Capitulo 95

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—De acuerdo. Mi teoría es ésta: Maxi vino desde esa dirección porque es la ruta más segura que va desde donde hallamos la huella hasta la casa.

—¿Por qué molestarse en ser tan sigiloso si Dante se encargaba de apagar todas las cámaras exteriores? —preguntó Juan Pedro.

—Tengo una teoría, pero esperemos un momento. —Deslizó la mano a lo largo de la surcada pared de yeso, adentrándose aún más en las sombras—. ¿Qué hay aquí? —preguntó, dando un golpecito a una ventana.
Él ajustó su perspectiva.

—Es el almacén. Sillas de repuesto y extensiones para mesas para grandes fiestas. Ese tipo de cosas.
Ella encendió una linterna que Peter no se había percatado que llevara.

—Aquí está. —Con la yema del dedo rozó un leve arañazo en la pintura que iba hacia el rebajamiento—. Introdujo una palanca plana y abrió el pestillo.

—Así que no sólo las cámaras y los sensores estaban desconectados.

—No creo que el exterior al completo estuviera desconectado —dijo entre dientes—, o Maxi no se hubiera molestado en ser sigiloso. Si estoy en lo cierto, seguramente Cortés desconectó todos los sensores y alarmas internos de la casa; así es más fácil, sobre todo cuando podría desconocer el tipo exacto de seguridad que tenías en torno a la puerta de la galería. Pero nos estamos precipitando. Entremos de nuevo.

—¿Entrar?

—Por la puerta, a menos que quieras trepar y hacerlo por la ventana —dijo, sus dientes formaban una pálida curva blanca en la oscuridad.

—Entremos.

Volvieron a entrar por la puerta del patio y se dirigieron hacia el laberinto de pasillos que llevaban hacia el trastero. La puerta estaba cerrada con llave, pero Mariana la abrió antes de que él pudiera sacarla.

—La cerradura de la ventana está rota —dijo, moviéndose por entre los montones cubiertos con sábanas de mobiliario suplementario—. ¿Ves? —Empleando el extremo del mango de la linterna, dio un golpecito a la cerradura. Parecía cerrada, pero ésta se deslizó a un lado ante su contacto.

—Recca la forzó de modo que pareciera cerrada después de salir por la misma ventana.

—Sí.

—De acuerdo pero tengo una pregunta.

—Dime.

—¿Por qué estaba Recca en la casa si el propio Dante iba a dar el cambiazo a la tablilla?

—Esa, lindo, es la pregunta del millón —respondió, saliendo de la habitación—. De acuerdo, somos Maxi. Sabemos dónde está la galería porque tenemos los planos. También sabemos que la cámara de seguridad del cuarto no está grabando, del mismo modo que sabemos que será seguro entrar por la ventana.

—Así que subimos al tercer piso por la escalera de atrás —dijo al tiempo que lo ponían en práctica—, teniendo cuidado de eludir la cutre vigilancia del tal Lanzani hasta que estemos a salvo en la galería.
Ella siguió avanzando.

—Llegamos a la puerta y podemos ser un poco descuidados al forzar la cerradura secundaria porque las pruebas van a volar por los aires en un par de minutos.
La puerta colgaba hacia el interior del cuarto, suspendida de una bisagra, pero ella realizó unos movimientos con sus ágiles manos, y luego entró.

—Puesto que sabemos que los sensores de movimiento están desconectados —prosiguió—, tomamos la tablilla y salimos de nuevo, y cerramos la puerta al hacerlo.

—¿Porqué?

—Supongo que porque quería que todo pareciera normal desde la galería. Si Fernández, por ejemplo, hubiera visto la puerta abierta, podría haber entrado y salido por el mismo camino, sin explotar la bomba.
Juan Pedro se la quedó mirando durante un largo rato.

—¿Así que Fernández era el objetivo?
Ella se agachó lentamente junto a la pared como si colocara los explosivos. Respiró hondo y se levantó de nuevo.

—La verdad es que no lo creo.

—Dime qué estás pensando.

—Ésta es la parte de la que no estoy segura. —Se secó las manos en la parte trasera de su short con la mirada clavada en el agujero que había en la parte baja de la pared, donde había estado la bomba—. Ten un poco de paciencia conmigo... esto va a parecer una auténtica locura.

—Me da la sensación de que esa locura es lo único que tendrá lógica. ¿Y qué sucedió con los vigilantes de seguridad? Dante no podía «desconectarlos».

—Hacen rondas de quince minutos. Maxi era consciente de eso, al igual que yo.

—Así que Cortés y Recca trabajaban juntos.

—No lo creo. Hay varios indicios de que Maxi sabía que Cortés iba a apagar las alarmas internas. Lo que no veo es ningún signo de que Cortés supiera que Maxi iba a estar aquí.
Juan Pedro levantó la cabeza para mirar en dirección a la entrada de la galería al tiempo que asimilaba tal teoría.

—Pero estamos seguros de que fue Cortés quien desactivó la señal de las cámaras y las alarmas, ¿no?

—Sí, porque lo hizo cuando colocó las granadas y metió la falsa tablilla entre mis cosas. —De pronto dio un paso adelante—. Seamos Cortés durante un minuto.
Se dirigió escaleras abajo, no hacia el despacho del asesor, si no a su pequeña habitación privada.

—Después de medianoche, se habría quedado aquí, ¿no?

—Sí.

—Conforme a la teoría de que es él quien ha estado dando el cambiazo a las demás piezas de arte, asumiré que conoce un modo efectivo de apagar las alarmas. —El ceño que, debido a la concentración, arrugaba su frente se hizo más marcado—. O bien eso, o controla a Iván a su antojo. Ya no hablamos de la participación de una comisión por una tablilla troyana robada. Hablamos de cincuenta millones de dólares en material que sale por la puerta de manera regular.

—Interesante teoría —dijo Juan Pedro con aire sombrío.

—Pero no por esta noche. —Abriendo la puerta de Cortés con la misma facilidad con que lo había hecho con la del trastero, entró en el cuarto—. Probablemente guardará aquí la falsificación, ya que Gastón y tú tienen acceso a su oficina. —Observó la habitación, una leve arruga en su ceño hizo aparición en su rostro—. Tenía intención de preguntar antes, ¿por qué no hay ninguna obra de arte aquí?

Arte Para Los Problemas(LALITER) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora