Capítulo 32

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Dolor

Desperté al alba, desorientada. Con una sensación de que todo lo ocurrido la mañana anterior no había sucedido. Vagamente recordaba haber llegado a mi cama. Nico me había acostado mientras yo lloraba desconsolada la muerte de mi madre.

Recuerdo el millón de veces que el chico me había pedido disculpas, aunque sin motivo aparente. De nada me habría valido vivir en la ignorancia.

El hijo de Hades se quedó a mi lado hasta que me quedé dormida, le había aprisionado la mano, aunque él tampoco había intentado soltarse.

No estaba allí cuando desperté.

Los recuerdos del día anterior se volvieron nítidos y la voz de Rea me taladró en cerebro como había hecho toda la tarde pasada.

No me conoces pensé, con la esperanza de que Rea pudiese oírme. Te arrepentirás de esto. Caerás, tú y todos tus secuaces, os quemaré hasta las cenizas si es necesario, aunque sea lo último que haga.

Me levanté hacia el baño y me lavé la cara. No valdría de nada llorar la muerte de mi madre, eso no la traería de vuelta. Pero necesitaba saber qué les había pasado a Guille y a mi padre.

El dolor, cada vez más intenso, dio paso a un odio desmedido por aquella mujer y todo lo que representaba en mi vida. Pero necesitaba respuestas.

Recordé que la habitación de Nico estaba justo enfrente. Salí de mi cuarto y me quedé plantada delante de su puerta. Toqué dos veces con los nudillos.

Me abrió con cara de sueño, dos minutos después, debía de haberle despertado.

Sin decir nada, se apartó del hueco de la puerta, dejándome sitio para pasar. Su habitación estaba revuelta, con ropa tirada y la cama deshecha, como si se acabara de levantar (lo cual era altamente probable). El cuarto era tal y como la había soñado, lo cual por una parte (la más lúcida e inteligente, esa que aún razonaba) era inquietante.

Me senté en la cama sin esperar invitación. Nico cerró la puerta tras de mí y se quedó mirándome, de pie, con la mano aún en el pomo.

- Lo sabías - afirmé, sin reproche en la voz.

- Lo intuí - contestó -, al llegar a tu casa, sentí muerte.

- ¿Sabes qué ha pasado?

- Cuando te quedaste dormida fui a hablar con mi padre - me miró con los ojos más oscuros de lo habitual. Me miró con temor. Le daba miedo sentarse a mi lado. Y no lo culpo. Tendría miedo a que tomase represalias contra el mensajero.

Mis ojos ardían de furia. El silencio se prolongó unos segundos y mi cerebro volvió a recordar esa voz. La voz de Rea. Ella había matado a mi madre, con el único propósito de que dejara colgados a los dioses. Tenía que acabar con ella. Eso era lo único en lo que podía pensar.

- ¿Y? - Dije irritada, deseosa de conseguir información y eliminar el silencio que nos rodeaba.

- Y... - el chico me miró preocupado y suspiró - creo que deberías descansar un poco más.

- Y yo creo que necesito saber que ha pasado. Creo que me merezco saber qué ha sucedido en la cabeza de esa chiflada para matar a mi madre - añadí cada vez más furiosa, levantándome de la cama -. Creo que necesito saber dónde está mi hermano y si mi padre está vivo.

Había estallado de furia. Le había gritado tan alto que Perséfone, aun no estando en el inframundo, me habría escuchado. Pero Nico no se había inmutado, apenas se había movido un milímetro. En su mirada sólo había compasión. Sabía por lo que estaba pasando. Él había pasado por lo mismo. Y sabía que necesitaba desahogarme.

Las lágrimas, inexorables, habían empezado de nuevo a correr por mis mejillas. Suspiré avergonzada y murmuré una disculpa, dejándome caer sobre la cama mientras me tapaba el rostro con ambas manos.

Nico soltó el pomo de la puerta y, con un sonoro suspiro se sentó a mi lado en la cama. No me atreví a levantar la mirada. Me puso una mano en la espalda en un patético intento por consolarme, aunque desistió a los pocos segundos.

Pasamos unos minutos en silencio hasta que el chico se decidió a hablar.

- Tu hermano estaba en un campamento y está bien - dijo Nico, al tiempo que yo levantaba la mirada con alivio -. Tu padre está vivo, pero lo acusan del asesinato de tu madre.

- ¡Qué! - Exclamé anonadada.

Se encogió de hombros.

- A ojos de los mortales tiene sentido. Tu hermano está destrozado, pero no se cree la versión oficial - paró un rato para mirarme a los ojos y comprobar que seguía entera.

Puse una mano encima de su rodilla, como invitación a que continuase. El chico miró mi mano azorado y yo la retiré rápidamente.

- Pues... eh... si... Hablé con mi padre - continuó a trompicones -. Verás, ayer fui a hablar con mi padre para preguntarle donde ibas a comer y él me sugirió que te llevase a casa, porque no debes comer la comida de aquí. Le pregunté si sabía algo y me dijo que se lo había dicho Hera.

Asentí furiosa y el chico, tímidamente, viendo mi cara de enfado, continuó con su historia.

- Así que llamé a Hera.

- ¿Por teléfono?

- No - dijo Nico soltando una risa seca -. Por mensaje Iris.

- Claro - murmuré.

- El caso es que dijo que no era asunto mío y que ya hablaría ella contigo si lo creía conveniente. Y después me dio un discursito de por qué un hijo de Hades no puede interrogar así a los Olímpicos, que si su familia es demasiado importante y bla bla bla - añadió en tono burlesco poniendo los ojos en blanco.

- ¿Crees que Hera lo sabía?

- No - contestó. Demasiado rápido para que fuese verdad.

- Estás mintiendo - le reproché.

- Ya, pero si digo lo que pienso perderás la poca confianza que tienes en mí - dijo con una risotada levantándose de la cama.

Le seguí con la mirada hasta que se apoyó en el piano.

- Sé cómo es Hera. Y sé cómo quiere a su familia. Además, me caes bien - añadí forzando una sonrisa -, ¿qué opinas?

- Que lo sabía. Es probable que con antelación - dijo a regañadientes sin mirarme a los ojos -. Quería que lo vieses, estoy seguro de que cree que eso te ayudará a tomarte el entrenamiento más en serio... ¿Me odias ya o sigo?

- Sigue - contesté, sin hacer caso de su pulla.

- No creo que fuese Rea la que mató a tu madre - dijo Nico al fin.

- ¿Crees que fue Hera?

- No exactamente... - Nico, con esfuerzo, buscó mis ojos con la mirada -. Creo que le ordenó a un semidiós que lo hiciera.

La protegida de HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora