Capítulo 21

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Cora

Mientras ambos lados de la criatura se deshacían en polvo, tiré la espada y fui a socorrer a Cora.

Impotente, vi como la chica intentaba mantener la consciencia. Dejé la espada en el suelo y agarré la flecha con las dos manos.

- Esto te va a doler - susurré a Cora haciendo una mueca.

Tiré con todas mis fuerzas y el arma salió. Me saqué la chaqueta e intenté contener la hemorragia que estaba a punto de formarse en Cora. Envolví la herida lo mejor que pude, conteniendo las lágrimas.

De reojo vi como Artemisa se incorporaba débilmente y se intentaba arrastrar hasta nuestra posición, la red la había debilitado más de lo que pensaba.

- ¿Qué ha pasado? - dijo la diosa conmocionada observando la escena.

- La cíclope - contesté brevemente -. ¿No puedes hacer nada? - pregunté a Artemisa sin poder contener las lágrimas.

Cora cogió una bocanada más intensa que la anterior, sobresaltándome.

- No puedo intervenir - dijo la diosa abatida -. Pero haré que deje de sufrir - añadió con la voz rota.

- ¿Y si llamamos a Apolo? - dije con un tono más suplicante de lo que pretendía.

- Tendríamos que esperar hasta que saliese el Sol, y acaba de ponerse - dijo la diosa.

- ¿Podremos mantenerla diez horas más con vida? - pregunté esperanzada.

- Podemos intentarlo - contestó Artemisa, con un toque de pesimismo en la voz -. No podemos moverla, podríamos empeorar los efectos - añadió hablando para ella misma.

Se levantó y cogió el carcaj y el arco de Cora y luego el suyo propio. Recogió el arma que le había dado a la chica y lo puso a mi lado.

- Iré hasta el campamento a por algo para contener la hemorragia y evitar que se desangre - dijo la diosa dirigiéndose hacia el sendero por el que había llegado hacía apenas una hora -. Tú quédate con ella. El olor a sangre atraerá a los animales, unos curiosos y otros hambrientos, ten cuidado.

Cuando perdí de vista a Artemisa, centré mi atención en Cora. Había cerrado los ojos para reservar energía y respiraba con dificultad.

- Te sacaremos de esta - le susurré cogiéndole una mano.

Artemisa tardó una hora en llegar de vuelta. Sesenta minutos completos. En ese tiempo había hecho una colección de cadáveres de coyotes a mi alrededor y había roto la mitad de las flechas que Hefesto me había dado y que, esperaba, pudiese reparar con su magia.

Cora cada vez respiraba con más dificultad y el frío ambiente de la noche no ayudaba.

Cuando por fin Artemisa se dignó a aparecer de vuelta, traía un botiquín de emergencia y una manta al hombro. Le quitó la chaqueta que yo le había puesto encima de la herida y empezó a echar potingues sobre la herida.

De vez en cuando su mano brillaba y Cora tomaba una bocanada de aire más amplia de lo normal.

- ¿Tú también puedes hacer magia curativa? - pregunté sorprendida.

- La justa - respondió -. También soy la diosa de los partos, estoy intentando aplicar esa clase de poder, pero no está dando muy buenos resultados.

- ¿Y ahora que hacemos? - pregunté después de un rato.

- Esperar - contestó la diosa visiblemente cansada -. Quedan ocho horas para el amanecer, duerme un rato.

Me tumbé al lado del árbol del cual, hacía unas horas estaba colgando Artemisa. Cerré los ojos y me dio un escalofrío, hasta ese momento no me había dado cuenta del frío que tenía.

- Tu chaqueta ya no vale para nada - comentó Artemisa -. Toma la mía - añadió sacándose la chaqueta.

Me cubrí con la chaqueta que me prestó la diosa y me acurruqué contra el tronco del árbol. Instantes después caí en los brazos de Morfeo.

Aunque no tuve un sueño precisamente tranquilo.

Me encontraba en un palacio. Ya había estado allí antes. Era el palacio de Nix. En el mismo trono que ocupaba la última vez, se erguía la diosa. Arrodillado ante ella otra vez aquel chico misterioso que yo, estaba segura de conocer.

- ¿Cómo es posible? - Bramaba Nix, de pie ante el trono.

- La protegida de Hera, mi señora. Estaba con las Cazadoras.

- ¿Esa insignificante mortal?¿Cómo ha acabado con esos cíclopes?¿Cómo rompió la red que aprisionaba a Artemisa?

- Rompió la red con una flecha hecha con una aleación de bronce celestial y oro imperial.

- ¿Cómo la consiguió? - Gritó enfurecida la diosa andando en círculos alrededor del chico.

- Hefesto...

- ¿Los olímpicos apoyan la absurda profecía que ha dicho Apolo? - Interrumpió la diosa

- Sí mi seño...

- ¿Cómo es posible que crean que una simple mortal va a poder conmigo?

- Bueno, de momento ella va ganando. 1-0 - dijo una voz saliendo de las sombras.

- ¿Y tú quién eres? - chilló Nix frustrada.

- La que va a evitar que caigas ante los olímpicos como han hecho Gea y Cronos - contestó la mujer acercándose a donde estaban la diosa y su vasallo.

El chico levantó la cabeza. Y lo conocía, claro que lo conocía. Tanto como si hubiese estado saliendo con él dos años. Isaac miraba fijamente a la nueva figura en escena.

Una chica alta y morena, parecía hispana.

- Rea - susurró Isaac.

- Sí. Y si no fuese por mí, la "insignificante mortal", hubiese oído toda tu infantil queja, Nix - dijo Rea con aires de superioridad -. Buenas noches - añadió guiñando un ojo en mi dirección y diciendo adiós con la mano.

Desperté sobresaltada. Y enfadada. Muy enfadada.

Artemisa, que seguía al lado de Cora, me miró directamente.

- Ha pasado algo - afirmó la diosa.

Asentí. Estaba a punto de contarle las novedades cuando una luz incipiente apareció en el cielo. Estaba amaneciendo.

Artemisa cogió su arco y lanzó una flecha en la dirección de la que venía el Sol.

Nuevo Cap, espero que os guste! 

Os esperabais este giro de los acontecimientos?

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La protegida de HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora