Parte sin título 75

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IX

 AL día siguiente recibí una carta de Tomy con estas palabras:
Dear Irving: Cuando recibas ésta ya me habré matado. Pero me muero
tranquilo: estoy seguro de que eran tres senas dos ases.— Tomy.
He aquí, concluyó Irving Winder, el porqué de mi tristeza. El cadáver de Tomy no apareció nunca. Nadie sabe cómo ni dónde se suicidó. Y a mí me queda esta enorme preocupación. Mi conciencia está empañada. Yo quiero matarme, amigo mío, pero cada vez que pienso ello me acuerdo de Dick, el pequeño Dick y de miss Hellen.
Entonces desisto, pero cuando pienso en Tomy, en el infortunado Tomy, vuelvo a tomar la resolución de matarme. Estoy entre la vida y la muerte. ¿Qué me aconsejaría usted? Ya ve usted que yo no tuve la culpa. Fue Tomy, el mismo Tomy, el que me habló primero del asunto. ¿Quién, quién puede inculparme?...Habíamos terminado de almorzar. El mozo nos encendió los puros.

El Caballero Carmelo y otros cuentos peruanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora