Capítulo 33

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En el que nos colamos en la escena de un crimen

Nico apartó la mirada de mí.

- ¿A quién?

El chico se encogió de hombros.

- No he llegado a elucubrar tanto. Lo que sí sé es que a Hera le importas una mierda, lo único que quiere es que los salves, después si te dejan vivir tendrás suerte.

Pensar que alguien con quién había compartido tantas cosas y tantas horas podría hacerme algo así me aterraba. Pero realmente tenía mucho sentido. Pensándolo fríamente todo lo que había dicho Nico era cierto, en mayor o menor medida.

- Entiendo que no quieras entrenar - dijo mirando el reloj de su mesilla.

Marcaba las siete y media de la mañana.

- Oye, ¿somos amigos? - Pregunté, más como una súplica que como una petición.

El chico balbució unas palabras y se encogió de hombros.

- Necesito un favor - continué -. Quiero volver a la casa de mis padres.

- ¿Por qué quieres volver ahí? - dijo Nico entre la sorpresa y la desilusión.

- Quiero averiguar quién ha destrozado a mi familia, y la policía no sabrá ni por dónde empezar - respondí -. Por favor. Lo necesito.

Nico puso los ojos en blanco soltando un suspiro de exasperación.

- Nos vemos en diez minutos en tu habitación, ¿vale?

Asentí conforme con una mueca de gratitud y fui a lavarme un poco y cambiarme de ropa. Me vestí con ropa corta pero oscura, no quería destacar. Al fin y al cabo tenía pensado colarme en la escena de un crimen.

A los diez minutos, ni un segundo antes ni uno después, unos golpes en la puerta me indicaron que ya era hora de salir. Cogí una mochila donde metí la chaqueta de las cazadoras (que era realmente útil), un lápiz, un bolígrafo, una libreta y mi identificación falsa (sí, tengo una identificación falsa, ¿qué ocurre? En España a los menores de 18 no les dejan entrar a la mayor parte de las discotecas). Abrí la puerta poniéndome la mochila al hombro.

- ¿Nos vamos? - Le pregunté a Nico con una mueca que pretendía ser una sonrisa.

El hijo de Hades me tendió la mano como toda respuesta. Le agarré lo más fuerte que pude y volvimos a sumergirnos en las tenebrosas sombras que nos trasladarían a mi ciudad.

Llegamos al mismo callejón en el que habíamos estado el día anterior.

Me daba vueltas toda la calle y Nico se dio cuenta porque no me soltó la mano hasta que me estabilicé.

Subí hacia mi barrio y comprobé, muy a mi pesar, que mi casa estaba llena de policías. Me escondí entre los arbustos del vecino y observé discretamente la casa.

- Vale - susurré al cabo de un rato -. Hay... siete... No! Ocho policías. Supongo que serán técnicos forenses, vendrán a buscar huellas y todo eso... Les llevará un par de horas hacerlo y luego vendrán los detectives supongo.

- ¿Cómo sabes todo eso? - Preguntó Nico alucinando.

- Veo Castle - respondí sucintamente -. Cuatro de los técnicos están dentro, en el cuarto de mis padres, donde se produjo el... el suceso - dije tragando saliva -. Los otros cuatro están fuera revisando las pruebas que tienen y clasificándolas.

El chico me miró con cara preocupada y abrió la boca para decir algo.

- No me voy a ir de aquí - afirmé, atajando sus mudas protestas.

Uno de los técnicos que estaba en el interior de la casa salió del cuarto y enfiló las escaleras.

- No hemos encontrado nada - oí como decía el técnico abatido -. Parece que la haya matado un fantasma, no me trago que fuese el marido.

Los demás le rieron la broma.

Media hora después todos los técnicos estaban fuera de la casa, poniendo en orden sus ideas y redactando lo que sería el borrador para los investigadores del caso.

- Ahora - susurré, dándole un codazo a Nico, quien se estaba quedando dormido.

Gateamos hasta el jardín trasero de la casa del vecino y pasamos a toda prisa al mío. Suerte que la puerta de atrás siempre estaba abierta. Esquivamos la cinta de la policía y llegamos a la cocina.

Con el oído puesto en la puerta principal cruzamos corriendo escaleras arriba, hasta llegar al cuarto de mis padres. El espectáculo seguía siendo igual de grotesco que el día anterior, la sangre, coagulada, yacía en el suelo a la espera de ser limpiada.

Tragué saliva un par de veces y me enjuagué las lágrimas que luchaban por salir.

- ¿Qué es lo que estamos buscando?

- Cualquier cosa que indique que no fue Rea la que mató a mi madre. Un pendiente, un arma, un cabello... Lo que sea - dije mirando a mi alrededor -. Si ha sido un semidiós, tiene que haber entrado por alguna parte.

- ¿Y si fue...? - Nico dejó la pregunta en el aire.

Supe en seguida que se refería a la diosa.

- Entonces no encontraremos nada - dije encogiéndome de hombros.

Tras una hora de busca infructuosa no pude por menos que darle la razón al técnico: parecía obra de un fantasma. Ni huellas, ni señal de que nadie hubiese llegado a donde estaba la sangre. Muy a mi pesar, desde el punto de vista de un mortal, lo más factible era pensar en mi padre. Pese a que no se veía rastro ninguno hacia el lugar del crimen, él estaba en la habitación.

- Me doy por vencida - dije a Nico, que seguía rebuscando en los cajones.

- Aquí no hay nada - concordó Nico -. Pero...

Lo miré esperanzada, aguardando a que compartiese conmigo su idea.

- ¿Pero? - Insistí, sin poder aguantar el silencio.

- Si pudiésemos ver el arma, saber quién la fabricó, podríamos saber quién la poseía.

- ¿Hay un registro? Es decir, algo donde comparar quién lleva cada arma.

- Sí y no. Lo hay, pero lo tiene Quirón y solo pone las armas que poseen los campistas.

- Bueno, eso es todo lo que necesitamos - dije mientras mis ojos se iluminaban de entusiasmo. Nico me miró extrañado -. Si no es un campista significa que fue Rea.

- Sí, pero si fue un campista también pudo haberlo ordenado ella - soltó Nico -. Hay mucha gente hasta los huevos de los dioses que harían cualquier cosa por destruirlos.

Noté en seguida que él era uno entre tanta gente.

- Una vez descubierto el autor... averiguaremos quien se lo ordenó - dije, sonando más decidida de lo que en realidad estaba.

Tenía que descubrir quien había sido y, aunque lo del arma podía no conducir a ningún sitio, por algún lado había que empezar.

La protegida de HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora