Capítulo 12 | Los chicos pueden besar a otros chicos.

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        Aquella noche me encontraba recostado en mi cama, eran pasadas la una de la madrugada y ya empezaba a sentir el cansancio del día pesar en mis ojos y músculos.

Pasé mis dedos por el suave cabello del algo dormilado Finn. Su cabeza se inclinó buscando mi mirada, se veía extremadamente agotado y su piel estaba algo pálida y tibia.

Nos encontrábamos en mi habitación, en la madrugada del trece de abril, recostados sobre mi cama y envueltos en las sábanas, ambos con nuestros torsos desnudos.

Pestañeó un par de veces y luego recostó su cabeza en mi pecho. —Hay rumores de que cerrarán el hogar, Sam —murmuró con voz desanimada.

—Lo escuché —mis dedos recorrieron su cabello, su cuello y luego bajando por su espalda.

—¿Que voy a hacer si eso sucede? ¿A dónde iré? Ese lugar es lo único seguro que he tenido en mucho tiempo —se removió inquieto. Su brazo se extendió por sobre mi estómago y se pegó más a mi en una posición bastante íntima pero de la cual estábamos muy acostumbrados.

Vi sus uñas pintadas de un rosa pálido dibujar pequeñas figuras sobre mi estómago desnudo. Finn siempre fue un poco más afeminado que el resto de los chicos, y le encantaba ser así, pero lastimosamente eso le costaba diariamente un centenar de insultos.

Me preocupaba la manera en que sus ojos se humedecían cuando lo llamaban marica, no quería que su corazón sufriera más de lo que había sufrido ya. Él era el menor de ambos y me aseguraba siempre de mantenerlo a salvo lo más posible.

—Entonces te quedarás conmigo. Me tienes a mi, Finn. No más hogares temporales, serás todo mío.

—No puedo, Sam, tus padres...

—Ellos te adoran, Finn —le recordé con una sonrisa.

—Pero ellos saben que estoy enamorado de ti —se quejó.

Lo sabía desde hace algún tiempo, años quizás, incluso mi padre me había hecho un comentario al respecto. No me molestaba en realidad. Yo amaba a Finn, pero quizás no de la misma manera en que él a mi.

Pestañeé y la mano que dejaba caricias sobre su cuerpo se detuvo. —¿Y eso que?

—Nada —se quedó callado un minuto—. Sería una carga para todos ustedes, y lo que menos quiero es causarte problemas.

Negué. —No pienses eso, jamás lo serías.

—No lo sabes. Tus padres están luchando para mantenerse a flote, no podrían con alguien más a quien mantener —dijo muy bajo.

—Entonces tu y yo buscaremos un trabajo, pequeño pedazo de mierda —dije en el mismo tono que él.

Me miró algo receloso. —Sam, la gente empezará a hablar mal de ti de la misma manera en que lo hacen conmigo, creerán que tu y yo...

Lo corté. —No me importa. Eres mi mejor amigo, mi hermano, no pienso dejar que unas ridículas personas faltas de atención nos afecten ¿de acuerdo?

Sonrió y me mostró su lindo rostro. —Te amo tanto, Samuel David —se ruborizó un poco.

—Ya lo sé, pequeño Finn. Y lamento tanto no quererte a ti como tu quieres que yo te quiera. —Mi mano se deslizó de nuevo por su piel suavemente.

SamsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora