Capítulo 20

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El león de Citerón

Artemisa apareció en nuestra tienda hacia las cuatro de la tarde. Me había arreglado con otra muda de ropa que Thalia me había proporcionado, idéntica a la anterior. Me hice una coleta alta con la goma del cabello, y sentí como los cuchillos asomaban por la parte de arriba de mi cabeza. Me coloqué el prendedor en una posición fácil de sacar y metí una botella pequeña de agua y una pequeña ración de comida dentro de la chaqueta. Era increíble lo poco que pesaban esas cosas dentro de la chaqueta. Me fijé el colgante al cuello y seguí a la diosa a través del campamento.

Cora me adelantó para quedar a la altura de la diosa. Nos adentramos en el espesor del bosque y seguimos una especie de sendero hasta que este se terminó.

- Por aquí - dijo Artemisa tras un instante de vacilación.

Con todo el sigilo que fui capaz, avancé entre los árboles. Cora y yo caminamos en silencio detrás de la diosa de la caza, hasta que el sol comenzó a desvanecerse del cielo.

Artemisa suspiró y se volvió hacia nosotras.

- Al parecer he cogido un rastro erróneo. No me puedo creer que haya cometido este fallo tan patético. Se está haciendo de noche, deberíamos regres...

Antes de que Artemisa pudiese terminar la frase un chillido gutural cortó el aire. Las tres nos giramos en dirección al sonido.

- ¿Un ciervo? - pregunté no muy segura.

- Un ciervo que está siendo atacado - contestó Cora, preparándose para correr detrás de la diosa, que había salido disparada.

Me dispuse a seguirlas pero tropecé con una rama. Sí, soy así de torpe. Las perdí de vista en seguida. Para ser justa, tampoco es que se hubiesen preocupado de qué había sido de mí, pero bueno.

Me levanté y me sacudí el polvo de los pantalones. Miré las pisadas que habían dejado Cora y Artemisa. Otro sonido desgarró el aire. Pero esta vez era un grito humano.

Corrí en dirección al grito lo más rápido que pude, tropezándome con cada rama que me fui encontrando, por supuesto. Volvió a repetirse el grito. Seguí corriendo por el bosque hasta que llegué a un pequeño claro, para observar una horrible visión.

Tres cíclopes se encontraban al lado del león Citerón. El animal estaba muerto a los pies de uno de los cíclopes, que supuse era hembra. Con un cuchillo rudimentario le estaba sacando la piel. Sí, una visión poco agradable.

Envuelta en una red brillante se encontraba la diosa Artemisa y al pie de ese árbol Cora, con una herida profunda en la pierna, desmayada.

Me escondí lo más rápido que pude.

- ¿Habéis oído eso? - dijo uno de los cíclopes, el cual estaba intentando encender un fuego. Maldije por lo bajo y me dispuse a trazar un plan de defensa.

- No sabes qué hacer para no tener que trabajar - replicó la última de las criaturas, que estaba recogiendo leña.

Suspiré de alivio, ya que no se me había ocurrido ningún plan. Me atreví a volver a echar un rápido vistazo al improvisado campamento de los cíclopes. Estaban vestidos con harapos; los chicos llevaban un taparrabos andrajoso y la chica una especie de biquini maltrecho. Su piel, curtida, poseía un tono caqui que daba la impresión de estar sucia. Aparté la mirada bruscamente y busqué un matorral cercano en el que poder ver sin ser vista. Caminé con todo el cuidado posible mientras escuchaba los quejidos de la diosa amordazada.

- No te molestes en intentar escapar, esa red es igual a la que Hefesto utilizó para atrapar a Ares y Afrodita en uno de sus encuentros románticos, no serás capaz de romperla - dijo la cíclope entre risas.

Tras un rato, encontré un frondoso arbusto tras el que ocultarme. Veía la espalda de los cíclopes y el frente de mis compañeras. Vi a Cora intentar moverse hacia su arco, el cual estaba tirado a pocos metros de ella. Tuve ganas de decirle que estuviese quieta pero no creí que fuese buena idea.

- Marst, creo que quiere saber cómo se nos ha ocurrido este maravilloso plan - dijo el cíclope que intentaba encender el fuego.

La cíclope soltó una sonora carcajada.

- Oh! Se nos podría haber ocurrido a nosotros perfectamente, pero nuestra benefactora ha decidido que el que te atrapara podría comerse a todas tus cazadoras y a mí, que soy su favorita, me dio la perfecta idea para hacerlo.

- Dijo que no podrías resistirte ante el sonido de un animal herido, así que así lo hicimos - añadió el que estaba recogiendo palos, imitando a un ciervo moribundo.

Nix pensé, ella les ha dicho que vengan aquí.

- Pero no te preocupes - continuó la hembra -, sólo eres la primera en caer. ¡Atraparemos a todos los olímpicos!

Los tres cíclopes empezaron a reír

Intenté no dejar que el miedo me invadiese y tracé un sencillo plan. Lo primero que debía hacer era liberar a la diosa. No podría luchar sola contra tres cíclopes y Cora estaba herida. Por un momento se me pasó por la cabeza ir a avisar a las demás Cazadoras, pero no sabía volver al campamento.

Avancé sigilosamente hasta quedar detrás del árbol desde el que estaba colgada Artemisa, oculta por los arbustos traté de subir al árbol. Cuando ya estaba llegando a la altura a la que estaba presa la diosa una de las ramas se partió y caí estrepitosamente en el claro.

Las tres criaturas se volvieron hacia mí. Me puse en pie todo lo rápido que pude y di gracias a los dioses por que los cíclopes fuesen lentos.

Cogí el prendedor y lo convertí en arco. Antes de que los cíclopes pudiesen reaccionar, disparé una flecha a la red, le di de refilón y empezó a deshilacharse.

Me giré hacia los cíclopes y tiré el arco hacia Cora, para que pudiese cogerlo. Saqué la espada justo en el momento en que los cíclopes se abalanzaron sobre mí. Cora trató de distraerlos tirando flechas aleatoriamente, sin apuntar. O al menos creí que no estaba apuntando.

Esquivé vagamente a la hembra, la cual estaba más cerca en primera instancia. Le di un pequeño tajo en la espalda y rugió de dolor mientras atravesaba al que antes estaba haciendo fuego.

Mientras su compañero se deshacía en cenizas, el cíclope que estaba cogiendo la leña me atacó con uno de los palos. Aunque logré esquivarlo, la hembra, a mi espalda, me empujó.

La fuerza sobrehumana de la cíclope hizo que diese contra uno de los árboles, a tres metros, para después caer encima de la leña apilada del cíclope.

- ¡Has destrozado mi montón! - rugió el cíclope mientras se aproximaba a mí. Veía borroso a causa del golpe y no tenía energías para levantarme. Cuando ya estaba pensando en si volvería a ver a mis padres una luz cegadora distrajo al cíclope.

Sin pararme a mirar de qué se trataba, agarré el cuchillo que quedaba en mi coletero y se lo tiré al cíclope.

Me levanté de forma torpe y desacompasada. Artemisa estaba en el suelo, exhausta, ella había provocado la distracción.

La cíclope me miró con el rencor propio de quien acaba ver morir a dos seres queridos. Cogió una flecha del carcaj que se le había caído a Cora y la apuñaló en el estómago.

Cogí la espada y corrí hacia la cíclope. Ignoré su mirada desafiante y, antes de llegar a su altura, cogí impulso para saltar. Con un movimiento rápido le corte la cabeza.

Buenos días lectores! Siento haberlos tenido tan abandonados, pero es que el inicio de la universidad me tiene muy ocupada.

Como siempre me gustaría que me dejasen sus sugerencias en los comentarios.

Y me gustaría hacerles una pregunta: ¿cuantos años tienen? Yo 17, cumplo 18 el mes que viene :)



La protegida de HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora