IV

151 2 0
                                    

  Envejeció Evaristo, el enamorado boticario sin tener noticia de Blanca Luz. Envejeció Hebaristo, el sauce de la parcela, viendo secarse, estériles, sus flores en cada primavera. Solía, por instinto, Mazuelos, hacer una excursión crepuscular hasta el remoto sitio donde el sauce, al borde del arroyo, enflaquecía. Sentábase bajo las ramas estériles del sauce, y allí veía caer la noche. El árbol amigo que quizás comprendía la tragedia de esa vida paralela, dejaba caer sus hojas sobre el cansino y encorvado cuerpo del farmacéutico.

Un día el sauce, familiarizado con la muda compañía doliente de Mazuelos, esperó y esperó en vano. Mazuelos no vino. Aquella misma noche un hombre, el carpintero de P... llegó con tremenda hacha he hizo temblar de presentimiento al sauce triste, enamorado y joven. El del hacha cortó el hermoso tronco de Evaristo, ya seco, y despojándolo de las ramas lo llevó al lomo de su burro hacia la aldea, mientras el agua del arroyo lloraba, lloraba, lloraba: y el tronco rígido, sobre el lomo del asno se perdía en los baches, y lodazales de la Calle Derecha, para detenerse en la "Carpintería y confección de ataúdes de Rueda e hijos"...

Por la misma calle volvían ya juntos, Mazuelos y Hebaristo. El tronco del sauce sirvió para el cajón del farmacéutico. "La Voz Regionalista", cuyo editorial "¿Hasta Cuándo?", fuera la causa de esta muerte prematura, lloraba ahora la desaparición del "amigo noble y caballeroso empleado cumplidor y ciudadano integérrimo", cuyo recuerdo no moriría entre los que tuvieron la fortuna de tratarlo y sobre cuya tumba, (el joven de la Haza) ponía las siemprevivas, etc.
El alcalde municipal señor Unzueta, que era a un tiempo el propietario de "El amigo del pueblo", tomó la palabra en el cementerio y su discurso, que se publicó más tarde en "La Voz Regionalista", empezaba: "Aunque no tengo las dotes oratorias de otros, agradezco el honroso encargo que la Sociedad de Socorros Mutuos ha depositado en mí, para dar el último adiós al amigo noble y caballeroso, al empleado cumplidor y al ciudadano integérrimo, que en este ataúd de duro roble"... y concluía: "¡Mazuelos! Tú no has muerto. Tu memoria vive entre nosotros. Descansa en paz".  



El Caballero Carmelo y otros cuentos peruanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora