IV
INSTALADOS en una mesa de mármol rosa, sobre la cual un quinqué esparcía una leve
luz azul, pedimos un cocktail, el exquisito Manhattan, y unos dados. A poco nos
trajeron ambas cosas. No cruzamos palabra. Yo le diré que estaba dispuesto a todo.
Hasta a hacer una trampa si ganaba, para que Tomy saliera victorioso. Creo que él
pensaba lo mismo.
—¿Qué jugamos? —le dije.
—Tú has ganado; tú juegas, Irving.
—Está bien.
Era necesario jugar tres partidas; el que perdiera dos, sería el vencido y era
necesario hacer el mayor número de senas en cada juego.
—¿Quién juega primero?
—A la suerte.
Cogimos un dado cada uno. Yo eché un tres. Tomy, un dos.
—Tú has ganado; tú juegas Irving.
Habíamos palidecido. Nuestra respiración se aceleraba de manera alarmante.
Eché los dados.
—Dos senas, Tomy.
Tomy, con relativa calma, jugó:
—Cuatro senas, Irving.
—Has ganado la primera partida —le dije.
—Juguemos la segunda.
En la segunda, había recobrado mi calma un poco. Veía con placer que Tomy ganaba. No me arrepentía de haber aceptado la partida.—Cuatro senas, Tomy.
Jugó Tomy:
—Una sena, Irving.
Tomy había perdido esta vez. Faltaba sólo un juego. El definitivo. Temblábamos
los dos, pálidos. Yo había cortado tres veces el puro, con los dientes.
—La última —dijo Tomy.
—La última —le respondí.
Jugamos. Eché dos senas, una quina y dos treses.
Tomy jugó. Echó tres senas y dos ases, pero hizo un movimiento imperceptible y
volteó una de las senas. Me puse de pie.
—Tú has ganado Tomy —le dije.
—He echado dos senas, una cuadra y dos ases; estamos iguales.
—No, Tomy. Tú has ganado. Has echado tres senas y dos ases.
—No, Irving. Estamos iguales. He echado dos senas, una cuadra y dos ases.
—¡Has hecho trampa, Tomy!
—No he hecho trampa. ¡Estamos iguales!
En otra ocasión yo habría sacado mi revólver; ahora no tenía ningún argumento
contra Tomy.
—¡Tres senas, dos ases! —le dije iracundo y resuelto—. Y si no lo quieres
reconocer...
Tuve una idea salvadora. Saqué mi revólver y me lo puse en la sien, diciendo:
—¡Di, di, Tomy que tú has ganado! Reconoce que me has ganado o me pego un
tiro.
—Sí, ¡he tirado tres senas y dos ases!
—Dame la mano. Me has ganado. Te felicito.
—Te he ganado, Irving. Gracias.
Nos fuimos a comer.
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El Caballero Carmelo y otros cuentos peruanos
RandomAbraham Valdelomar nació en Oca el 27 de abril de1888 y murió a edad temprana(31 años), en 1919. En su corta carrera literaria cultivó diversos géneros en prosa y verso, pero su gloria se la debe a la narrativa del cuento, periodismo, ensayo ...demo...