Capítulo 4: Dime

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-Ray...
-¿Qué ocurre Frank?
-Amigo la duda me está matando, sonará raro que algo tan irrelevante me haya mantenido pensando durante todo este tiempo pero... ¿En qué estabas pensando aquel día cuando comimos todos juntos con los Way?
-¿Ah? -me miró extrañado -no, no lo recuerdo.
-Oh... ya veo -lo miré por un momento y él trató de sonreir, o hizo una mueca parecida a una sonrisa.

Se hizo un silencio, él estaba sentado a mi lado en unas bancas situadas el patio de la escuela, y, después de unos segundos carentes de conversación alguna, volteó para otro lado dispuesto a macharse.

-¿A dónde crees que vas Toro? -lo detuve tomándolo del hombro antes de que pudiera pararse siquiera -sé que me estás mintiendo, eres como mi hermano, y estoy seguro de que lo recuerdas, tu reacción y mi intuición me lo dicen, así que dime ¿Qué ocurre?
-No es nada Anthony, sólo olvídalo.
-Haces que me preocupe más con esas palabras.
-Olvídalo.
-¿Cómo crees? ¡Ya dime!

Ray soltó un suspiro y meditó su respuesta durante un tiempo considerablemente prolongado, como si siguiera dudando respecto a decirme o no. Estaba apunto de abrir la boca cuando el sonido de la campana indicó el fin del receso, sin embargo, para mi suerte, la siguiente clase era con Ray, y obviamente nos sentábamos cerca todos los amigos, incluyéndolo claro.

La mayoría de las personas respetarían la decisión de su amigo respecto a compartir o no algo sobre sus vidas, supongo que eso harían los amigos, pero dejando de lado el hecho de que nadie aquí es normal, las "reglas de los amigos" no aplican con los mejores amigos, así que no descansaría hasta que hablara.

-Dime, dime, dime -repetía en un tono molesto, caminando detrás de Ray mientras tocaba reiteradamente su hombro con mi dedo índice.

Mi amigo del afro parecía conseguir ignorarme por completo con facilidad, supongo que a veces puedo ser tan molesto y enfadoso que tanto él como el resto de mis amigos, han desarrollado la habilidad de soportarme, lo cual sí que es sorprendente. En realidad, Ray es un ser sorprendente y siempre lo he sabido, pero esto no se trata de las habilidades de Ray.

Entramos al salón de clases y nuestro profesor parecía tener un ligero retardo ya que no había rastros de él por ningún lado.

-Genial -dije para mí mismo.

Procuré sentarme atrás de Ray, sabía que a Pierre y a David no les molestaría recorrerse un lugar, lo que sí, ojalá y a Gerard tampoco le parezca relevante cambiar de mesabanco por un día. Esperé varios minutos a que Ray bajara la guardia para poder continuar molestándolo. Cuando me pareció que había pasado tiempo suficiente como para que mi amigo pensara que ya no lo molestaría más por el momento, escribí un papelito que lancé directo a su mesabanco. "Dime", era el contenido de aquel mensaje. Vi claramente cómo lo leyó, y al no obtener respuesta alguna por parte suya, decidí bombardearlo con aproximadamente unos diez papelitos iguales, comencé a dudar si lo hacía para saber o por molestarlo. Al parecer, debí haber sido un poco más discreto al momento de recurrir al empleo de diversos medios de comunicación para perturbar la calma de Ray.

-Iero ¿Qué está haciendo? -preguntó el profesor llamándome la atención.
-Nada profe -respondí de inmediato dejando caer el lápiz de mi mano.

El profesor me lanzó una mirada seria con cierto nivel de odio en ella, por un momento deseé con todas mis fuerzas que no me sacara del salón. Su mirada regresó al pintarrón retomando así la clase, por mi parte suspiré aliviado para proceder a tomar nota y poner atención, ya que se supone, es lo que debería estar haciendo. Sin embargo seguía pensando en el misterio de la preocupación de Ray.

Unas interminables horas más tarde el timbre sonó, lo cual sólo significaba una cosa: libertad. Y bueno, también era señal de que podría calmar mi hambre, a decir verdad, soy de esas personas que come y a las dos horas tiene hambre.

Salí del salón detrás de Raymond pero esta vez no dije nada sino hasta estancontrarnos en el patio de la escuela.

-Vamos Raymond, dime -insistí una vez más.
-¡Está bien Frank! -se volteó algo enojado hacia mí y suspiró -estoy asustado, asustado y preocupado.
-¿Pero de qué amigo?
-No lo sé, tengo un mal presentimiento -se acomodó la mochila -es que siento una inquietante desconfianza de... de todo en realidad.
-¿Confías en mí?
-Sí, desconfío de todos menos de ustedes, es horrible... rayos -se llevó las manos a la cabeza -debo irme, hasta luego.
-Oye Ray, sabes que puedes contar conmigo.
-Sí lo sé amigo, gracias, nos vemos.
-Bye.

Después de despedirnos busqué a Gerard para acompañarlo a casa como siempre, a pesar de que pueden venir por él en coche, él mismo prefiere regresar caminando a mi lado ya que ambos pasamos un rato agradable, sin embargo, sin quererlo, Ray me transmitió sus preocupaciones. Por un momento me sentí... paranóico, tal como él describió su situación previamente. Miré hacia el suelo con un sentimiento de tristeza dentro de mí.

-Gee -abracé a mi novio en busca de calma.
-¿Qué ocurre?
-Nada, necesito un abrazo -le dije pegando mi cabeza a su cuello.

Él como respuesta acarició un poco mi cabello y me dio un beso en la mejilla, le ofrecí una pequeña sonrisa y lo besé, dejamos de caminar por un momento, Gerard puso sus manos al rededor de mi cuello mientras las mís estaban en su cintura, acariciándolo suavemente con mis pulgares, nuestras lenguas se juntaron y realmente disfruté del momento, momentos como estos podría tomarlos conmigo y hacerlos durar por siempre. Ambos permanecimos así durante tiempo relativamente largo, incluso pude escuchar un comentario homofóbico al cual no le di importancia.

-Te amo Frankie -me dijo mirándome a los ojos una vez que nuestras bocas se separaron.
-Y yo a ti Gee.

Seguimos caminando, tomados de las manos, por un momento mis preocupaciones desaparecieron, hasta que me di cuenta de algo a lo que, como dije, anteriormente no le tomé importancia.

Esa voz.
Me pareció.
Familiar....

La Cortina II: Miedo A La ObscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora