Capitulo 53

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—No tiene sentido —dijo pausadamente—. La compensación es la misma si el objeto es robado, perdido o destruido.

Peter se puso en pie. Lali pensó que pretendía ponerse a pasear de un lado a otro, tal como hacía ella cuando trataba de descifrar un enigma particularmente complicado, pero, en cambio, fue hacia el teléfono y marcó. Ella se obligó a permanecer inmóvil, confiando en que no hiciera algo que pudiera poner sus vidas, o su propia libertad, en peligro.

—¿Ro? Hola, soy Peter. ¿Está Gastón?

Lali puso los ojos en blanco. Aun en el caso de que no albergara ninguna sospecha sobre él, debía admitir que le gustaba discutir con Gastón. Además de resultar divertido, podía molestarlo lo suficiente como para que cometiera algún error.

—Gastón. ¿Quién se encarga de elaborar mis registros? No, no me refiero a la mía. Los inventarios de la propiedad. Necesito saber quién estaba aquí, digamos... las últimas tres semanas.
Mariana se sentó en el borde y guardó de nuevo las fotos en su expediente.

—Además, ¿podrías comprobar los servicios externos que nos envían regularmente a la misma persona? —Hizo una pausa—. De acuerdo, Gastón, no, no necesito que lo traigas en persona. Mándame por mail. Pero lo necesito hoy, así que tendrás que pasar por la oficina. Y quiero también una lista del personal de servicio externo que suelen estar habitualmente asignados aquí. —Hizo nuevamente una pausa para escuchar, su postura pasó de ser atenta a agresiva—. No es asunto tuyo.

—Está hablando de mí, ¿verdad?

—Silencio. —Le dio la espalda, acercándose a la puerta de la terraza, teléfono en mano—. De acuerdo, de acuerdo, sí... ha sucedido algo más. Te quiero aquí mañana a las diez con un abogado, quizá Macón, alguien que se tome en serio la confidencialidad abogado-cliente.
Regresó al sillón luego de colgar el teléfono de mala manera.

—No discutas —dijo, antes de que ella pudiera abrir la boca—. Creo que hay que estar preparado para cualquier contratiempo. Si Castillo, o quien sea, se entera de esto —y señaló la tablilla—, estarás metida en un gran problema. Falsa o no, no quiero que te encuentren con ella.

—Posiblemente, era eso lo que pretendía quien me la endosó. ¿Quieres que la esconda en algún sitio?

—Yo me ocuparé.

—Peter, con el debido respeto, eres un tipo listo, pero no tienes mis habilidades. Sé esconder cosas. Estoy más metida en este problema que tú, y no quiero que acabes en la cárcel porque yo te haya pedido ayuda.

—Es un poco tarde para eso, chiquita —dijo, recogiéndole el cabello por detrás de los hombros—. Como dice el dicho: "A llorar al río".

Dios, la hacía estremecerse con tan sólo el roce de su mano en su cabello. Siguió su impulso y se inclinó para besarle. Peter le rodeó los hombros con un brazo, atrayéndola lentamente y profundizando la unión de sus bocas. Igual que antes, cuando comenzaba a tocarla de ese modo, su mente se cerró. Era demasiado tentador abandonarse a él, dejar que todo se desvaneciera. Todo, a excepción del placer, el calor y Juan Pedro Lanzani. Funcionaría durante un tiempo, hasta que alguien decidiera colocar en su bolso la pistola que había acabado con la vida de Maxi o alguna otra cosa.

Lali se echó hacia atrás, pero él la siguió, recostándola de espaldas con la cabeza apoyada en el petate. Una mano caliente se deslizó por su camisa, tomando un pecho en ella.

—Peter, para —protestó con un gemido de placer medio estrangulado.

—Te deseo —murmuró, hundiendo el rostro en su cuello.

—Dios mío —se estremeció, empujándolo—. Nos hemos pasado toda la noche demostrando hasta que punto nos deseábamos. Deja de distraerme —farfulló, zafándose de sus brazos.

—Me parece que eso es un cumplido.

—Quiero ver los vídeos de anoche y también los de esta mañana, Peter.

—Más tarde.

—Quienquiera que sea, siempre va un paso por delante de nosotros —dijo, poniéndole la mano sobre su sensual boca cuando él se disponía a discutir con ella—. Quiero, al menos, estar a la par. Aunque estaría bueno sacarle ventaja, ¿no te parece?
Con una maldición, exhaló y se sentó erguido de nuevo.

—Está bien. Vamos a ver el video. —Echó un vistazo a la tablilla—. ¿Y dónde recomiendas que pongamos esto? ¿Debajo de la cama?

—Me parece que no.
Después de envolverla en la tela protectora, vació la mochila, enrolló el bulto en una camisa y lo metió dentro.

—Esto servirá hasta que la saquemos de tu habitación y la llevemos a un lugar seguro.
Peter, sin embargo, revolvía con el pie la basura de su mochila. Se inclinó y cogió una pieza de computadora.

—¿Y esto qué es?

—Parte de mi computadora personal. Oí llegar a la policía y no quería que accedieran al sistema.
La miró fijamente, con una expresión parte lujuriosa, parte preocupada.

—Vamos a tener que pensar seriamente en otro tipo de trabajo para ti cuando todo esto termine —murmuró.
En ese momento, casi parecía una buena idea.

Arte Para Los Problemas(LALITER) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora