Capítulo 37

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El Laberinto de Dédalo

La tarde fue aún más aburrida que la mañana. Escuché demasiadas veces la frase: "para que una flor brille, ha de ser cuidada con cariño". Me recordó demasiado a Madre, de Enredados, por lo que estuve toda la tarde cantando mentalmente las canciones de la película.

Cenamos comida del Fosters Hollywood (tal y como yo predije) que Nico había traído de la superficie, y tras explicarle la tortura de día que había tenido con su madrastra, el hijo de Hades me contó lo que había averiguado.

- La entrada del campamento por el Puño de Zeus está cerrada, pero hay una bastante fácil de encontrar desde aquí. Hay que seguir el camino hacia el exterior, el mismo que hace mucho utilizó Orfeo para entrar. Antes de llegar a la superficie nos desviamos a la derecha y hay una galería ascendente que nos llevará al laberinto.

- ¿Cómo sabremos que hemos entrado?

- Créeme, lo sabremos.

Noté como a Nico le entraba un escalofrío por la espalda y recordé la historia que me había contado Hera sobre él y el Laberinto.

- Puedo ir yo sola, no tienes por qué venir.

- ¿Y perderme la emoción? Ni lo sueñes - dijo con una sonrisa triste.

Me encogí de hombros y seguí comiendo.

- Por otro lado - continuó el chico -, he traído provisiones de comida - dijo sacando una bolsa llena de bocadillos envueltos en film transparente, había como para alimentar a un regimiento.

- ¿Cuánto tiempo se supone que vamos tardar en encontrar eso? - Pregunté asustada.

Nico se encogió de hombros.

- Nunca se sabe, puede que parezcan unas horas y pasemos allí varios días. Ya te dije que el Laberinto te engaña.

Asentí poco convencida.

Tenía que subir hasta el Olimpo el 15 de Julio para lo que fuese que tenía pensado hacerme Afrodita, no podía dejar que la muerte de mi madre me distrajese de salvar el mundo (¿ha sonado muy engreído? Puede, pero, ¿sabéis qué? Me da igual, tenía que salvar el mundo).

Al día siguiente haría cuatro días de que había llegado al inframundo, lo que me dejaba como mucho tres días para encontrar a los telequines, descubrir a quién pertenecía el arma y aprender a controlar la tierra.

Podía ser peor.

Me fui a descansar e hice una mochila con la chaqueta de las Cazadoras y un saco de dormir que no parecía muy caliente. Cogí bovinas de hilo que encontré en un cajón delarmario de mi habitación (sí lo sé, que hacían unas bovinas de hilo ahí,justo cuando las necesitabas?, yo me hice la misma pregunta).Dejé las armas que siempre llevaba encima en la mesilla de noche y me acosté agotada, pensando en lo que me esperaba al día siguiente.

Como ya era costumbre, Nico apareció demasiado temprano para mi gusto (ese chico tenía un don para despertarme en lo mejor del sueño).

Nos fuimos casi a hurtadillas hacia la entrada del Laberinto. Lo difícil no fue llegar, sino entrar. Estuvimos frente a una roca gigantesca alrededor de hora y media.

- ¿Cómo entraste tú la última vez? - Pregunté irritada, sin acordarme de lo que había dicho Hera (demasiadas cosas me había dicho y no me acordaba de todas, no soy Wikipedia).

- Minos - respondió Nico sucintamente.

- Vale, descartado - dije con un suspiro. Me alejé un paso hacia atrás para mirar con otra perspectiva el pedrusco que me separaba del laberinto. Nico estaba toqueteando la pared en busca de... bueno, no sé qué buscaba.

- Busco un mecanismo para mover la piedra. Tiene que haberlo - dijo Nico contestando a una pregunta que no había formulado.

- Está bien - dije intentando calmarme -. ¿Qué hizo Minos?

- Traspasó la piedra y la abrió desde dentro para mí.

- ¿Y si vamos a través de las sombras? - Pregunté a la desesperada.

- Peligroso - negó Nico -. No sé dónde acabaríamos. Además, el Laberinto que yo conocí se ha destruido. Ahora se está formando uno nuevo, uno en el que nunca he estado - comentó Nico.

Volví a suspirar, esta vez más alto.

- Movámosla - dije.

- ¿Cómo?

- Comiendo. Deja de poner pegas a mis planes, Nico.

El hijo de Hades puso los ojos en blanco y se apartó de la pared. Se colocó a mi altura y me miró.

- Tú dirás.

- Intenta... tú intenta atraer la piedra hacia nosotros.

- Yo no sé hacer eso - dijo Nico casi riendo de frustración.

- Ni yo, pero intentémoslo.

Ambos extendimos las manos hacia la piedra y nos concentramos en moverla. Nos concentramos tanto que no oímos los pasos a nuestras espaldas.

- ¿Qué estáis haciendo? -Tronó una voz detrás de nosotros. Nico se estremeció y se dio la vuelta.

- Padre.

- ¿Qué estáis haciendo? - Repitió Hades con tono molesto.

- Pues... nosotros... eh, bueno... queríamos...

- Queremos entrar en el Laberinto de Dédalo - declaré interrumpiendo el tartamudeo del semidiós.

- Bien - dijo Hades sin darle importancia. Con un movimiento de muñeca, sin esfuerzo, hizo que la piedra se corriera a un lado.

Nico y yo miramos al dios con cara de sorpresa. Hades se dio la vuelta y se encaminó de vuelta hacia su castillo.

- ¿Qué...? - Dejé la pregunta en el aire y miré a Nico anonadada

- Es mejor no darle vueltas - contestó el chico sin quitarle la vista de encima a su padre, tan sorprendido como yo.

Cogimos nuestro equipaje y nos situamos en frente de la puerta ahora abierta. Se sentía una presencia, un alma, que no pertenecía a una persona. Pertenecía al Laberinto.

La protegida de HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora