Capítulo 3: ¿Qué estás haciendo?

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Me levanté de la mesa y entre David, Pete y Pierre se sirvieron lo que había dejado en mi plato mientras yo me dirigía a la recámara de Gerard.

Subí las escaleras con cierta rapidez puesto que seguía preocupándome lo que Gerard estuviera haciendo. Efectivamente, al llegar ahí la escena que vi no fue para nada agradable.

-¡Gerard! ¿Qué estás haciendo?

Gerard se encontraba golpeando su cabeza contra una de las paredes de su cuarto, ya me preguntaba el por qué había un lugar específico en su cuarto con la pintura tan deteriorada.

-Gerard... Gerard... Gerard.

Repetía y repetía su nombre pero no me contestaba, no sabía si era porque me estaba ignorando o porque se encontraba tan metido en su mundo que no podía escucharme.

Al no obtener respuesta alguna me dirigí de inmediato hacia donde se encontraba y puse mi mano entre la pared y su cabeza ya que fue lo primero que se me ocurrió para que mi Gee parara de autolesionarse, sin embargo a los dos minutos me dolió demasiado la mano debido a la fuerza con la que este se estrellaba.

-Gerard, amor, ¿Qué pasa? -insistí con la mano dolida.

El nombrado finalmente se detuvo y comenzó a meditar su respuesta, lo pensó durante varios segundos hasta que al fin habló.

-Quiero que mi padre vuelva -contestó con algo de esfuerzo mientras un par de lágrimas se asomaban desde sus ojos.

-Pero Gee, los golpes en la cabeza no harán que tu padre vuelva.

-Claro que sí -rompió en llanto -cuando Gerard fue niño Gerard tuvo cosas por golpes a él -decía entre sollozos y con un evidente pobre manejo de las palabras.

-Pero... -por un momento no supe qué decirle.

Recordé que una vez mi tío me habló algo al respecto de las autolesiones, dos semanas después de haber cumplido los 13 años.

Él aseguró que "ahora que ya has crecido, creo que ya estás en edad para correr ciertos peligros, peligros de los cuales debo hablarte" y me sentó en su consultorio para tener aquella charla.

Para resumir, efectivamente dijo que a mi edad, de ese entonces, algunos adolescentes tienen tendencia a estar muy deprimidos, y comienzan a autolesionarse, al principio me pareció ridículo, ¿Por qué solucionar el dolor con más dolor? Pero cuando me explicó lo que ocurría en el cerebro después de hacerlo, mi duda se aclaró un poco.

Él consideró que en mi caso sólo aplicaban las comunes, pero "ya que estábamos en el tema", me comentó de las orgánicas y las psicóticas. En pocas palabras, las psicóticas son las que ocurren cuando estás bien loco y piensas que es necesario porque una vocesita te lo dice o algo así, y las orgánicas por su parte, se presentan en el autismo y el retraso mental.

Precisamente los autistas lo hacen para conseguir atención o algo que quieren.

-Gerard -le dije acercándome a él, abrazándolo de cierta forma -hay cosas en la vida que... duelen, pero son cosas que pasan por algo y la verdad... bueno.

No quería sonar muy cruel al momento de decirle que su padre nunca iba a volver.

-Las personas que mueren... se van a un lugar a ser felices y no pueden volver. Claro que para entrar a ese lugar primero hay que vivir lo que te toca vivir, así que por favor nunca pienses en morir... -le dije casi uniéndome a su llanto.

Gerard me abrazó muy fuerte y no dijo nada más, correspondí su abrazo sin pensarlo dos veces. Ambos permanecimos así durante varios minutos, incluso pensé que no me iba a soltar nunca, cosa que no me molestaría, en lo absoluto... bueno, quiza sólo cuando deba satisfacer mis necesidades fisiológicas.

La Cortina II: Miedo A La ObscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora