Capitulo 40

225 13 0
                                    

—Mariana y yo tenemos un acuerdo —intervino Peter—. Ella me ayuda a descubrir quién trató de volar mi casa por los aires y por qué, y yo la libro de cualquier cargo por robo y homicidio.

—Ella te salvó la vida, ¿sabías?

—Lo sé. Por eso estoy aquí.

—Le dije que perder el tiempo en arrastrarte escaleras abajo no podía ser buena idea, y es posible que se haya metido en problemas por ser amable; pero Lali no puede soportar matar siquiera a una mosca.

—Nicolás, cierra el pico —dijo bruscamente. Estupendo. Sus más profundos secretos al descubierto—. Supongo que el cliente de Maxi o el intruso es quien lo mató. ¿Tienes alguna idea de para quién trabajaba?

—Está bien. De acuerdo. Para alguien europeo. Maxi llegó en avión desde el extranjero. Si estaba trabajando por medio de un agente, lo descubriré, pero no creo. Odiaba tener que compartir la comisión con alguien.
Peter resopló con indignación ante el modo de expresarse de Nicolás, pero ella apenas le dedicó una breve mirada.

—Y ahora la arriesgada pregunta final, Nicolás. ¿Quién nos contrató?

—¿No lo sabes? —susurró Lanzani, agarrándola del codo.
Nicolás dio medio paso atrás y se aclaró la garganta.

—Recibí una llamada a través de Cruz. Lo llamé apenas pasó todo esto, pero me colgó. Ya no responde al teléfono.
Lali fulminó con la mirada a su intermediario. «¡Maldita sea!»

—¿Aceptaste un trabajo de terceros? ¿Por qué me dijiste?

—Porque era mucha plata y no lo hubieras aceptado si te lo decía. Conozco a Cruz desde hace quince años.

—Tienes razón. Jamás habría trabajado para Cruz. ¡Ajjj! Es un sinvergüenza, Nicolás. Averigua para quién estaba intercediendo.
Él asintió.

—¿Cómo me pongo en contacto contigo?

—Llámame al celular —dijo Lanzani, anotando el número en el dorso de su entrada—. No está registrado.

—¿Está bien Lali?

—No me parece, pero es el modo más seguro de hacerlo. Tenemos que descubrir esto, Nicolás. Cuanto antes mejor.
Nicolás se la quedó mirando durante un momento.

—¿Puedo hablarte en privado, Lali?

—Nada de secretos —contestó Peter, apretando la mandíbula.

—Vamos —espetó, zafándose de él—. Enseguida vuelvo.

—Mariana...

—Espera aquí —regalándole una lenta sonrisa, se acercó más a él—. Peter —ronroneó.

Nicolás y ella se alejaron unos cuantos metros por el camino, y continuaron paseando entre las fragantes rosas. Peter se sentó en el banco vacío, lo bastante enojado, pero se merecía al menos un punto o dos por quejarse ahí.

—¿Qué demonios te pasa, Lali? —gruñó Nicolás, apenas estuvieron solos.
No tenía tiempo para hacerse la tonta.

—Supongo que te refieres al tipo rico. Es... necesario, por el momento.
Él la miró ladeando la cabeza.

—¿Necesario, para qué? ¿Para tu seguridad? Enana, hay dos hombres muertos, ambos vinculados con esa tablilla, con esa casa... y con ese tipo.

—Lo sé.
Nicolás la tomó nuevamente de la mano con el ceño fruncido.

—No lo entiendo, pero confío en ti.
Ella le dio un apretoncito en los dedos.

—Bueno, me alegra oírlo.

—Todo ha ido mal desde el principio, y es culpa mía, pero sabes que involucrarte con él es buscar problemas.

—¿Qué es lo que sabes? —respondió—. En serio.

—Algo se fue a la mierda. Cruz estaba aterrorizado cuando lo llamé, y no se me ocurre un solo motivo por el que Maxi empleara algo tan mediocre como los explosivos sin razón alguna.

—Todo este asunto me preocupa. Continúa indagando. Esa tablilla de piedra desapareció de la finca, así que a menos que Maxi la escondiera, alguien la tiene. Avísame si te enteras de que alguien la ofrece o la compra. Tú te enteras de todo, avísame.

—¿Y vas a quedarte con el chico rico hasta que resuelvas este misterio?

—No lo sé.

—Está bien, me he dado cuenta de cómo te mira, Lali. No está pensando en lo que es mejor para ti. Es un tipo que consigue lo que quiere, sin importarle las consecuencias.
Lali no estaba muy segura de eso, pero estaba fantaseando con tener sexo con Lanzani.

—Tendré cuidado, Nicolás, Siempre lo tengo. Haz lo que puedas.

—De acuerdo. Está bien.
Se dio media vuelta, pero ella lo agarró del brazo.

—Y ten cuidado, ¿si? —susurró—. Eres mi única familia.
Nicolás le brindó una rápida sonrisa preocupada.

—Nena, lo siento por ti.
Lo vio perderse en la multitud, luego volvió con Lanzani.

—¿Terminamos el recorrido por el jardín?

—No me gustan los secretos, Mariana. —Tenía el rostro inexpresivo y no dio señales de levantarse del banco.

—Tú tienes una vida aparte de esto —respondió acaloradamente—. Bueno, yo también. Conozco a Nicolás de toda lo vida. Está preocupado por mí, ¿de acuerdo? —Se retiró un mechón de pelo de la cara con un soplido y le ofreció la mano.
Juan Pedro alzó el brazo y la tomó de los dedos.

—Para mi sorpresa —dijo, poniéndose en pie—. Resulta que yo también me preocupo por ti.

Arte Para Los Problemas(LALITER) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora