Parte sin título 42

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II

Los padres iban los domingos al pueblo a embarcar el pescado para Ica, en grandes cestos de "caña brava", y cuando el tren se marchaba, pasaban por mi casa dejando a mi madre un cestito de huevos de alcatraz. A Roque le conocí en la Escuela y a Nicolás y Delio en San Andrés, cuando íbamos de paseo. Allí, junto a una palmera elevábase la casucha de cañas. Había en la entrada, clavado sobre la arena, un hueso de ballena, atado a él un jumento lanoso y viejo, al lado una tortuga, pesada como matrona reflexiva y en todas partes un perro pelado y celebrafiestas, y dos gaviotas gritonas. Frente a la puerta la Margarita pintada a franjas horizontales, blancas y verdes; remendadas velas, liviana red, peces secándose con el lomo abierto y lleno de sal. Todo esto era el patrimonio de esas sencillas gentes.

Nicolás, Roque y Delio llamábanse los muchachos. El mayor, Nicolás iba para 26 años, Roque, era menor en tres y Delio llevaba los mismos de distancia con éste. Cuanto era el mayor de fuerte y grave, tenía Roque de blandón y alegre y el chiquillo de callado y taciturno. Al primero gustábale el mar sobremanera, sólo en el bote cantaba y conversaba; Roque placía de todo, con todos cruzaba palabras y a todos hacía bromas; Delio era contemplativo y prefería ver el mar desde la orilla; atento estaba siempre, por el tiempo de cuaresma, de ir a encontrar al padre que hacía las misiones, interrogábale, y escuchaba, encantado, las largas pláticas y las parábolas sencillas del padrecito paliducho. Escogía para él la mejor pesca. Delio era triste, como indio que era.

Una tarde, a más de los viejos y el perro, vino hasta la orilla, para verlos partir, que todos tres hermanos hacían la pesca en el Margarita, Rosa y aquel día, al dejar la orilla, en el bote breve, Delio comenzó a cantar.


El Caballero Carmelo y otros cuentos peruanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora