Capítulo 24

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Una vez en el coche, no cruzamos ni una sola palabra. Mi cabeza nada más que puede pensar en lo que acaba de pasar, lo que él ha visto con sus ojos.
Me giro para mirarlo, las luces van iluminado su rostro mientras que recorremos las carreteras. Su expresión es indescifrable. No puedo deducir si se va a poner a llorar, si me va a echar una buena bronca o si vamos a ir a la comisaria a decir todo lo ocurrido.

-Connor dejame explicarlo -digo con voz temblorosa.

-No quiero escucharte Sam, ahora no.

Reduce la velocidad del vehículo y aparca enfrente de casa. En ese instante me relajo un poco al saber que no hemos parado enfrente de la comisaría.
Se baja del coche rápidamente y va a abrir la puerta de casa. Yo solo le sigo, dudando un segundo de si es lo correcto.

La grava del camino se me mete en los zapatos, hoy no hay luna por lo que todo estaba sumido en una oscuridad tenebrosa que se cierne a nuestro alrededor. Estoy tan cansada... Incluso respirar en estos momentos es una tarea muy complicada.

Una vez dentro mientras Connor cierra la puerta, me quedo mirándole. Necesito que me diga que todo estaba bien, que se solucionará; necesito que me bese y que nos vayamos juntos a dormir como si nada hubiera ocurrido. Este silencio me está matando por dentro, despacio y dolorosamente.

-Sam, sube arriba y duchate con agua bien caliente, asegurate de que no queda ningún rastro en tu cuerpo -dice con tono autoritario sin ni siquiera mirarme.

Me doy la vuelta y subo las escaleras apunto de volver a estallar en lágrimas por segunda o tercera vez en este interminable día.

-Sam, espera -me giro con la esperanza de que me diga que a pesar de todo me sigue queriendo- deja la ropa en la puerta, yo me encargo de ella.

Asiento levemente y continuo subiendo las escaleras. Una lágrima resbala por mi mejilla y ese es el momento cumbre de mi perdición.

El agua me va mojando poco a poco, mientras que yo, acurrucada en una esquina no puedo dejar de llorar sobre mis rodillas. El agua arde sobre mi piel, pero eso da igual. Por muy caliente que esté, el dolor va a seguir conmigo, de la mano.

Una vez fuera, ya vestida con la camiseta de Connor, que puede ser lo único que me quede ahora de él, veo que en el espejo hay una chica rubia con los ojos verdes hinchados de tanto llorar y con aspecto demacrado, que puede que antes fuera bella, pero ahora el dolor la ha corrompido hasta convertirla en polvo. Me niego rotundamente a que esa chica sea yo. Me paso una mano fuertemente por la cara para hacer desaparecer la última lágrima que perturba mi rostro. No quiero ser débil, no debo serlo, tengo que enfrentarme a ello, como no lo he hecho hasta ahora.

Bajo a hablar con Connor. Ha encendido la chimenea. Las llamas danzan alegremente iluminando la estancia. Él tiene la cara enrojecida, ha estado llorando como yo, pero ha esperado a estar solo para desahogarse. Todo esto nos sobrepasa.

-Connor.... -digo algo dubitativa con la voz quebrada- necesito hablar contigo, que me mires, que me digas lo que sientes, que me digas que todo va a salir bien.

- Que todo va a salir bien -deja el atizador al lado del fuego junto a algo que no es madera, algo rojo. Mi vestido- eso es lo que quieres oír, mentiras. Pues esta bien, todo va a salir genial Sam, todo va a ser igual que antes, esta noche no va a cambiar nada.

En pocas palabras me destroza. Cuando tus peores pesadillas se hacen realidad y el dolor y la tristeza se desbordan en tí impidiéndote volver a respirar es cuando te das cuanta que estas perdida de verdad.

- No me hables así, duele más de lo que parece -nuevamente la debilidad llama a mis ojos.

-Y cómo quieres que te hable -se levanta y por fin en mucho tiempo me mira. Pero ahora prefiero que no lo haga- no tienes ni la menor idea de cómo me siento.

Una lágrima cae por su mejilla y sucumbe a la rabia, haciéndome a mí su principal objetivo.

-Tú tampoco sabes como me siento yo -grito frustrada- tampoco sabes la razón por lo que lo he hecho.

-Lo que has hecho es un delito, por si no te habías dado cuenta.

-Pero cuando es por defensa propia no.

Resopla sonoramente y se seca repetidamente una lágrima tras otra. Verle a sí, destrozado, me destruye a mí por completo. Quiero besarle cada lágrima que cae de sus ojos, intentar que el dolor desaparezca de él, abrazarlo para que ese dolor solo me consuma a mí, como debe ser.

-Sam estoy harto de seguir fingiendo que me creo tus mentiras.

- Si te miento es porque quiero protegerte -las lágrimas empiezan a nublar mi visión y una de ellas pesadamente resbala por mi mejilla

-Ja! Protegerme de qué -se burla.

-De mí. De lo que soy y lo que ocurre a mi alrededor -digo llorando nuevamente.

-Y por qué aún sabiéndolo quisiste formar parte de mi vida.

-Porque hay cosas que yo no decido. Cosas que suceden sin más. Y porque me enamore de ti -susurro entre sollozos.- A demás fuiste tú quien me beso, sino lo hubieras hecho tu ahora..... -me cayo antes de pronunciarlo y trago fuertemente.

-¡ Yo ahora qué Sam! -me recrimina.

-Tu..... nada, olvidalo, olvidate de mí y de lo que ha ocurrido, será mejor para todos.

Antes de que pueda decir nada más, me doy la vuelta y subo las escaleras.

El tiempo pasa condenadamente despacio y la angustia me consume.
Desde que subí tengo la esperanza de que Connor entre por la puerta y se acurruque a mi lado, que me bese y durmamos junstos. Pero sé que no va a subir.

Pensando, lo mejor para él es que salga de su vida, alejándome todo lo posible hasta convertirme en un leve recuerdo, aun que eso me haga pedazos difíciles de volver a juntar.
Por él. Por mí. Tengo que irme muy lejos y lo antes posible.

Hacer la maleta, por muchas cosas que lleve es fácil de hacer. Lo complicado es decirle adiós, sabiendo que no va a haber un nuevo hola.

Bajo las escaleras haciendo el mínimo ruido posible para no encontrarme con él. Si tengo que despedirme prefiero no decir nada y marcharme sin más. Pero aún así lo encuentro durmiendo en el sofá, con las últimas brasas brillando en la asfixiante oscuridad. Me acerco a él, con la intención de no despertarle y le beso la frente suavemente haciendo que una lágrima salvaje me resbale por la mejilla.

-Te quiero Connor. Que sepas que no cambiaría ningún beso, ni ningún momento contigo por nada del mundo.

Fuerzo una última sonrisa y salgo de la casa como niebla, como si de verdad nunca hubiera existido.

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