Fuego II
Cuando Hefesto vino a buscarme llevaba más de tres horas mirando al infinito. Me giré en cuanto oí el peculiar chasquido que siempre hacen los dioses al aparecerse.
- Deduzco por tu expresión que has tenido una visita de mi querida esposa - comentó Hefesto con un intento de poner los ojos en blanco. Me limité a asentir con la cabeza. Tenía miedo a hablar y estallar en sollozos -. Si quieres puedes contármelo - añadió sentándose a mi lado.
En ese momento pude observar su expresión. Era de verdadero cariño. Me di cuenta de que Afrodita no se lo merecía. Sólo me percaté de que no estaba ocultando mis pensamientos cuando Hefesto comenzó a reírse.
- Venga, Jessica, desahógate - hizo un gesto con la mano para incitarme a hablar.
Empecé a contarle todo lo que me había dicho Afrodita. Al principio empecé tímidamente pero después todo salió de forma natural. Todo lo que tenía dentro. Durante media hora seguida hablé sin parar.
Hefesto era un buen interlocutor. Asentía en los momentos precisos y daba a entender que escuchaba haciendo gestos con la mano.
- Y no he podido dormir desde que desperté de mi visita con Afrodita - concluí exhausta de hablar sin parar. Me levanté a la cocina a por un vaso de agua -. ¿Hay alguna posibilidad de que hubiese sido simplemente un sueño?
- Lo dudo - dijo el dios negando tristemente con la cabeza -. Pero tienes que afrontar esto con seguridad. Son problemas menores comparados con la guerra que tenemos entre manos. Tu amiga se ocupará de hacerle la vida imposible a ese chico - añadió con media sonrisa.
Sonreí a su vez y, tras unos minutos de descanso, partimos hacia la isla en la que ya habíamos estado el día anterior. Todo seguía exactamente igual: los árboles y los tablones en su sitio. Practiqué durante una hora, obviamente, sin resultados.
Descansamos para almorzar. El dios bebió un poco de néctar mientras yo devoraba un buen plato de ensalada de pasta.
- Era mejor la que hacía mi madre - comenté con una pizca de nostalgia en la voz.
- Les pedí a las ninfas que la preparasen. Pero no se caracterizan precisamente por hacer la comida más sabrosa del mundo - dijo con sarcasmo. Reí por su comentario y terminé el plato lo antes que pude
Intenté sin éxito un par de veces invocar al fuego después de comer. ¿Adivinad qué? No lo conseguí.
- Bueno, es evidente que así no vamos a ningún sitio - dijo Hefesto empezando a perder la paciencia.
- ¿De verdad? Vaya, me dejas totalmente estupefacta - contesté poniendo una mano sobre la mejilla y reuniendo todo el sarcasmo en la voz que me fue posible.
- Intentaremos otra cosa - dijo el dios ignorando mi tono -. Concéntrate en un recuerdo agradable. Concentra todas tus energías en él.
Se me vino inmediatamente a la cabeza una imagen de unas vacaciones en la playa.
Mi hermano corría por la orilla de un lado para otro buscando conchas. El mar cantábrico chocaba contra las piedras del acantilado. El agua casi rozaba el faro. Un castillo de arena gigantesco que había construido con mi padre. Mi madre leyendo una revista con el reproductor de música a tope. Eros Ramazzotti cantaba a través de los altavoces. Todos éramos felices.
- Muy bien
La voz de Hefesto hizo desvanecer mi recuerdo. Miré hacia la palma de la mano que tenía extendida: una pequeña llamarada crepitaba sobre ella.
Miré hacia el dios del fuego, que asentía con aprobación. Ese fue el principio de una tarde productiva. Tras una hora, podía invocar el fuego sin mayor esfuerzo que el de abrir la mano con fuerza; y apagarlo cerrando el puño.
