24. Redención

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Sam corría a toda velocidad mientras evitaba todo el caos a su alrededor, las hordas de muertos se acumulaban, a la par que los sobrevivientes de la comunidad combatían sin descanso.

Giró en una calle y vio como un jeep militar impactaba contra un árbol, entonces explotó, cayó de espaldas pero rápido se levantó, justo para ver como el tanque aún seguía en pie. Estaba cubierto de fuego, pero eso no impedía que estuviera disparando a diestra y siniestra. Abrió fuego e hizo explotar el techo de una casa cercana, corrió buscando un escondite, abrió su escopeta y miró sus cartuchos, con suerte, cuatro solamente, contando el de la recámara, suspiró con frustración mientras escuchaba el estruendo de su andar.

Entonces escuchó una multitud, Noah emergió de una calle junto con decenas de sobrevivientes, rápido se separaron y comenzaron a distraer al tanque, no sabía en que dirección apuntar. Sam salió igualmente, algunos intentaron entrar, pero las llamas sobre el metal lo hacían imposible.

—Debe de haber alguna manera... —miró hacia el suelo y encontró algunos cadáveres de los hombres de la Hermandad, rápido comenzó a buscar hasta que encontró una granada de fragmentación— ¡Noah! —se a arrojó, mientras corría él la atrapó, le quitó la argolla y cuando pasó a un lado lo arrojó por el cañón.

Se alejó a prisa, cuando una explosión dejó inutilizado al tanque. Sam gritó y saltó, siguió buscando entre los cadáveres y encontró un revolver. Abrió la recámara, cinco balas.

—Con eso basta —siguió corriendo entre las calles y la destrucción hasta que finalmente llegó a la iglesia improvisada que había eregido Solomon.
Entró de golpe, y fue recibido con algunos disparos, alcanzó a cubrirse tras una banca, asomó un poco su cabeza y lo vio, oculto tras la tarima donde se daban las misas. Sacó la escopeta y disparó todos los cartuchos, no fue hasta que escuchó el click vacío que dejó de jalar el gatillo.

—¡Me quedé sin balas! —avisó Solomon.

—¡Ese es tu problema! —sacó el revolver y salió de su escondite. Solomon salió con las manos al aire— Creo que te quedaste sin trucos...

—Eso parece —sonrió con sus dientes llenos de sangre—. ¿Qué me dices si arreglamos esto como hombres, eh?

—Se acabó, Solomon, perdiste —haló el martillo. Él tembló.

—¿Me matarás así nomas? ¿Como ganado?

—Es lo menos que te mereces por masacrar a mis amigos —se acercó hacia él.

—¿Entonces por qué no tiras tu arma y vemos de que estás hecho, eh chico valiente? —Sam apretó el mentón, nuevamente las voces en su cabeza clamaban que disparara, pero volvió a bajar el arma.
Arrojó el revolver. Entonces Solomon sonrió.

—Te asesinaré.

—Ese es el espíritu —rió, y cargó contra Sam.
Lo embistió con fuerza y lo derribó, una vez en el suelo comenzó a golpearlo sin parar, luego de un ar de golpes, Sam alcanzó a sujetar su brazo lo suficiente como para regresarle uno, Solomon se apartó y él lo pateó.

Sam se levantó con trabajos y se apoyó sobre una de las bancas, Solomon hizo lo mismo, pero corrió en dirección contraria. Rápidamente lo alcanzó, lo derribó por la espalda y comenzó a estrellar su rostro contra el suelo. El padre no dejaba de gritar como un animal salvaje, luego de violentas sacudidas se liberó, y lo golpeó con todas sus fuerzas, Sam cayó nuevamente.

Solomon se puso en pie y llegó hasta una puerta, salió hasta un pequeño patio y se aproximó hacia un hacha que estaba clavada sobre un troco ya cortado. Sam abrió su único ojo, el otro se había hinchado por los golpes, comenzó a arrastrarse mientras el se acercaba.

—Quiero que sepas, que esa niña murió luego de que ustedes llegaran —levantó el hacha, él se deslizó evitando el golpe. El cual solo alcanzó a partir parte de la banca donde se ocultó, siguió evitando los golpes hasta que la hoja quedó atrapada en la madera. Aprovechó y tomó un pedazo de madera, lo enterró en su pierna.
Solomon gritó, Sam salió y lo golpeó sin parar, finalmente cayó, con el rostro hinchado y bañado en sangre.

—Espera... —balbuceó sin dejar de escupir sangre. Sam arrancó el hacha— ¡espera, lo-lo siento mucho, te prometo que si me dejas no volverás a verme nunca! —el rostro inmutable de Sam dijo todo— ¡Espera!

Alzó el hacha, y la dejó caer sin piedad sobre su cabeza, su cráneo se dividió casi a la perfección como si fuese una sandía. Arrancó el hacha y dio otro golpe, la sangre lo manchó todo, se limpió el rostro y miró su maniatado y ya irreconocible cadáver con asco.

—Amen, desgraciado.

Caminó un poco y casi se cae, la pelea lo había dejado gravemente herido, escupió nuevamente mucha sangre y siguió hasta la puerta principal. Salió finalmente.





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Penúltimo capítulo amigos y amigas.
Espero y la hayan disfrutado.

Recuerden...

Voten, y comenten que les pareció el capítulo.

Si te gustan mis historias por favor sigueme.

Muchísimas Gracias por leer.

LA CEPA: DOMINACIÓN (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora