La carretera, solitaria y llena de oscuridad, árboles tanto a la derecha como a la izquierda, y frío, era todo lo que había.
Noah limpió el vapor de su ventana y miró hacia afuera, solo sombras que eran iluminadas medianamente por la luz de la luna. Llevaban casi una hora de recorrido y aún no estaba seguro de a dónde iban, Sam no respondía a sus preguntas, lo único que deseaba era que no hubiese enloquecido. No fue hasta que reconoció finalmente el camino, que en realidad se alarmó.—Por Dios, estamos yendo a la comunidad —soltó nervioso, lo miró, el rostro de Sam era inexpresivo cual piedra—. ¿Qué pretendes hacer?
—Créeme, no pasará nada.
—Sam, deten el auto ahora —apuntó su arma contra él, frenó lentamente—. Quiero que me digas de una vez, ¿qué mierda estás tramando?
—Iremos a la comunidad a hablar con Solomon —con aquellas simples palabras fue suficiente para que entrara en pánico.
—¿Estás loco, o qué te pasa? —aseveró— Es una maldita locura, no tiene sentido.
—Debes confiar en mí, hablar con él es necesario.
—¿Para qué? ¿Rendirnos? Porque hasta donde recuerdo tú eras el que quería dar un último golpe.
—No será una rendición, entraremos en la comunidad en son de paz, él pensará que estamos asustados y que finalmente logró vencernos, pero lo único que logrará, será darnos un acercamiento a él.
—¿Quieres matarlo? —dijo sin bajar el arma.
—Es la única forma, estará confiado al solo vernos a nosotros, bajará la guardia y entonces lo mataré.
—Sí que enloqueciste, me trajiste a una misión suicida —se había puesto completamente pálido. Sam ni se inmutaba.
—Son una puta milicia, Noah, están acostumbrados a seguir órdenes, si acabamos con su líder, ellos mismos estarán indefensos, y no tardarán nada en comenzar a masacrarse entre ellos.
—Mierda, mierda, estás loco... —miró hacia todas partes sin saber qué hacer.
—Noah, podemos acabar con esto de una vez, además, no pretendo que vengas conmigo, solo quiero que cuando todo acabe, me prometas que cuidarás de Ann, de Lizz y de Lily...
—Eres un puto loco —emitió con voz temblorosa, pasó su mano por todo su rostro y suspiró—. Conduce de una maldita vez.
Encendió el auto y siguió por la carretera, hasta que luego de unos minutos llegaron frente a la gran puerta. La cual, tenía una enorme cruz blanca pintada sobre el nombre Fort Hope.
—Mierda... —soltó Sam. Había cadáveres carbonizados en la entrada, colgados con letreros que decían claramente Pecadores.
Avanzaron un poco más, entonces les llegaron disparos de advertencia. Ninguno se movió, la gran puerta comenzó a abrirse, un grupo de soldados salió, alzando sus armas contra ellos.
—¡Bajen del auto, ahora! —ordenó el primer hombre que llegó al auto. Salieron— ¡Suelten sus armas!
—Venimos a ver a Solomon —habló Sam, todos recargaron sus armas.
—¡Suelten sus putas armas, ya! —justo cuando pensaron que serían asesinados, la puerta volvió a abrirse, y él salió.
—Tranquilos, mis hermanos, así no se trata a los visitantes —habló Solomon, quien esta vez traía ropa normal—. Déjenlos pasar, los estuve esperando —sonrió y comenzó a caminar.
—Vamos —dijo Sam, juntos comenzaron a seguirlo.
El interior de la comunidad seguía siendo igual, salvo por los estragos causados por los ataques y la obvia presencia de los hombres de Solomon patrullando casi todas las esquinas.
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LA CEPA: DOMINACIÓN (En Edición)
Science FictionSegunda parte de LA CEPA. Meses después de la llegada de los sobrevivientes a Fuerte Esperanza, finalmente su vida parece marchar por el buen camino. Pero todo cambiará cuando un asesinato desencadene una serie de eventos catastróficos, en los cuale...