III
Entró la zarina, triunfante de sedas y encajes, pieles blanquísimas y diamantes blancos, con sus pupilas de turquesas muertas y una harmonía quejumbrosa de violines zíngaros inició la fiesta de la luz.
Y toda la noche, aquella multitud ardiente y ávida, de aristócratas se entregó a todas las voluptuosidades y sintió el llorar de los violines bohemios, todas las sensaciones. Los destellos de la luz, junto con los vinos de Chipre y de la Champaña, enardecieron el cerebro y excitaron al amor y se amó enloquecedoramente –histeria ahogada en alcohol–. Las princesas ofrecían sus labios a los guardias jóvenes y éstos perseguían ebrios y locos a las favoritas.
El calor de los ojos, los casi desnudos cuerpos, las músicas y las luces; el ambiente de la orgía, principiaron a hacer derretir las delicadas formas de aquel brillante palacio, pero los amantes locos y desenfrenados unidos en besos no cesaban.
La emperatriz había ofrecido sus anémonas a un esclavo y su angosta desnudez a un oficial de honor, niño, rosado, de carnes fláccidas y de mirada celeste y el joven infante la poseyó sobre el lecho de pieles blancas.
Y dicen que duró la exquisita orgía un tiempo indefinido y, cuando imposibles para el amor, adormecidos e insensibles se abandonaron en los lechos y en las pieles, principiaron a caer las comisas derretidas sobre los dormidos danzantes.
Las cariátides dejaron de sostener las luces que al caer rompían en mil pedazos las biseladas lunas. Se obscureció el palacio, cayeron todos los bajo relieves, se humedecieron las pieles y con la obscuridad volvió a reinar la muerte en la nevada llanura. Concluyó el magnifico espectáculo del diamante de mil facetas perdido en el desierto.
El sol, a la hora máxima, anunció el día y el sitio del palacio sólo había una enorme mancha roja de sangre profanando la blancura de las pieles y ahogando las anémonas y los crisantemos...
–¿Los lobos?
–Si... tal vez los lobos. La emperatriz era muy linda... Su pueblo lloró mucho y aunque nunca supo cómo terminó aquella fiesta, se imaginó algo de la historia y tal vez, por instinto, desde entonces en Rusia nadie ha vuelto a construir palacios de nieve y las pobres gentes de arriba del Volga tienen un profundo respeto por la nieve y por el sol...
Mi amigo se ha entristecido y mientras levanta el ventanillo del vagón para orientarse, yo me he puesto una nueva inyección de morfina.
A media noche llegamos a París.
Lima y mayo de 1910.
(Variedades, Nº 784, 10 de marzo de 1923).
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El Caballero Carmelo y otros cuentos peruanos
RandomAbraham Valdelomar nació en Oca el 27 de abril de1888 y murió a edad temprana(31 años), en 1919. En su corta carrera literaria cultivó diversos géneros en prosa y verso, pero su gloria se la debe a la narrativa del cuento, periodismo, ensayo ...demo...