Iba por la vida con mis manos guardadas en los bolsillos delanteros de mis jeans negros, tan ajustados que delineaban perfectamente mis largas piernas.
Tan sólo negro.
Negro, como mi cabello, y el de ella. Ese que tanto me gustaba acariciar y trenzar, ese que volaba con el viento y me hacía suspirar.
Negro, como mis únicas botas, y las converse de ella. Esas botas que repiqueteaban en el asfalto, y esas converse que todas las noches las verjas se brincaban.
Negro, como mi chaqueta de cuero, idéntica a la de ella el día en que nos conocimos. Esas chaquetas de cuero que terminaron en el piso de mi habitación una noche de otoño.
Negro, como mi guitarra, esa que a ella tanto le gustaba. Esa que ella compró con el dinero que robó de sus padres, un regalo sólo para mi.
Negro, como las noches oscuras donde ella se colaba por la ventana de mi habitación. Esas noches donde dos almas perdidas se volvían una sola.
Negro, como lo era mi corazón, hasta que ella con su blanco lo volvió gris. Tan gris como lo estaba el cielo la tarde en que nos conocimos.
Yo maldecía cuando las cosas no salían como lo esperaba, y ella sólo me besaba el cuello. Ese cuello con dos perfectos lunares, que al final del día terminaban rodeados del mismo color carmín de sus labios.
Se podría decir que ella era mi más dulce debilidad. Y quizás esta vez, dos errores se convertirían en un acierto.
[Ganadora de la primera edición de los premios "Writers for Writers". Categoría "Gemas sin descubrir: Romance"]
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Samson
RomanceÉramos como estrellas perdidas tratando de iluminar la oscuridad, pero al final terminábamos ahogándonos en nuestras propias lágrimas.