Capítulo 2

11K 575 92
                                    

Una desconocida con una extraña petición

- Ll.. Lo sie... siento mucho - balbucí -. Creo que me he...

- No te has equivocado de coche, pequeña - dijo la extraña con una mirada divertida.

Era una mujer de cabello castaño, que le caía por los hombros, ojos de un azul intenso y un hermoso vestido blanco de estilo griego. Irradiaba poder, desde luego, emitía una luz propia. Tenía una sonrisa benevolente pero seria.

- Yo... Creo que no entiendo... ¿Dónde están mis padres? - dije sustituyendo poco a poco mi confusión por furia.

- Verás querida, está a punto de producirse una guerra. Una peligrosa guerra. La segunda en menos de dos años. No me fío de los semidioses, si te digo la verdad, y te he elegido a ti para que, tras la guerra, puedas convertirte en una auténtica guerrera. Serás poderosa sin duda - añadió lo último observando mi constitución atlética.

- Disculpe... Pero creo que se está equivocando de persona, no soy una guerrera y ¿qué son los semidioses? Mire mejor me voy, iré caminando a casa... - dije más confusa incluso que antes.

- Espera - dijo con la voz firme -. Ya he hablado con tus padres, te vienes conmigo. Creo que ya has tenido tiempo de despedirte...

¿Por eso estaban tan extraños? Pensé para mí misma ¿Mis padres lo sabían y no me habían avisado? ¿Y mis amigos? ¿También lo sabían?

- Tus padres, tu hermano, tu novio y tu amiga lo sabían. No podían decirte nada, yo se lo prohibí.

Increíble... Pensé decepcionada con mis seres queridos Espera un segundo, ¿acaba de leerme el pensamiento?

- Si te he leído el pensamiento. Te lo explicaré todo, pero primero tienes que acceder a ir conmigo.

Sabía perfectamente que no debía irme con una desconocida, sin embargo la curiosidad pudo conmigo. Estaba boquiabierta, pero asentí con la cabeza. La mujer me sonrió amablemente. Chasqueó los dedos y nos envolvió una luz blanca. Tuve una sensación de ingravidez momentánea y aparecimos en una estancia perfectamente iluminada y rectangular, tenía el aspecto las paredes cubiertas por columnas de estilo griego y había dos puertas cerradas al fondo. El espacio se dividía en tres áreas: unos sofás orientados hacia una gran televisión plana, una mesa de comedor redonda decorada con floreros en el centro de la sala y una mesa de escritorio alargada con un ordenador portátil en una esquina.

- A partir de ahora vivirás aquí - me comunicó -. Podrás ver a tus seres queridos en un tiempo, pero por ahora es mejor que te mantengas al margen del mundo mortal - prosiguió antes de que pudiera contestarle.

- Lo siento, pero sigo sin entender que hago aquí y... ¿Quién es usted? Pero sobre todo ¿Cómo es que antes estábamos en el coche de mi padre y ahora estamos en esta sala? - Pregunté lo último casi gritando.

- Soy Hera - contestó como si fuese la cosa más normal del mundo.

- ¿Cómo la diosa griega del matrimonio? - La interrumpí.

- Sí - asintió paciente. - Hemos llegado aquí porque te he transportado conmigo al Olimpo.

- ¿Ha dicho transportar al Olimpo? - dije mirándola como si estuviese loca.

- Sí, querida - dijo con una sonrisa amable.

- Vale... Entonces me está diciendo que estoy en el Olimpo, usted es una diosa, que hemos aparecido aquí en plan Harry Potter y que voy a tardar un tiempo en volver a ver a mi familia - resumí, más desconcertada a cada palabra que salía de mi boca.

La protegida de HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora