-Creo que me salvó la vida. -Conteniendo un gemido, Juan Pedro se colocó el polo por la cabeza-. Y es un comienzo para tratarse de alguien que, supuestamente, me quiere muerto.Gastón Dalmau abrió y cerró la boca.
-Cuéntame qué pasó.
Peter así lo hizo, comenzando por la ruidosa máquina de fax que algún idiota había programado para que llamara a su número privado cada dos minutos a partir de las dos de la madrugada, la llamada de seguridad de Fernández, que había escuchado por casualidad, en la que informaba a Iván de que había descubierto un intruso y el modo en que la señorita Rinaldi había tratado de detener los pasos de Fernández para lanzarse a continuación sobre él justo cuando explotó la galería.
-«¿Rinaldi?» -repitió Dalmau.
-Supongo que mentía -dijo Peter con una débil sonrisa.
-¿Tú crees? Sabía lo de la bomba.Peter negó con la cabeza.
-Vi la expresión de sus ojos cuando se abalanzó contra mí. Estaba aterrorizada.
-Yo también lo estaría si algún imbécil de seguridad hiciera estallar mis explosivos antes de haberme podido ir.
-Podría haberme dejado atrás antes de que explotara. No lo hizo. Me derribó. Y no fui yo quien me fui escaleras abajo, piense lo que piense la policía.
Por supuesto que ella se encontraba en su propiedad para robarle. Y su naturaleza cínica y recelosa admitía que podría haberse encontrado ahí para matarlo. Sin embargo, resultó que algo lo había cambiado todo. Y quería saber de qué se trataba, y por qué.El detective que había conocido entró en la habitación.
-Castillo -dijo, mostrando su placa cuando Gastón se dispuso a acercarse-. ¿Está seguro de que ella no chocó con usted por accidente, señor Lanzani?
-Estoy seguro -gruñó Peter. No quería hablar con el detective en ese momento. La explosión se había convertido en algo muy personal. Quería ser él quien hiciera las preguntas, y quería las respuestas para sí. Esto era como trabajar para otro... y no era así como conducía sus asuntos, ni su vida.El detective se aclaró la garganta.
-Tengo mis sospechas. Hemos dado orden de búsqueda y, como ya he mencionado, tiene que aparecer en algún centro para solicitar atención médica. Le sugiero que busque un lugar donde quedarse y yo colocaré vigilancia para usted las veinticuatro horas.Peter frunció el ceño.
-No quiero que me sigan a todas partes.
-Es el procedimiento.
-No. No dejaré que me echen de mi propia casa, y ya cuento con mi propio servicio de seguridad.
-Con el debido respeto, la seguridad de su casa no es de las que impresiona, señor Lanzani.
-En estos momentos, a mí tampoco. -Refunfuñó en voz alta, y se levantó con cuidado para ponerse un pantalón cómodo.
-¡Espera Peter!. Voy a traer una silla de ruedas. -El abogado se dirigió hacia la puerta.
-Iré caminando -contestó Peter, apretando la mandíbula mientras se erguía. Probablemente, debería de estar agradecido de que su sangre no estuviera derramándose por el suelo, por qué si que le dolía. Y la señorita Rinaldi había estado allí mismo con él-. Gastón, quiero a Mayer-Smith al teléfono ya mismo. Y no a algún zángano, sino a alguien que pueda responder a unas cuantas preguntas.
-Estoy en eso. -Dalmau regresó a la habitación con el celular pegado a la oreja y una silla de ruedas.Tratando de no doblarse de dolor, Peter se dirigió hacia Castillo.
-Si encuentra a la señorita Rinaldi, cuando la encuentre, quiero saberlo. Y quiero estar allí.
-Ese no es el procedimiento, señor Lanzani.Dejando a un lado su postura, Peter se sentó pesadamente en la silla de ruedas.
-Me importa un comino el procedimiento. Con mis impuestos se paga mucho de lo que ustedes hacen. Si va a hablar con ella, yo voy a estar ahí.Gastón le lanzó una mirada, pero Peter fingió no darse cuenta. El problema y, por tanto, las respuestas, le pertenecían a él.
-Veré qué puedo hacer.
-¿Que él, qué?Mariana se estremeció.
-Demonios, Nicolás, ten cuidado. Necesito ese brazo.Nicolás, con sus dedos sorprendentemente delicados, miró con el ceño fruncido el brazo y unió el largo corte dentado.
-Tienes que ir a un hospital. -Con su mano libre, oprimió un tubo de pegamento extra fuerte a lo largo de la herida.
-Lo que necesito es un objeto afilado y contundente para poder pegarte en la cabeza -contestó, más para ocultar su grito ahogado de dolor que porque estuviera realmente molesta-. Dijiste que Lanzani estaría en Punta del Este un día más.
-Eso también pensaban los periódicos. Algún negocio con Ignacio Pérez. Échales la culpa a ellos por no tener la información correcta, o a él por mentirles. Y, bien podrías haber agarrado uno de los Picasso al salir. Ya se había disparado la alarma.
-Como si quisieras vender un Picasso sin un comprador. Y ya estaba lo bastante ocupada, gracias. -Había tenido las manos ocupadas con un Juan Pedro Lanzani muy pesado y muy inconsciente. Había visto algunas fotos de él en las revistas durante su sonado divorcio dos años atrás y en uno de los actos benéficos nocturnos de Puerto Madero hacía tan sólo un par de meses, cuando donó una generosa cantidad de dinero para alguna causa en algún evento organizado por quienquiera que fuera. Rico, divorciado y reservado. E irritantemente impredecible.
Continuará...
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Arte Para Los Problemas(LALITER)
FanfictionMariana Espósito, la mejor ladrona de obras de arte, tiene como próximo objetivo una delicada tablilla troyana que pertenece a Juan Pedro Lanzani, un empresario multimillonario. La operación se ve truncada cuando es descubierta en medio de la noche...