Disparé con mi arco hacia las dianas con flechas incendiadas, con una probabilidad de acierto relativamente buena. Chamusqué los tablones de uno en uno y quemé las hojas de los árboles de la isla. Aprendí a lanzar bolas de fuego a corta distancia y Hefesto dio por terminado mi entrenamiento con el fuego.
Hefesto me llevó a mis aposentos tras una sabrosa cena hecha por las ninfas (aunque mantengo que la pasta que hace mi madre es mejor): asado de pollo. Simplemente delicioso.
- Bien, aquí me despido - anunció Hefesto -. Ha sido un verdadero placer haberte conocido.
- Igualmente - contesté con una reverencia. En la puerta de la sala apareció Hera, vestida con unos ropajes blancos, sonriendo.
Hefesto hizo una mueca (bueno, o algo parecido), me dio un rápido abrazo y desapareció.
- ¿Dominas el fuego? - Preguntó Hera tras la marcha de su hijo.
- Más o menos - contesté invocando unas cuantas llamas a mi mano.
Hera sonrió satisfecha y se sentó en mi salita de estar.
- Mañana empezarás tus clases con Apolo. Ten cuidado - advirtió Hera.
- No parecía precisamente alguien a quien temer - comenté pensativa.
- Puede que no sea alguien a quien temer - admitió Hera -. Pero trátalo con respecto. No te dejes llevar por su "atractivo de adolescente" - añadió despectivamente.
Sonreí ante su comentario despectivo.
- ¿Hay alguna novedad en cuanto a la guerra? - pregunté con más seriedad.
- Nada - contestó algo decepcionada -. Nunca nos hemos enfrentado a Nix. Tenemos bajo vigilancia a todos sus hijos (Hades vigila a Tánatos, Morfeo a Hypnos...), pero ninguno ha dado un movimiento en falso. Todos los hijos de Nix son dioses menores, pero unidos podrían acabar con nosotros.
Asentí pensativa.
- ¿No hay nadie que se haya declarado abiertamente de su bando? - pregunté, recordando mi sueño.
- Pues no. Sólo los dioses imprescindibles y un par de semidioses están al tanto del inminente conflicto. ¿Por qué lo preguntas? ¿Has vuelto a tener un sueño?
- No - dije negando con la cabeza -. Lo que pasa es que el otro día, Nix estaba hablando con un muchacho.
- Sí, ya me lo habías dicho - me cortó ella.
- Lo sé - le dije impacientándome -. Sólo me preguntaba si se sabía si era un dios o un semidiós o algo...
- No lo sabemos. En realidad no sabemos más de lo que tú sabes.
Asentí distraída. Le comenté a Hera mi día, más bien por encima. No le dije nada de mi sueño con Afrodita, no creí que tuviese relevancia para mi "misión" con ella. Me despedí de la diosa y me fui a dormir, agotada por el esfuerzo.
Cuando desperté, un par de ojos me observaban desde la otra punta de la habitación. Un chico joven, con piel bronceada, cabello color miel y realmente atractivo sonreía ante mi confusión.
- Hola - dijo alegremente.
- Hola - dije soltando una risita nerviosa.
Puede que Hera tuviese razón. Me iba a costar mucho trabajo no dejarme llevar por su "atractivo de adolescente" del dios del Sol.
3 Meses sin subir capítulo!!! Dioses si supierais por lo que he pasado todo este tiempo... Pero en fin. Ya estoy de vuelta, espero que les guste el capítulo y comenten que les ha parecido. Prometo subir más seguido, que empieza el veranito B)
Bueno, espero que no se les haya hecho larga la espera y que sigan siendo fieles lectores y lectoras!!
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La protegida de Hera
FanfictionUna mortal normal es llamada al Olimpo, escogida por la diosa del matrimonio para ser su protegida. En el olimpo se entrenará durante un tiempo, luego bajará al Campamento Mestizo, donde una profecía la espera. En el campamento hará amigos verdadero...