—¿Qué? ¿Qué pasa? —De pronto sintió frío. Y se sintió muy, muy enojada. Alguien tendría que darle un buen golpe a Peter.
—No te muevas. Enseguida vuelvo.
Observó como se dirigía, completamente excitado y magnífico, al baño y salía un momento después.—Ah, el paraguas del amor —susurró, alzando los brazos para rodearle el cuello y hacer que volviera junto a ella. Peter hacía que su cerebro estuviera tan empañado por la lujuria que ni siquiera había pensado en la protección, y eso no era propio de ella.
Aunque tampoco lo era irse a la cama, o al suelo, con alguien como Juan Pedro Lanzani.—Preparada o no —murmuró, separándole suavemente las rodillas.
—Preparada. Definitivamente preparada. —Él se deslizó en su interior con agónica lentitud. Lali echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos mientras la llenaba; la ardiente y rígida extensión de su cuerpo dentro de ella era tan exquisita que apenas podía respirar.
—No, Mariana. Mírame —gruñó, hundiéndose completamente en su interior.
Se apretó contra él, obligándose a abrir los ojos para clavarlos en su mirada. Lo sentía enorme y duro como una roca cuando comenzó a mover las caderas y se arqueó para salir a su encuentro. Fuego. Él era como fuego y ella ardía. El calor la abrasó. Lali deslizó los brazos alrededor de su cuello y enroscó los tobillos en torno a sus caderas al tiempo que él se movía. Hundió las manos en su espalda, en sus nalgas, correspondiendo a cada uno de sus envites, sintiéndose colmada y tensándose hasta que, con un débil gemido, se fragmentó en mil pedazos.
Peter redujo el ritmo pero siguió moviéndose dentro y fuera, dentro y fuera.—Mmm. Sentirte es algo maravilloso —murmuró.
Lali no podía articular palabra, no podía hacer otra cosa que jadear en busca de aire y flotar en la blanca bruma que inundaba su mente. Ella siguió y siguió, la pausada cadencia de Peter la impulsó más allá de donde jamás había ido.
—¡Dios! —balbució, obligándose a que sus ojos enfocaran—. Haz, eso otra vez.
Peter rio entre dientes, inclinándose para besarla de nuevo.—No pienso detenerme.
Aumentando el ritmo, llevó las manos a la espalda para subir sus piernas alrededor de su cintura. Ella lo complació y el movimiento hizo que la penetrara más profundamente y con mayor fuerza. Mientras Lali sentía la tensión crecer entre ambos, flexionó los músculos del abdomen, apretándose a su alrededor. No en vano hacía ejercicio.
Él gimió, plantando las manos sobre sus hombros y embistiendo profunda, fuerte y rápidamente. Lali alcanzó el orgasmo de nuevo con sorprendente intensidad, arrastrándolo con ella.
Peter se corrió con un profundo gemido de satisfacción, dejó caer su peso sobre ella y apoyó la cabeza en el suelo junto a su cuello. Mariana siguió rodeándolo con los brazos, y finalmente cerró los ojos. Mientras escuchaba su áspera respiración en su oído y sentía el corazón de ambos latiendo fuertemente al unísono, comprendió lo que hacía que lo deseara tanto. Se sentía segura en los brazos de Juan Pedro Lanzani.
Momentos más tarde, él levantó la cabeza, con un mechón cayéndole sobre un ojo, para mirarla.—El dormitorio está por allí. ¿Vamos?
Ella rio sin aliento, besándolo de nuevo, recorriendo con dedos la recta y sudorosa línea de su columna.—¿Cuántos «paraguas» tienes?
—No los suficientes, sinceramente —respondió, poniéndose en pie y tirando de ella para tomarla en brazos y llevarla desnuda a la habitación azul oscura.
Juan Pedro abrió lentamente los ojos, con cuidado de no moverse. Una semana antes, lo último que hubiera esperado habría sido despertar en la cama con alguien como Mariana Espósito a su lado. Ahora ella yacía acurrucada junto a él con una mano sobre su torso y su suave y firme respiración junto a su oreja. El pelo le caía sobre la cara y a él le hacía cosquillas en el hombro. El brazo que Peter tenía debajo de ella estaba completamente entumecido, pero no le importaba. ¡Qué noche! No se había equivocado al considerar que aprendía mediante la experiencia táctil; no creía que quedara un solo centímetro de su cuerpo que Lali no hubiera explorado con sus manos o su boca.
Había habido otras mujeres, tanto antes como después de Pamela: modelos y actrices en su mayoría, ya que a éstas no les importaba la falta de privacidad que por lo general conllevaba ser vistas en su compañía, o el escaso tiempo que pasaba con ellas entre una aventura y otra. Con Mariana ambos temas iban a ser un problema. Su necesidad de privacidad era parte integral de ella tanto como sus manos. Y quedaba el hecho de que se iría tan pronto como averiguaran lo que estaba sucediendo, para seguir con su vida como hasta entonces había hecho. Lali estaba muy equivocada con eso.
Sus ojos se abrieron, inmediatamente alerta, recordando al instante dónde se encontraba y por qué.—Mmm. Buenos días —dijo con una sonrisa coqueta, desperezándose como una gata.
—Buenos días.
Él recuperó su brazo y flexionó los dedos para que circulara la sangre. Colocó el brazo superviviente bajo la cabeza para observarla, para contemplar la contracción de los músculos bajo su piel mientras se sentaba, la satisfacción de su rostro y la elevación de sus pechos mientras estiraba los brazos por encima de la cabeza. A pesar de que iba a tener que darse el trabajo en comprar otra caja de condones, se puso duro de nuevo.
Ella desvió los ojos por la sábana justo por debajo de su cintura.—¡Qué bárbaro! Pensaba que eras tranquilo y aburrido.
—¿Empezamos con la séptima demostración de que eso no es así? —murmuró, y se acomodó a su lado, ahuecó la mano sobre su pecho izquierdo, y sintió aumentar y endurecerse el pezón contra la presión de su palma.
—¡Dios!, ¿el séptimo? —dijo, arqueando la espalda ante su contacto—. Creí que no era más que un orgasmo continuo.
—Puede que para ti. A mí la protección me obliga a llevar la cuenta.
Mariana rompió a reír, volteándose para rodear su cuello con los brazos y besarle en la boca, las orejas, la garganta, el pecho, en cualquier parte que pudiera alcanzar su boca. La noche anterior se había mostrado franca y muy receptiva, pero ésa era la primera vez que la había oído reír de verdad. Devolviéndole una sonrisa de oreja a oreja, la levantó en su regazo, con cuidado de no tirar de los puntos en su muslo cuando le colocó las piernas alrededor de la cintura y lentamente estuvo dentro de ella.
Se había hecho considerablemente tarde cuando terminaron, se había perdido otra reunión por la venta de la WNBT, y ambos estaban hambrientos.
—Llamaré para que Reinaldo nos suba algo para desayunar —dijo, alargando el brazo al teléfono de la mesita de noche.
Ella se tumbó boca abajo donde él la había dejado después del último jolgorio.—No. Necesito una ducha. Algo que ponerme y ropa interior limpia.
—Pediré que lo traigan.
Mariana giró la cara hacia él.—No vas a comprarme ropa interior —declaró—. Tengo una muda en el bolso, en el coche.
—Entonces pediré que te la suban —respondió, vagamente irritado—. A menos que estés intentando escapar.
Le dedicó una sonrisa de suficiencia, poniéndose de costado para mirarla fijamente.—Estoy desnuda en tu cama, su señoría. Pero seguimos teniendo un trato que no tiene que ver con el sexo.
—Seguiremos teniendo un trato aunque pida que nos traigan comida y ropa.
—¡Hey, muchacho! —replicó, sentándose y bajando las piernas por un lado de la cama—, deja de presumir. No me impresiona tu habilidad para comprar calzones rosas. Anda a buscarme una bata o algo.
—Están colgadas detrás de la puerta del baño. Anda tú, ladrona.
Bajó de la cama después de brindarle una rápida sonrisa y un beso en la mejilla, y se marchó correteando desnuda por la habitación. Juan Pedro se incorporó de nuevo para verla marchar. Seguía sin entenderla. Era extremadamente fuerte, pero tan delicada a la vez. Mariana Espósito le fascinaba, y pasar una noche dentro de ella, sobre ella, debajo de ella y a su lado no había hecho que disminuyera aquella sensación lo más mínimo.
ESTÁS LEYENDO
Arte Para Los Problemas(LALITER)
FanficMariana Espósito, la mejor ladrona de obras de arte, tiene como próximo objetivo una delicada tablilla troyana que pertenece a Juan Pedro Lanzani, un empresario multimillonario. La operación se ve truncada cuando es descubierta en medio de la noche...