Capítulo 20: Malas Noticias.

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A la mañana siguiente desperté más temprano de lo usual. Traté de levantarme de la cama sin hacer tanto ruido para no despertar a mi Gee, el cual aún dormía plácidamente en el extremo derecho de mi pequeña cama ¿Y cómo culparlo? Le costó demasiado trabajo conciliar el sueño en todo este tiempo, por lo que trae demasiado cansancio acumulado, o al menos eso fue lo que me ha estado diciendo...

Tomé un baño de agua fría mientras tarareaba "My Generation" de The Who, creo que siempre fue de mis canciones favoritas, la escucho desde niño ya que mi papá solía ponerla para despertar, entonces yo despertaba escuchando eso también. Vaya, como pasa el tiempo, en aquel entonces yo apenas estaba en la primaria, era mucho más enano de lo que soy ahora. Tenía como unos 7 u 8 años y mis padres solían estar en casa más seguido, no podían dejar solo tanto tiempo al pequeño Frank.

Una vez que terminé de ducharme sequé mi cabello y busqué algo que ponerme antes de que Gerard despertara, a pesar de que ha visto e incluso tocado cada parte de mi cuerpo, me sigue pareciendo algo incómodo tener sólo una toalla para cubrirme mientras él está en la misma habitación que yo. Supongo que me vestí tan rápido y apresurado que no noté que tomé la blusa de Gerard en vez de una mía, fue él quien me lo tuvo que hacer notar:

-Frankie... ¿Esa es mi blusa? – preguntó medio dormido aún.
-Oh – mire hacia abajo algo avergonzado – ¡Tienes razón! – Comencé a retirarla – con razón la sentía tan grande...
-No, déjatela, te vez guapo así – sacó la lengua en plan de broma mientras guiñaba un ojo y hacía un ruido con la boca.

Hice caso omiso y a consecuencia recibí otra sacada de lengua, esta vez con un enfoque además de infantil, de desagrado hacia mi acción, yo sólo le regalé una sonrisa y un beso en la mejilla mientras acariciaba su pelo, el cual se convirtió en un tierno beso en los labios, de esos que aún hacen que mi estómago se retuerza, se esos que sólo él sabe dar.

Sin decir nada Gerard pasó al baño y una vez que salió tomó su mochila mientras decía las siguientes palabras "-Bueno, ya es hora de ir a la escuela".

-Maldición, hoy es lunes – pensé.

Me coloqué una blusa rosada que se encontraba arrugada en el piso, creo que no había tiempo para buscar algo más decente por lo que una vez vestido salí casi corriendo. tras Gee.

-¿Sabes Frankie? Quiero un pingüino – comentó mi pelinegro de la nada.
-Puedo ser tu pingüino si quieres – reí.
-Suena divertido, ¿Puedo enseñarte trucos?
-Si quieres.
-Pon un huevo –ordenó con cierta seriedad.

No respondí, pero comencé a caminar como pingüino ya que sinceramente no se me ocurrió la manera de poner un huevo, quizá si estuviéramos solos en mi cuarto o tuviera un huevo de gallina a la mano haría alguna estupidez, sin embargo no contaba con recursos necesarios para poner un huevo. En ese momento hubiera deseado llevar de lunch un huevo cocido, sin embargo tiene tiempo que si quiera llevo lunch a la escuela.

Una vez que llegamos a nuestro colegio encontramos a la señorita Blake sentada afuera de nuestro salón de clases, disfrutando de un sandwich con ingredientes misteriosos los cuales no quisiera conocer su identidad, Gerard la saludó a su manera tan de él y yo supe que sería mejor ir entrando al salón puesto que no era tan temprano después de todo.

Simplemente no ocurrió nada interesante durante las siguientes 6 horas, por lo que encuentro inútil describir cómo un señor hablaba de temas con una aparente carencia de relevancia mientras yo me dormía y le copiaba los trabajos a Ray una vez que entre sueños lograba enterarme que debíamos hacer algo más que aparentar prestar atención. Lo importante, como casi siempre, sucedió ya que dieron el toque final y salimos de clases. Aquella extraña pero apreciada mujer se acercó a mí con Gee, pidiéndome que los acompañara y la guiara con el psicólogo del pelinegro, puesto que aseguró, necesitaba que hablaran los tres, asentí con la cabeza algo preocupado por lo que podría estar pasando, pero a la vez sabiendo que sería lo mejor para mi novio.

Subí a su auto sin más que hacer o decir, después de todo, ella nos ha apoyado desde que todo esto comenzó y no creo que de la nada decida hacerle daño a Gerard, en resumen, tiene mi confianza. Y por otro lado, también le guardo una confianza incondicional a mi tío, que era precisamente con quién iríamos, en caso de que las cosas salieran mal, tengo a mi tío de mi lado, por lo que no había motivo de qué preocuparse.

Durante el trayecto recosté a Gerard en mis piernas para que pudiera descansar un poco más, después de todo lucía cansado, además, específicamente la señorita Blake y yo le dábamos seguridad, por lo que cuando alguno de nosotros estaba cerca, él podía dejar de estar en modo de alerta y darse el lujo de descansar un poco más. De alguna forma tenía claro que si había algún peligro ambos le brindaríamos apoyo incondicional con tal de que esté a salvo.

Por eso aprecio a esa maestra, por el cariño que le tiene a mi Gee, cariño que la lleva a apoyarlo en todo.

Ya ahí, la señorita Blake entró con Gerard y yo me quedé en la sala de espera, noté que mis comics seguían aquí, hace unos años se los doné a mi tío para que sus pacientes más pequeños pudieran leerlos mientras esperaban. Comencé a hojearlos un poco y estos me trajeron recuerdos suficientes como para pasar el rato. Una vez más recordé la primaria y cómo compartía las aventuras de mis héroes favoritos con algunos de mis compañeros, los cuales aportaban a la conversación con una notable emoción.

-Frank, sobrino, tu maestra, Gerard y yo llegamos a un acuerdo y creo que tienes derecho a estar enterado...

La Cortina II: Miedo A La ObscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora