Capítulo 27

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¿Wingardium Leviosa?

Hera no vino aquella noche. ¿Cómo se suponía que iba a saber dónde estar, si la diosa no se dignaba a aparecer?

Estuve hasta después de medianoche pensando. En todo en general, en nada en particular. Me acosté en la cama mirando al techo.

Reflexioné sobre cómo había cambiado mi vida de la noche a la mañana. En cómo las cosas se veían distintas desde hacía menos de un mes. En Isaac y sus múltiples engaños y artimañas.

¿Me ha engañado sólo para desestabilizarme? ¿Para hacer que no gane la guerra? No podía evitar pensar que la respuesta era sí.

Pensaba en mis padres, en Olivia... en Guille. Cómo echaba de menos al gamberro de mi hermano.

Entre todos estos pensamientos preguntas recurrentes acudían a mi mente: ¿Por qué había soñado con el hijo de Hades? ¿Por qué esa clase de sueño? Sería lógico pensar que podía tener que ver con el entrenamiento, pero si fuese así ¿Por qué en su habitación? ¿Por qué esa conversación?

Sin embargo, entre todas esas cuestiones se hallaba la más importante: ¿Por qué me había elegido Hera?

No tenía nada de especial. ¿O sí? Era una mortal ¿O no?

Entre tantas cuestiones me quedé dormida. Una voz femenina suave me despertó. Estaba amaneciendo.

- Jessica... - volvió a llamar la voz.

Tardé un rato en situarme, en recordar donde estaba, en pensar qué estaba pasando. La voz venía del salón. Torpemente cogí el colgante de la mesilla y lo convertí en espada. Intenté despejarme mientras caminaba hacia la puerta que daba a la sala.

La abrí con la mano izquierda, sujetando con fuerza la espada con la otra mano. Al lado de la puerta que daba al pasillo se encontraba Hera. Bajé la espada que, por instinto, había empuñado en alto.

- Son las cinco de la mañana - recriminé mirando súbitamente el reloj de la pared.

- ¿Sí? - Preguntó Hera desorientada. Estaba desmejorada, con el peinado algo alborotado -. Creí que era más temprano. Debes estar a las ocho en el patio del este, para el entrenamiento con Hermes, ¿de acuerdo?

- ¿Ocurre algo? - Pregunté algo preocupada por la diosa.

Ella hizo un gesto con la mano, restándole importancia y dirigiéndose a la puerta. Tras dar el portazo caí en la cuenta: no había desaparecido. Había ido andando hacia la puerta. ¿Significaba eso que los dioses se estaban debilitando? ¿Cómo podría hacer algo así Nix?

A las ocho, como un clavo, estaba en el patio del este. Una vez más "patio" era un eufemismo. Aquello se parecía a un plano de "La Casa de la Pradera". Hacia un lado, campo hasta donde alcanzaba la vista, hacia el otro, un bosque espeso (el cual, por cierto, había que atravesar para llegar allí desde el edificio principal del Olimpo, donde yo vivía). El bosque tenía un sendero principal que llevaba hasta el prado, el resto de la estampa parecía impenetrable.

- Viento -. Dijo una voz desde una parte en algún lugar del bosque, supuse que a la derecha de donde yo estaba situada.

- ¿Quién es? - Lo sé, una pregunta estúpida. Si había quedado con Hermes, ¿Quién iba a estar allí? ¿Zac Efron? No me iba a caer esa breva.

- Es curiosa la capacidad del viento para engañar a los humanos - continuó ¿Hermes? Ahora desde el lado izquierdo del bosque -. Perturba la mente de los mortales -. La voz estaba ahora detrás de mí.

Me giré sobre los talones y vi al dios, con una sonrisa amable, mirándome a unos metros de distancia.

- Te enseñaré a hacer eso. Y puede que incluso a elevarte unos centímetros del suelo para esquivar un golpe. Mi especialidad no es el viento, mas en mi trabajo es imprescindible -. Me rodeó como si estuviese examinándome.

Me toqué el pelo, nerviosa. Definitivamente no me gustaba ser observada.

- Empecemos por algo sencillo - decidió el dios dirigiéndose al bosque.

Hermes arrancó una hoja de un roble y la puso un metro de mí.

- Concéntrate en la masa de aire que te rodea. Visualiza los átomos y unifícalos, solidificando lo suficiente la masa aérea debajo de la hoja como para que se levante - indicó el dios, sentándose al otro lado de la hoja, en frente de mí.

Átomos. Mierda. Yo soy una mujer de letras, siempre lo he sido. Lo de la física no era mi materia favorita, os lo aseguro.

Estuve toda la mañana intentando levantar la puñetera hoja. Estaba a punto de desmayarme, con el dolor de cabeza que se me había puesto (y sí, estoy exagerando).

Finalmente, hacia la hora de comer logré que la hoja se moviese, mínimamente hacia arriba. Hermes tenía razón, podía sentir los átomos de aire juntarse para formar esa especie de masa semisólida que levantase al hoja.

El dios no parecía impresionado.

Paramos a comer unos diez minutos (un bocadillo, que sorpresa) y luego volví a intentar levantar la hoja. Al segundo intento conseguí elevarla más o menos a la altura de mi cintura.

El dios parecía complacido.

Hermes se internó en el bosque sin decir una palabra. A los cinco minutos regresó con tres palos, de tamaños diversos. El primero (que fue la que puso en el lugar donde antes estaba la hoja de roble) era una pequeña rama que debía haber caído durante una de las suaves brisas que azotaban el bosque. El segundo ya era una pola considerable, de unos 500 gramos. El tercero era un tronco en toda regla. De más de dos quilos, se haría un buen fuego con él. Me lo planteé. Después decidí que era mejor no cabrear al dios.

Pasé el resto del día levantando esos palos. Con la primera rama no tuve problema, Con la pola ya me costó un poco más de trabajo. El tronco fue lo más difícil. Era muy complicado juntar los suficientes átomos debajo del tronco como para moverlo. Me llevó dos horas elevarlo a una altura que el dios consideró aceptable.

Estaba oscureciendo cuando Hermes me dio permiso para marchar.

- Mañana a la misma hora - parecía contento con el resultado de mi práctica -. Intentaré que aprendas a volar.

Asentí no muy segura. Tener los pies en la tierra era una de mis cualidades favoritas.

Me fui a la habitación atravesando el bosque, rodeada de unos sonidos de lo más escalofriantes. No tenía ganas de averiguar qué clase de criaturas habitaban ese espacio del Monte Olimpo. Aceleré el paso.

La protegida de HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora