Capitulo 100

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Martes, 2:12 p.m.

—Cambio de planes —dijo Peter hora y media después de haber despegado. Colgó el teléfono que había instalado al lado de su asiento, aparato del que prácticamente había estado colgado desde el despegue.

—¿Qué cambio? —Había visto de todo como para que la impresionara un jet privado lujosamente alfombrado, con su auxiliar de vuelo personal y una habitación trasera exclusiva con un bar, una mesa para conferencias, sofá-cama y televisión. Dejó de juguetear con el control de la televisión del compartimiento principal para dirigirse hacia él y mirarlo atentamente. Se habían puesto a trabajar más tarde de lo que ella esperaba, pero luego de cuatro horas de mirar por las ventanas del jet en busca de policías, la Interpol, el FBI y cualquiera que pudiera o quisiera atraparla en ese momento, estaba más que feliz de encontrarse en pleno vuelo.

—No está en Punta del Este. Era Gastón, furioso porque nos fuimos sin avisarle.

—¡La pucha! —respondió—. Entonces, ¿adónde vamos?

—Está en la sucursal de Londres. —Peter se recostó, y se fue bebiendo el té que la azafata le rellenaba en silencio cada veinte minutos sin demora—. Sabes, aún me pregunto por qué quería que me quedara otro día en Punta del Este, sobre todo después de... la desorbitada cantidad de capital que pedía a cambio de controlar acciones en su banco. —Exhaló bruscamente, las hermosas facciones de su rostro teñidas de indignación—. Incluso se ofreció a concertar una visita a la planta de Mercedes Benz.

—Démosle cierto crédito —respondió—. No quería que estuvieras medio de un robo.

—Lo que nos lleva a la pregunta de si sabía o no sobre Recca y los explosivos.

—Si lo sabía, no quería que volaras por los aires.

—Por supuesto que no; si estuviera muerto, no podría sacar a su banco de los constantes problemas en los que se mete.
Lali se aclaró la garganta.

—¿Podemos estar seguros de que Cortés no nos ha dado un nombre para sacarte de su caso? ¿Te imaginas a Pérez haciéndote esto?
El ceño que lucía desde la noche anterior se hizo más marcado.

—¿Cómo describiste a Recca? ¿Excesivo, ambicioso, sin demasiados escrúpulos en cuanto a cómo llevaba a cabo un negocio mientras que los resultados fueran satisfactorios?

—Algo por el estilo.

—Bueno, Ignacio es igual. Ha habido ocasiones en las que ha intentado atrasarme en un acuerdo... y, sin embargo, ha terminado con cuantiosas pérdidas por ello.

—Motivo por el que quería que compraras activos de su banco.
Juan Pedro se puso en pie.

—Sí. Dame un segundo, ya vuelvo. Tengo que comunicarle a Elías que vamos a Heathrow. —Al pasar por su lado se agachó a besarla en la frente—. Deberías dormir un poco. El sillón del fondo se despliega.

A Lali no le vendría mal unas horas de sueño. Antes de que él pudiera esfumarse en la cabina del piloto, Lali levantó el brazo y buscó su mano, apretándola entre la suya.

—He descubierto algo.
Él se detuvo, girándose de cara a ella.

—¿El qué?

—Que... me gusta tenerte conmigo mientras duermo. —Frunció el ceño ante su súbita expresión arrogante y engreída—. Lo que pasa es que eres simpático y calentito.
La sonrisa que curvaba su boca alcanzó sus ojos.

—Hum. Y, mira que oportuno, acabo de acordarme que prometiste que podría aprovecharme de ti.

Un calor líquido surgió entre sus piernas. No cabía duda de que se le ocurrían peores formas de pasar unas pocas horas. Más cuando la noche anterior había creído que su sociedad se había terminado.

—Pero, ¡qué coincidencia!

—¿No que sí?

Cuando él volvió de la cabina unos minutos después Lali había no había encontrado nada más interesante para ver que una película de hombres lobo. Sonrió al ver la expresión lujuriosa en sus ojos. Era una suerte que se hubiera terminado la semana de Godzilla.
Peter se arrodilló delante de ella, y empezó a deslizar las manos lentamente por sus muslos y alrededor de su cintura.

—¿Cuánto hace que no estoy dentro de ti? —murmuró, mirándola fijamente a la cara.

—Ah, me parece que unas dieciséis horas —dijo, deseando que su voz pareciera algo más firme.

—Demasiado tiempo. —Se inclinó, y la besó en el cuello, en la base de la mandíbula. Por lo visto ya había descubierto que podía hacer que se derritiera besándola en ese punto.

—¡Dios mío! Prácticamente estoy teniendo un orgasmo ahora mismo.

—Bueno, entonces permíteme que me una a ti. —Capturó su boca, y la besó apasionadamente con labios, dientes y lengua en plena acción.

—De acuerdo, colega, a la habitación de atrás. Ahora —dijo con un tono tan autoritario como le fue posible.
Peter colocó un brazo bajo sus muslos y el otro detrás de su espalda y la levantó.

Arte Para Los Problemas(LALITER) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora