Capítulo 23 | Lo difícil de decir adiós.

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        Luego de cenar Brandon y Callie tomaron un camino, y Brandy y yo otro. Tanto el castaño y la rubia prácticamente tenían corazones volando sobre sus cabezas y no podían apartar las manos, y otras partes del cuerpo, lejos del otro, por lo tanto mi chica decidió que sería mejor tomar el camino largo a casa. Cualquier cosa para mantenernos alejados de ellos, no sabíamos en que momento las cosas podían llegar a ponerse un poco más... intensas.

Caminamos en la oscuridad, con las manos y corazones entrelazados, en completo silencio hasta llegar al pórtico de su casa. Me jaló de la mano para que ambos entráramos pero me quedé estático en mi lugar. Se dio la vuelta extrañada.

—¿No me acompañas? —hizo un muy lindo puchero con sus labios, quise morderlos en ese momento.

Negué lentamente. —Tengo que volver.

Su expresión de volvió triste. —No eres divertido.

Me acerqué y besé su frente, mis dedos dejando suaves caricias en sus mejillas.

—No quiero dejarte pero no quiero darle más preocupaciones a mi padre de las que ya tiene. —Le hablé suave, mis labios rozando su piel, tanto sus ojos como los míos cerrados.

Brandy me tomó del cuello y me jaló hacia abajo uniendo sus labios y los míos. —Lo entiendo.

Sonreí de lado. —Te amo, nena.

—Y yo a ti, Samson.

La vi entrar a su casa, no sin antes lanzarme un beso y yo atraparlo en el aire. Finalmente me di la vuelta camino a mi casa, con las manos metidas en los bolsillos de mis pantalones. Me detuve en seco a mitad de la calle, y por sobre mi hombro volví a mirar la casa de los Williams. Sonreí cuando una idea invadió mi mente. Me di la vuelta, y con la misma tranquilidad con la que me iba, regresé a la casa. Observé las luces apagadas y dudé un momento, luego subiendo los pequeños escalones. Cuando estuve frente a la puerta respiré hondo dando tres suaves golpes en la fina madera. Varios segundos pasaron cuando las luces volvieron a encenderse nuevamente, la puerta abriéndose, dejándome ver a la señora Williams parada detrás de ella con una gran sonrisa en el rostro, su gran parecido con Brandy me resultaba de lo más fascinante. Me balanceé sobre mis pies, tratando de lucir lo más inocente posible, y luego le sonreí.

Lo único que necesité fue usar una pequeña mentirilla piadosa y luego me encontraba empujando la puerta de la habitación de Brandy con sumo cuidado y me introduje en ella mirando en todas las direcciones en busca de la pelinegra, pero no había rastro de ella en ninguna parte. Me tumbé sobre la cama de sábanas rosas, jugando con un pequeño peluche de conejo que había sobre éstas hasta que escuché el agua de la ducha caer.

Me quité los zapatos de una patada y me coloqué de pie rápidamente. La puerta del baño dentro de la habitación se encontraba entreabierta y una fina luz blancuzca salía de la rendija. Me emocioné al instante, y como un pequeño ladrón me encaminé hasta el pequeño cuarto de baño. No se dio cuenta cuando entré, su cabeza se encontraba inclinada hacia atrás y sus ojos cerrados, dejando que el agua tibia cayera por todo su cuerpo. Mi mirada siguió las pequeñas gotas de agua que se resbalaban con soltura sobre su pálida piel, teniendo que morderne el labio para no terminar gimiendo. Jamás había amado tanto unas puertas de baño de vidrio como amaba a estas.

Me senté en el suelo, apoyando la espalda contra la pared, observando como la mujer de mi vida se duchaba justo frente a mi, sus manos acariciando cada pequeña parte de su cuerpo. Me encontraba malditamente extasiado en estos momentos, casi como estar en el paraíso.

SamsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora