —él no dijo nada, estaba en blanco.

—No sé que pasó... entre nosotros... creí que solo había sido un mal episodo, algo que no se repetiría, pero no fue así —agachó la cabeza, las palabras la herían de tal manera que no sabía si llorar o gritar de rabia.

—Yo te diré lo que pasó. Creí... creí que teníamos algo especial —las palabras eran acompañadas con sollozos—. Fui una estúpida al pensar que podría ocurrir algo entre nosotros dos...

—Debes entender, pensé que no la volvería a ver nunca, y tú llegaste y me hiciste olvidar todo aquello que me lastimaba —intentaba explicarle, pero sus palabras no parecían hacerla sentir mejor.

—¿Así qué solo fui un maldito antidepresivo?

—¡No! —no encontraba como expresarse— ¿Por qué te duele tanto esto?, tú tuviste sexo con Noah —levantó las cejas y después negó a ojos cerrados.

—Eso nunca pasó, puedes preguntarle y corroborarlo. ¿Sabes siquiera por qué me mudé? —nuevamente quedó en silencio—. Eso pensé, me mudé por que no podía tolerar el ver como eran felices ustedes dos.

—¿De qué estás hablando? —ella respiró profundo y finalmente lo dijo.

—Me enamoré de ti —Sam se quedó frío—. Me enamoré completamente de ti, y al verte tan feliz con ella...—rompió en llanto nuevamente— no podía tolerarlo, por eso me mudé, por eso hice todo lo que hice.

Le dió la espalda, pero al dar un par de pasos se apretó el estómago. Sam la miró confundido y se acercó un poco. Ann se cubrió la boca, pero no lo contuvo y vomitó ahí mismo.

—Carajo —se acercó y la sostuvo, ella siguió liberando todo mientras él levantaba su cabello, finalmente se detuvo—. ¿Estás bien?

—Sí —pasó su mano y limpió sus labios—. Hace días que me pasa.

—¿Pero no estás enferma, o si?

—No lo sé...

—¡No me toques imbécil! —se escuchó un grito masculino desde lejos. En la lejanía se podía ver a un grupo de personas comenzando una discusión.

—Algo no va bien —ambos se acercaron para ver que sucedía, Noah y Peter discutían con uno de los miembros de la comunidad, quien no dejaba de gritar y comportarse de manera violenta.

—Mich... cálmate —le insistió Noah levantando las manos.

—No entienden... ¡Estamos atrapados!¡No hay salida, moriremos aquí! —exclamó sudando a litros.

—Michel tranquilizante. Estás asustando a los demás —se sumó Peter.

—¡¿Yo los asusto?! ¡Pues deberían estarlo! —miró con desesperación a todos— ¡Vinimos a parar a una maldita tumba!

—Muy bien, es suficiente —Noah se acercó, lo tomó del hombro pero Mich lo empujó.
Nuevamente la discusión incrementó, y en un intercambio de palabras y acciones entre aquel pequeño grupo de personas, algo salió mal.

—¡Hey ya basta! —Mariana intervino una vez que él empezaba a buscar una pelea contra Noah.

—¡No me toques zorra! —exclamó una vez que ella se acercó, a penas y tocó su pecho cuando él arremetió con un golpe directo a su rostro.
Todos enloquecieron, y tal vez fue porque todos estaban amontonados, o porque a penas y se podía ver, pero tras recibir el golpe, Mariana fue arrojada de entre la multitud, y cayó en un oscuro agujero del que nadie se había percatado que existía por un cúmulo de maleza que lo rodeaba.

Noah arremetió contra Mich y lo derribó, y en el suelo lo golpeó sin parar. Mientras que todos miraban en el interior de aquel agujero como Mariana a penas comenzaba a reaccionar.

—¡¿Estás bien?! —le gritó Sam, y ella asintió mientras se sujetaba la cabeza y veía como la sangre emanaba.

—¡Corre! —Ann la alertó, una horda se escuchaba, Mariana salió a toda prisa de ahí.

—Maldición... mierda —Sam se acercó a Noah, quien era retenido por Peter y otros miembros de la comunidad, pues si lo hubieran dejado, hubiera asesinado a Mich por tantos golpes.

—¿Ahora qué haremos? —inquirió Jennifer mientras seguía mirando el agujero.

—Voy a bajar —Ann y Lizz, fueron las primeras en reaccionar.

—¿De qué estás hablando? —Lizz no tenía mucho tiempo de haber llegado, pero lo vió todo.

—¿Qué a caso quieres morir? —Ann se veía mucho más conmocionada.

—Tengo que hacerlo, le debo la vida.

—Y ella a ti, ya están a mano.

—Escucha amigo, no quiero sonar pesimista, ni mucho menos como una mala persona, pero solo buscarás un cadáver —Peter intentó hacerlo entrar en razón. Noah limpió la sangre de sus puños y se acercó.

—Igual lo hará... nada puede frenar a este sujeto —colocó su mano en su hombro—. Voy contigo.

—Ya perdimos a muchos, no puedo permitir que siga pasando.

—Estás loco... —soltó Lizz, él no mostraba ninguna emoción.

—De remate —Peter pasó sus manos antes su rostro en un acto de frustración—. Iré con ustedes, algo me dice que necesito cuidarles la espalda.

Sam se acercó a Michel, quien nada más al verlo comenzó a temblar, se agachó y metió su mano en su bolsillo. Extrajo una pequeña botella de licor.

—Estás ebrio... —dijo con frialdad, arrojó la botella y lo tomó del cuello— más te vale que esté a salvo, porque si no es así, será mejor que comiences a rezar.









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LA CEPA: DOMINACIÓN (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora