Annabeth
Me desperté tarde. Con un dolor de cuello brutal. Dormir en el sofá no había sido buena idea. Ya eran las diez, la hora a la que se suponía que debía estar en el patio de las ninfas.
Me levanté a toda prisa, me lavé los dientes, cogí una galleta del armario y salí disparada hacia el lugar acordado. Percy me esperaba allí junto a... ¿Annabeth? Conforme me fui acercando al patio, pude distinguirla a la perfección. La hija de Atenea me miraba con una sonrisa en el rostro al lado de Percy, quien parecía muy entretenido jugando con una hoja en el agua.
- Hola - saludó la chica acercándose a mí.
Sólo nos habíamos visto una vez, y habían pasado muchas cosas desde aquella, pero me había caído muy bien y mi opinión no había variado en ese tiempo.
Vestía una camiseta gris simple y unos vaqueros ajustados. Lista para la batalla. Percy alzó la vista hacia mí y me devolvió la sonrisa que yo le ofrecí,
- Me alegra volver a verte - le dije a la chica sinceramente.
- Y a mí. La verdad, he venido porque me gustaría hacerte unas preguntas - dijo Annabeth decidida.
Asentí con rotundidad. El hijo de Poseidón dejó de hacer el tonto con el agua y se puso serio, depositando su atención en nuestra conversación.
- La guerra - dijo Annabeth con un tono de voz lúgubre -. ¿Se desenvolverá en el Tártaro? - Preguntó con una pizca de pavor en la voz.
Percy dio un respingo al oír el nombre de aquel terrible sitio.
- Eso ha dicho Apolo - contesté seriamente, fingiendo no darme cuenta de que ambos semidioses estaban a punto de derrumbarse.
- Creí que Apolo no podía dar más profecías - comentó Percy con un hilo de voz.
- Y no puede. Los datos son incompletos, no está claro. Las moiras no sueltan prenda - respondí citando de memoria la información que me había proporcionado Hera días atrás.
- Entonces... ¿Cómo pueden estar seguros de que la guerra será... allí? - preguntó Annabeth evitando el nombre.
Me encogí de hombros. No tenía respuesta a esa pregunta.
- ¿Para qué necesitas poder controlar el agua, entonces? ¿Y cómo es que tú puedes y yo no? - Soltó Annabeth de golpe. Se notaba cómo las preguntas se amontonaban en su cabeza.
- Hera cree que es importante. Y sinceramente, no lo sé. La gente normal no puede hacerlo - respondí volviendo a encogerme de hombros.
- Yo no soy normal - respondió Annabeth con media carcajada.
Volví a hacer el gesto de incertidumbre, a la vez que negaba con la cabeza. La hija de Atenea sonrió de medio lado, como una mueca. Asintió conforme y se despidió.
- Nos veremos pronto. Me ha encantado verte de nuevo - dijo Annabeth con un rastro de sonrisa en los labios.
Nos dimos un abrazo y la chica se fue, dejándonos solos a Percy y a mí.
- No está molesta contigo - dijo Percy mientras se sentaba a la orilla del estanque -. A veces pienso que los problemas nos persiguen.
- Yo no elegí esto - contesté a la defensiva, a modo de escusa.
- Lo sé - dijo el semidiós -. Pero yo tampoco.
Nos miramos un segundo a los ojos. En ese momento pude ver lo que le preocupaba a Percy. Pude ver que tenía miedo de volver al Tártaro, de perder a Annabeth, de enfrentarse a monstruos del pasado... Pero sobretodo tenía miedo por la vida de la humanidad. Estaba en peligro... por millonésima vez.
Apartamos la mirada los dos a la vez. Estoy segura de que él también vio algo en mis ojos. El temor, la responsabilidad de una guerra sobre mis hombros. Un peso que ya había recaído sobre él más de una vez.
Nos pusimos manos a la obra hasta la hora de almorzar. Una comida rápida que nos sirvió para mantener una pequeña charla.
- ¿Por qué tu padre no ha venido a enseñarme? - le pregunté a Percy.
- Jess... - empezó a decir. Estaba intentando excusar a su padre. No se le acababa de dar bien.
- ¿Sí? - insistí.
- Me parece que estaba ocupado. Me comentó que alguien tenía que enseñarte y yo le dije que a mí no me importaba.
Asentí. Sabía que era mentira, pero tampoco iba a acorralarle. El dios ya había decidido desde el primer día en que nos vimos, que su hijo llevaría a cabo la ardua tarea de enseñarme. Pero para eso estaban los semidioses ¿no? Para hacer lo que a los dioses no les apetecía.
Estuvimos toda la tarde practicando. Al final era capaz de hacer una pequeña ola. Suficiente. Definitivamente el agua no era mi elemento.
Cuando subí a la habitación Hefesto estaba esperándome.
Cerré la puerta a mis espaldas y me dirigí al dios.
- ¿Hefesto? - Pregunté incrédula. Él me ¿sonrió? - ¿Qué haces aquí? - dije riendo y acercándome.
- He venido a advertirte - respondió Hefesto -, antes de que llegue mi madre - pronunció la palabra con repulsión -. A Hermes no le hace gracia que una mortal se pasee por aquí. No te pondrá las cosas fáciles. Procura no levantarle la voz, ni mirarle a los ojos siquiera. No te confíes.
Me quedé sorprendida ante las palabras de Hefesto. ¿De verdad pensaba que Hermes era una amenaza? Y en caso de serlo, ¿por qué Hera no me lo había dicho?
- Pensaba que apoyaba la decisión de Hera.
- No es cierto. Hermes apoya a Poseidón, que es distinto. Y Poseidón cree que el criterio de Hera es acertado.
- Pues Poseidón no se dignó a venir a darme clases - respondí algo ofendida.
- Porque sabía que era inútil - dijo Hefesto con toda naturalidad -. Puede que seas una mortal especial y todo eso. Pero no dejas de ser mortal. Los semidioses e incluso los dioses, tienen problemas para manejar más de uno de los elementos de la naturaleza. Algunos ni siquiera son capaces de controlar uno. El agua no es tu elemento. Pero el fuego se te da bastante bien, aún quedan dos que pueden llegar a serte de utilidad - añadió Hefesto intentando sanar mi ego herido.
- ¿Por qué yo puedo controlar esas cosas? Hay semidioses que no pueden...
- Sólo los semidioses más poderosos pueden controlar su elemento o el de sus padres. La verdad es que no sé por qué tu puedes y otros no. A lo mejor Hera te lo cuenta. Ella te escogió por algo, lo que no sé es por qué.
Hizo un gesto por la mano y aparté la mirada, antes de que desapareciera en su habitual luz dorada.
Nuevo capítulo, espero que os guste :D Como siempre cualquier sugerencia en los comentarios, decidme que os parece :)
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La protegida de Hera
FanfictionUna mortal normal es llamada al Olimpo, escogida por la diosa del matrimonio para ser su protegida. En el olimpo se entrenará durante un tiempo, luego bajará al Campamento Mestizo, donde una profecía la espera. En el campamento hará amigos verdadero...